Con una obra periodística de casi 70 años, Elena dio el salto a la literatura de no ficción en 1954 con la novela corta Lilus Kikus, en la que la protagonista es una inquieta niña que alivia la acidez de los limones con café negro y azúcar.
Por Gustavo Borges
Ciudad de México, 18 de mayo (EFE).- A los 90 años, que cumple este jueves, la Premio Cervantes Elena Poniatowska sospecha contar con algo de talento para escribir, aunque cree que la curiosidad y la capacidad de trabajo han sido la semilla de sus más de 40 libros.
«El origen de todo está en la curiosidad, también he sido muy machetera (trabajadora), esperemos que con algo de talento», dice este miércoles en entrevista a Efe la mexicana, nacida en París el 19 de mayo de 1932.
Con una obra periodística de casi 70 años, Elena dio el salto a la literatura de no ficción en 1954 con la novela corta Lilus Kikus, en la que la protagonista es una inquieta niña que alivia la acidez de los limones con café negro y azúcar.
Después creció con crónicas como La noche de Tlatelolco y novelas del nivel de Hasta no verte Jesús mío, premio Mazatlán; Piel de cielo, premio Alfaguara; Leonora, premio Biblioteca Breve; El tren pasa primero, Premio Rómulo Gallegos; Dos veces única, y la más reciente El amante polaco.
«Me interesa cómo suena un texto, el ritmo, el sonido. Algunas personas hablan con poesía; me gusta la música de las palabras de Juan Rulfo», asegura al referirse a las costuras de sus libros.
De joven practicó natación, hizo caminata, pero su longevidad es más una cuestión de genes porque jamás tuvo cuidados con la alimentación ni obsesión alguna por vivir muchos años.
Provocadora, como siempre fue con sus entrevistas, tutea a la muerte y confiesa que no la asusta.
«La muerte es una espuela; hay que hacer antes de morir lo más que se pueda. Todavía no me quiero morir, pero no siento miedo de la muerte, tengo el pendiente de otros libros que quisiera hacer, a ver si puedo», observa.
Si bien agradece los reconocimientos y las celebraciones por su cumpleaños, lamenta no saber decir «no» a los homenajes que la agotan y no la dejan escribir.
«Estoy trabajando en una novela sobre mi mamá, sin embargo, ahora hago todo más lentamente y soy más requerida. Me llaman para presentar un libro, para tal conferencia. Trato de no aceptar tantos compromisos, pero sigo sin aprender a decir que no», agrega.
EL LEGADO DE ELENA
Es Elena una mujer con una especie de sexto sentido para encontrar las historias que vale la pena contar. Da respuestas inteligentes, pero no abandona su personaje curioso y después de responder, pregunta y vuelve a preguntar porque es una obsesionada con la vida de los demás.
A su edad se siente por encima del bien y el mal. Dice no sentirse importante por haber ganado el Cervantes, que le entregaron en el 2014, ni los muchos otros premios y no piensa en si la van a recordar cuando abandone su cuerpo.
«Que me recuerdan como lo que quieran, si es que me recuerdan; no me preocupa eso. Si me dicen periodista, qué bueno; escritora, qué bueno, lo que sea. No me califico», comenta.
OPTIMISTA EN EL FUTURO
Poniatowska niega la máxima de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Es una mujer confiada en la fuerza de los jóvenes y dice estar optimista con el futuro, aunque sufre por los asesinatos de mujeres y periodistas en su país.
«México tiene fama de país duro con las mujeres a través del machismo; es el gran tema. Igual me preocupa que maten a los periodistas. Son problemas esenciales de México», observa.
En este jueves de cumpleaños se imagina vestida con ropa cómoda, tal vez de blanco, para hacer lo mismo que cada 19 de mayo: comer con sus hijos, sin embargo, sabe que recibirá decenas de llamadas porque es una de las intelectuales más queridas de México.
Elena es como una niña de 90 años, que responde preguntas sin censuras; reconoce que la escritura tiene un lado etéreo y a veces siente que sus personajes le hablan, como le sucedió con Stanislaw Poniatowski, último rey de Polonia, su antepasado.
Es simpatizante del presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien también ha criticado por dividir a los mexicanos, pero no debe ser recordada como activista de nada. Su grandeza está en su potente prosa en novelas, crónicas y cuentos.
«El mayor homenaje que se le puede hacer a un escritor es leerlo», apunta.
El sol amenaza con abandonar el jardín de su casa. Antes de que las sombras lo asalten, Elena muestra la buganvilia, la jacaranda y al final presume su limonero que da frutos grandes y duros como piedras, una imagen que cualquier lector suyo podría relacionar con su primera novela.
– ¿Sería excesivo decir que a estas alturas usted es un poco como la curiosa Lilus Kikus?
– «Para nada, eso soy», concluye.