Por Mario Roque Cayoja
Dos largas trenzas cubren parte de su cuello y una manta de color rosa su rostro dañado por una golpiza de su pareja, un policía. Elena es una indígena aymara. “Vivo con el Jesús desde hace 10 años. Tenemos una parejita (niña y niño). Me pegó porque me fui a un ‘preste’ (fiesta vecinal) mientras él estaba de turno en el regimiento 5”, relata y justifica la enésima golpiza.
También muchas indígenas quechuas que habitan en los valles de Bolivia admiten haber recibido maltrato físico de sus parejas. “Después del ‘makanaku’ (pelea, en quechua) viene el ‘muñanaku’ (amarse)”, suele repetir en manifestaciones públicas el mismísimo presidente de Bolivia, Evo Morales.
Pero las mujeres urbanas de Bolivia ya no toleran más la violencia en sus hogares. Ahora piden duras sanciones por la ola de asesinatos, entre cuyos últimos casos se suman el de una periodista que fue acuchillada 15 veces la semana pasada por su esposo, un policía de élite. O el de una empresaria que murió el sábado pasado tras una larga agonía por 20 puñaladas que recibió de su esposo, que huyó tras robar a su mujer unos 95.000 bolivianos (15.000 dólares).
Un reciente informe de derechos humanos revela que todas las mujeres asesinadas por sus parejas, amigos o familiares fueron maltratadas antes. Todas presentaron denuncias en la Policía y los servicios legales. Pero todo quedó en los registros policiales y sólo sirvió para aumentar las estadísticas de violencia contra las mujeres.
“Entre las principales causas de los feminicidios están los celos excesivos, la ruptura de pareja, los embarazos no deseados y el consumo de alcohol”, destacó un editorial del diario “Página Siete” de La Paz.
Nadie sabe cómo frenar tanta violencia. Hay propuestas de castración química a los violadores sexuales, cárcel de cuatro a ocho años por agresiones físicas, y 30 años de presidio sin derecho a indulto para los asesinos de mujeres.
Las cifras arrojan 8.787 denuncias el año pasado de agresión a mujeres en El Alto, y sólo 237 tienen fallo judicial. El resto está en proceso, según la abogada Lourdes Flores. “Ellas ceden a los acuerdos que proponen sus parejas y al final las denuncias no prosperan por esa razón” agregó.
Según el psicólogo Rubén Torrez, sorprende que las mujeres maltratadas toleren con estoicismo su situación. “Se adaptan a la violencia a tal punto que piensan que es normal”, agregó.
El programa ONU Mujeres denunció que siete de cada diez mujeres sufren violencia sexual o física en Bolivia.
«Bolivia está en el primer lugar de 13 países en Latinoamérica en violencia física contra las mujeres, y es segundo en violencia sexual, después de Haití», informó Natasha Loayza, de ONU Mujeres en Bolivia.
En los últimos cinco años se registraron 354 feminicidios, según el Centro de Información y Desarrollo de la Mujer (Cidem).
“Que las agresiones no se denuncien es un incentivo para el agresor que, al saberse impune, continúa desarrollando su conducta violenta bajo el consentimiento de su víctima”, comentó Patricia Soliz, abogada del Servicio Legal Integral Municipal de la ciudad de Potosí.
Además, agregó que la mayoría de las agredidas son mujeres dedicadas a labores dentro de la casa o con mínima formación escolar.