Ricardo Ravelo
15/07/2022 - 12:04 am
Caso Colosio: Los claroscuros
Colosio, ya casi muerto, fue trasladado al hospital, donde horas después fue declarado muerto.
Veintiocho años después, la Fiscalía General de la República (FGR) decidió reabrir la investigación sobre el asesinato de Luis Donaldo Colosio, ocurrido el Lomas Taurinas, Tijuana, en 1994.
La reapertura del caso ocurrió a petición de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), donde están archivadas varias denuncias que dan cuenta que Mario Aburto, el llamado asesino solitario, fue torturado en varias ocasiones después de su captura por parte de las autoridades que investigaron el magnicidio del candidato presidencial priista.
La CNDH también considera que el expediente tiene inconsistencias y contradicciones entre los cientos de testigos que rindieron declaración ministerial sobre ese asesinato que cimbró la estructura del poder político entonces encabezado por Carlos Salinas de Gortari.
La indagatoria –posiblemente contemple nuevas líneas de investigación para ahondar y acreditar quien fue el autor intelectual — cayó en manos de Abel Galván Gallardo, un competente fiscal de Baja California que ha entregado buenas cuentas en el polémico tema de las desapariciones forzadas. El fiscal Alejandro Gertz Manero nombró a Galván como fiscal responsable del asunto en razón de sus buenos resultados como fiscal especializado en desapariciones.
El caso Colosio, como se recordará, estuvo veintidós años en la reserva. En estricto sentido la investigación nunca fue cerrada. Se reservó por treinta y cinco años, aunque se dijo en su momento que si aparecían datos relevantes podría ser reabierta la indagatoria para ahondar en nuevas pistas y hechos que arrojaran luz al caso.
En abril de este año, la CNDH emitió una recomendación a las autoridades federales y al sistema penitenciario por las torturas a las que fue sometido Mario Aburto, sentenciado por el crimen de Luis Donaldo Colosio, quien fue detenido en Lomas Taurinas después de dispararle en dos ocasiones al entonces candidato presidencial. Le dio un disparo en la cabeza y otro en el abdomen. Este segundo disparo desató polémicas. Incluso fue detenido Othón Cortés, un tijuanense ya fallecido que fue acusado de pegarle el segundo tiro a Colosio, pero tiempo después fue liberado por falta de pruebas. Las autoridades concluyeron que el único tirador y asesino solitario fue Mario Aburto.
Alrededor de Aburto hay misterio, una estela de dudas y polémicas se desataron desde su captura. Aquella tarde trágica en Lomas Taurinas Aburto fue capturado por la multitud. Colosio, ya casi muerto, fue trasladado al hospital, donde horas después fue declarado muerto. Aburto, sin embargo, fue llevado a una casa de playa, en Tijuana, propiedad del hermano de Manlio Fabio Beltrones.
Por instrucciones de Carlos Salinas, Manlio Fabio Beltrones, exgobernador de Sonora y expresidente del PRI lo interrogó antes de que el Ministerio Público. Nadie sabe qué le preguntó el priista al asesino de Colosio. Pero después de este hecho inusual se dijo públicamente que de aquella casa salió otro Aburto.
El caso Colosio siempre estuvo plagado de claroscuros y contradicciones. Públicamente se dijo que los responsables intelectuales fueron Carlos Salinas y su hermano Raúl, aunque nunca fueron investigados a fondo por el crimen. A Raúl Salinas, el llamado hermano incómodo, se le investigó y estuvo preso durante varios años por el crimen de Mario Ruiz Massieu, esposo de Adriana Salinas. Pero después de varios años de investigación fue liberado en el gobierno de Peña Nieto. También le devolvieron los 130 millones de dólares –la vaquita empresarial para financiar proyectos, según se dijo entonces –depositados en Suiza y libró las acusaciones por lavado de dinero, defraudación fiscal y enriquecimiento ilícito.
El último fiscal del caso Colosio, Luis Raúl González Pérez, no llegó a ninguna conclusión diferente que no recayera en Mario Aburto como asesino solitario. Pero hubo una línea de investigación que no fue del todo explorada: el narcotráfico.
En la campaña de Luis Donaldo Colosio había gente del crimen organizado, gente relacionada con Juan García Ábrego, el capo del salinismo, así como otros personajes vinculados al lavado de dinero y al tráfico de drogas. Colosio supo se la presencia de ellos y pidió que los retiraran, pues era gente de mala fama que empañaba su tarea como candidato presidencial.
