Un berrinche es una explosión incontrolable de enojo que surge a partir de los esfuerzos fallidos del niño por controlar alguna situación y normalmente está acompañado de llanto o tristeza. Es un momento de gran intensidad emocional que supera la capacidad del sistema nervioso para regularse.
Por Virginia Galindo
Ciudad de México, 7 de agosto (SinEmbargo).- No es fácil conservar la calma ante despliegues emocionales abruptos de otra persona y menos cuando provienen de quienes amamos. Presenciar un berrinche nunca es sencillo y saber qué hacer en ese momento difícil puede apoyar a tu hijo a desarrollar habilidades de vida importantes para su auto-regulación futura y con miras a la edad adulta.
Para cada familia puede ser una experiencia distinta al momento de enfrentarlo. Tan sólo cabe recordar episodios como ¿Cómo acompañaron nuestros padres las situaciones en las que experimentamos llanto, desborde emocional, o berrinche? ¿Con golpes, gritos, manipulación de premios y castigos? ¿Con una mirada amorosa, en sintonía y calma? Sí la respuesta fue la primera y se replica ahora con los hijos probablemente está siendo un reto muy grande la crianza de esos pequeños. Las heridas de la infancia se activan en la crianza, porque dar lo que no se tuvo, duele.
El primer paso para cada padre de familia es ser el adulto que nos hubiera gustado tener cuando éramos pequeño, ese adulto que nos hubiera gustado tener en medio de un berrinche o desborde emocional.
Asimismo, es importante decir que al momento de lidiar con los berrinches de los hijos, no es posible hacer dos cosas de forma simultánea: enseñar y castigar.
La Dra. Becky Bailey dice que las palabras que usemos hoy para disciplinar a los hijos se convierten en las palabras que usarán para disciplinarse, en su mente, por el resto de su vida. Cuando los niños necesitan más amor y conexión lo piden de la manera menos amorosa. Los niños merecen encontrar brazos y no amenazas. Ellos, a sus escasos años hacen lo mejor que pueden con las habilidades que tienen. Es por ello, que debemos ayudar a que adquieran una habilidad para la resolución de problemas.
Un berrinche es una explosión incontrolable de enojo que surge a partir de los esfuerzos fallidos del niño por controlar alguna situación y normalmente está acompañado de llanto o tristeza. Es un momento de gran intensidad emocional que supera la capacidad del sistema nervioso para regularse.
¿Por qué suceden los berrinches? Suceden porque las conexiones cerebrales entre los centros superiores e inferiores del cerebro del niño no se han terminado de desarrollar o no están disponibles por falta de sueño, hambre, amenaza o estrés. Algún detonante activa el sistema de alarma de los centros inferiores del cerebro desbalanceando el sistema de excitación del niño y liberando químicos relacionados con el estrés por todo el cuerpo.
Magazine, it´s okay y Distroller te damos las siguientes herramientas basadas en Conscious Discipline, para primeramente, lograr ser un adulto con autorregulación y en ese sentido practicar con el ejemplo, y manejar un berrinche de una forma inteligente:
Lentes compasivos y amorosos para ponerse en los zapatos del pequeño. Lo que ofreces a otros lo fortaleces en ti mismo, ve lo mejor en los demás. Es de gran importancia la presencia de los adultos para que los pequeños vayan estructurando sus habilidades de resolución de problemas, es a través de la mirada, presencia plena y el acompañamiento. Queremos generar conexión para enseñar habilidades sociales y ejecutivas que generan control interno. No tomes nada personal, entiende que su cerebro está en desarrollo.
Neuronas espejo. Cuando acompañamos a los niños en un berrinche tenemos que tener en cuenta las neuronas espejo. Si el pequeño está desbordado en llanto y golpeando, el adulto deberá evitar llegar en la misma sintonía. Si el adulto llega en la misma sintonía es imposible llevar al niño a la calma y como consecuencia se incrementa el desborde emocional. Es importante hacernos las siguientes preguntas. ¿Qué estás proyectando calma o caos? ¿Eres un refugio en ese momento?
Respira profundamente para llevarte a la calma. Agáchate a la altura de la mirada de tu pequeño. Antes de guíar o ayudar a un niño es importante que se sienta seguro. Utiliza un lenguaje interno positivo como: “Respira, estás seguro, puedes manejar esto”. Evita intervenir, en medida de lo posible, hasta sentirte en compostura; es decir, dueña de tus emociones y palabras para que tu intervención sea de ayuda. Esta pausa te ayudará a responder en vez de reaccionar. Ve la conducta de tu hijo como un pedido de ayuda, respira profundamente y mira a tu hijo con una mirada pacífica y amorosa.
Una vez que el cuerpo de tu hijo comience a relajarse, ofrece empatía mientras describes (sin juzgar) el lenguaje corporal y las acciones del niño. Etiqueta el sentimiento que detonó el berrinche diciendo algo como: “Te ves frustrado” (o enojado o furioso); y complementa validando la reacción emotiva. ”Tú querías quedarte más tiempo en el parque”.
Cierra la intervención enseñando una nueva habilidad: “Es difícil no obtener lo que queremos inmediatamente, pero respira conmigo, puedes manejarlo.” Guiar a tu hijo mientras desarrolla habilidades autorregulatorias fortalecerá tus propias habilidades de autorregulación, creará un ambiente seguro y un vínculo saludable entre ustedes y permitirá a tu hijo desarrollar un lenguaje interno sano que le permita autorregularse y manejar sus emociones a lo largo de su vida.
Repite “los berrinches no se ignoran, se acompañan.” Las palabras son como llaves, si las escoges correctamente pueden abrir cualquier corazón. Acompaña a tus hijos mediante la presencia plena, empatía y la sintonía.
Virginia Galindo es Mta. Psicoterapia de niños y adolescentes y Virginia López Psic. Clínica. Socias fundadoras de la plataforma digital it´s okay y que unió esfuerzos con la firma mexicana Distroller para impulsar el bienestar emocional y la salud mental de las nuevas generaciones. Muchas personas piensan que, los pequeños de casa, al ser menores de edad, no experimentan emociones como frustración, ira, decepción, ansiedad, estrés, etc.; lo que muchas veces deriva en lo que conocemos como berrinches.