Tomás Calvillo Unna
06/07/2022 - 12:05 am
Todavía hay tiempo para encontrarnos
«Todavía hay tiempo/ para separar la justicia del odio/ y la inacción y su inercia;/ para la fortaleza imparable
de la confianza,/ su poder de caminar juntos./ Sí, juntos».
I
Las edades no se van del todo,
perduran y aparecen,
se presentan cuando menos esperamos;
la adolescencia asalta,
la infancia resiste y sorprende
y un uterino gesto emerge.
Los residuos de años idos
tartamudean en nuestros quehaceres.
Llevamos las edades mezcladas,
a veces da la impresión
de que estuvieran al acecho.
II
Estos periquitos calendarios
(estancias que se intercalan)
son porosos;
siempre hay una suma
que se va restando.
Ahí está echada la suerte,
en no desfondarnos
y endeudarnos más
con nosotros mismos.
Las conductas están cargadas
de gestas deseadas
y respuestas a medias,
de dolores inexplicables
y alegrías sorprendentes,
que las rutinas pretenden
alinear y ocultar.
III
La biología hace lo suyo,
marca sus ritmos,
transita en la historia,
pero al final,
también desaparece.
Las estatuas de bronce
convertidas en montículos de sal;
la soberbia que envuelve
su inaudita y torpe exigencia
se extingue sin más,
incluso antes
del aplauso efímero que prodiga.
IV
Aquello que nos asiste,
en la médula de la intuición:
la inaprensible realidad,
su trémulo saber;
nos ignora
ante la partida
que se vislumbra.
Es la condición sine qua non
para apreciar el poder sutil
que estruja la condición humana,
cuando nos detenemos
y dejamos a orillas del camino
los disfraces.
La posibilidad de reconocer
que no somos nadie;
este ser de aire tierra agua fuego
envuelto en éter,
y aun así resuelto
a disolver los elementos
en la cavidad que nos acoge
a punto de extinguirse,
aunque juguemos a la fantasía
de la prórroga.
Asistidos por unos cuantos vocablos
nos extraviamos en la nada
al desatar nuestros nombres
y sus letras;
y esa música contenida
de las células,
sus pequeñísimos astros,
se desprenden
de la mirada
y humedecen el rostro.
V
Todavía hay tiempo
para conciliar,
está dentro.
Afuera es el testimonio,
el acuerdo;
solo así tendrá raíces.
Emprender la travesía,
más allá del teatro de sombras
y sus escenificaciones,
que buscan atajar la visión
con sus estacas de imágenes,
estandartes del temor
ante el inminente viaje.
Recuperar esa luz
del misterio y
contemplar,
saberlo hacer
sin ventaja alguna;
ni la del pensamiento,
ni la genial idea que nos acapara,
ni el invasivo silencio
que nos cuestiona.
Todavía hay tiempo
para separar la justicia del odio
y la inacción y su inercia;
para la fortaleza imparable
de la confianza,
su poder de caminar juntos.
Sí, juntos.
De otra manera,
nos perderemos en los inútiles rencores
de la devastación,
una edad perdida,
que como grillete
pretende detenernos.
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