La campaña de Colosio en 1994 no levantaba interés. El PRI y su candidato eran opacos, distantes de un país en crisis que enfrentaba un estallido guerrillero en Chiapas con el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el México profundo y dolido por la pobreza, la violencia y la falta de justicia.
Colosio resumió ese México en su discurso pronunciado frente al monumento a la Revolución.
Es posible que ese discurso haya incomodado a Salinas y a su séquito. Pero ese hecho –el discurso y el descontento presidencial –no se consideró como de mucho peso como para ordenar el crimen de Colosio. No era para tanto, se dijo entonces. Colosio necesitaba deslindarse, al menos en el discurso, del salinismo. El entonces presidente había hundido al país en la miseria. Colosio no se equivocó en el diagnóstico de ese México desgarrado.
El narcotráfico vivía una etapa de auge. Tres grupos criminales eran los amos del país. El cártel de Tijuana, Golfo y Juárez. El primero era dirigido por los hermanos Arellano Félix, el segundo por Juan García Ábrego y el último por Amado Carrillo, protegido del régimen.
Se afirma que el cártel de Tijuana pudo haber planeado el crimen de Colosio. Hubo informes y versiones de que en Baja California se orquestó el crimen, pero los grupos criminales nunca fueron investigados. A los Arellano ya les habían cargado el crimen del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, aunque ellos lo negaron y se lo atribuyeron a Joaquín Guzmán Loera, acérrimo rival suyo. “El Chapo”, por su parte, culpó a los Arellano del asesinato del prelado. El misterio todavía prevalece en este caso.
Tras el crimen de Colosio murió mucha gente presuntamente relacionada con el caso. La revista proceso, en una de sus portadas espectaculares de entonces publicó una portada sobre los asesinatos. Aún recuerdo la cabeza: “Caso Colosio: empieza a morir los que saben”. La portada se ilustró con la fotografía del cuerpo de Colosio ensangrentado.
Hubo, entre las decenas de crímenes, uno en particular que no fue muy sonado. El asesinato de la hermana de la secretaria de Colosio. Entraron a su casa y la mataron junto con su esposo y sus hijos. Fue algo muy extraño. La otra hermana de la mujer fallecida desapareció. Era agregada en la embajada de México en Austria.
Otra duda que pesó mucho por el sospechosismo que despertó fue la ausencia de Ernesto Zedillo en Lomas Taurinas. Supuestamente el hecho se justificó, pero no pasó a más extrañamente.
Ahora que el nuevo fiscal, Abel Galván, retomó el caso Colosio se espera que puedan rodar las cabezas políticas que se han mantenido impunes durante veintiocho años. Se afirma que Galván tiene la mano pesada y lo le tiembla para actuar. Es uno de los funcionarios más valiosos que tiene la FGR. Si se trata de ahondar a fondo en el caso no habrá dudas de que Galván llegará hasta sus últimas consecuencias, si se lo permiten, claro está.
Aunque también existen versiones en el sentido de que la reapertura del caso Colosio es un instrumento de distracción política ante los nulos resultados del actual régimen, sobre todo en materia de seguridad pública y combate al crimen organizado.
En realidad todo cobra sentido en este país revuelto de fallas y desatinos.
APUNTES DEL SUBSUELO
EL OPERATIVO DE TOPILEJO, más allá del golpe a los chapitos, se convirtió en un instrumento de difusión masiva para promover la imagen de Omar García Harfuch, a quien ya candidatean para la jefatura del gobierno de la Ciudad de México. El policía capitalino asestó un fuerte golpe a la célula del cártel de Sinaloa que operaba en esa región del municipio de Tlalpan –se dedicaban al secuestro, extorsión y venta de drogas incluso en Morelos –, pero no se exterminó toda la célula de Sinaloa que opera en la capital del país con la venta de drogas, secuestros y extorsiones. El cártel de Sinaloa lleva tiempo en la ciudad de México al igual que el cártel de Jalisco. Ambos grupos disputan el control del territorio con el cártel de Tláhuac, Unión Tepito, entre otros.
Lo llamativo de este operativo fue la transmisión por parte de Televisa durante más de una hora y la proyección de la imagen de García Harfuch, al más puro estilo de Genaro García Luna en sus mejores tiempo como hampón de la Secretaría de Seguridad Pública Federal, protector del cártel de Sinaloa y promotor de montajes, vía Televisa, para promover su imagen de super-policía del calderonato.
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