Se desconoce el número de combatientes ucranianos que estaban atrincherados en el lugar. Los rusos estimaron la cifra en unos dos mil, de los cuales 500 estaban heridos.
Por Cara Anna y Yessica Fisch
ZAPORIYIA, Ucrania, 3 de mayo (AP) — Las fuerzas rusas comenzaron el martes un asalto contra la planta siderúrgica donde se encuentra el último foco de resistencia en Mariúpol, según dijeron los defensores ucranianos, mientras decenas de civiles que fueron evacuados del destruido complejo durante el fin de semana llegaron a territorio bajo control ucraniano y narraron los días y noches llenos de temor y desesperación por los incesantes ataques.
Osnat Lubrani, coordinador humanitario de la ONU para Ucrania, dijo que gracias a las labores de evacuación del fin de semana, 101 personas, incluidos mujeres, ancianos y 17 niños, de los cuales el menor tenía seis meses de edad, finalmente pudieron salir de los búnkeres debajo de la acería de Azovstal y “ver la luz del sol después de dos meses”.
Una evacuada dijo que se dormía cada noche con miedo de no volver a despertar.
“No se imaginan lo aterrador que es estar en el refugio, un sótano húmedo que salta y se cimbra”, dijo Elina Tsybulchenko, de 54 años de edad, al llegar a Zaporiyia, a 230 kilómetros (140 millas) al noroeste de Mariúpol, en una caravana de autobuses y ambulancias.
“Pedíamos a Dios que los misiles volaran por encima de nuestro refugio, porque si impactaban en él, todos habríamos muerto”, añadió.
Los evacuados, algunos de los cuales estallaron en llanto, salieron de los autobuses hacia una carpa en las que se les brindaron comodidades de las que hace mucho no gozaban luego de pasar semanas bajo tierra, incluyendo comida caliente, pañales y conexiones con el mundo exterior. Las madres daban de comer a los niños pequeños. Algunos de los evacuados miraban los estantes de ropa donada, incluida ropa interior nueva.
El panorama era más oscuro para quienes permanecieron en el complejo. Comandantes ucranianos dijeron que fuerzas rusas, con el apoyo de tanques, comenzaron a ingresar en la enorme planta, la cual incluye un laberinto de túneles y búnkeres en un área de más de 11 kilómetros cuadrados (cuatro millas cuadradas).
Se desconoce el número de combatientes ucranianos que estaban atrincherados en el lugar. Los rusos estimaron la cifra en unos dos mil, de los cuales 500 estaban heridos. Aún permanecían en el sitio algunos cientos de civiles, según la viceprimera ministra ucraniana Iryna Vereshchuk.
“Haremos todo lo posible para repeler la ofensiva, pero pedimos medidas urgentes para evacuar a los civiles que continúan en la planta y ponerlos a salvo”, dijo Sviatoslav Palamar, subcomandante del Regimiento Azov, en un mensaje publicado en Telegram.
Añadió que durante la noche la planta recibió disparos de artillería naval y ataques aéreos. Dos mujeres civiles murieron y otros 10 civiles resultaron heridos, añadió.
Lubrani expresó la esperanza de que hubiera más evacuaciones, pero al momento no se había negociado ninguna.
Por otra parte, las tropas rusas atacaron una planta química en Avdiivka, en el este del país, y al menos 10 personas murieron, dijo el gobernador regional de Donetsk, Pavlo Kyrylenko.
“Los rusos sabían exactamente a dónde apuntar: los trabajadores acababan de terminar su turno y esperaban un autobús en la parada para irse a casa”, escribió Kyrylenko en Telegram. “Otro crimen cínico de los rusos en nuestra tierra”.
En Leópolis, en el oeste del país cerca de la frontera con Polonia, se escucharon explosiones. Los ataques dañaron tres subestaciones eléctricas, dejando sin electricidad a algunas partes de la ciudad e interrumpiendo el suministro de agua, además de herir a dos personas, dijo el alcalde. Leópolis ha sido un puerto de entrada para las armas enviadas por la OTAN y un refugio para aquellos que huyen de los combates en el este de Ucrania.
El portavoz del Ministerio de Defensa ruso, el mayor General Igor Konashenkov, dijo que la aviación y la artillería rusas habían atacado cientos de objetivos durante el último día, incluidos bastiones de soldados, puestos de mando, posiciones de artillería, depósitos de combustible y municiones, y equipos de radar.
Las autoridades ucranianas dijeron que los rusos también atacaron al menos media docena de estaciones de tren en todo el país.
El ataque contra la planta siderúrgica de Azovstal comenzó casi dos semanas después de que el Presidente ruso Vladimir Putin ordenara a sus soldados no asaltar la planta para acabar con los defensores, sino rodearla. Los primeros —y hasta ahora los únicos— civiles evacuados del complejo destruido salieron durante un breve cese del fuego en una operación supervisada por la ONU y la Cruz Roja.
En un centro de recepción en Zaporiyia se alinearon camillas y sillas de ruedas, mientras que zapatos para niños y juguetes esperaban la llegada de la caravana. También había equipos médicos y de ayuda psicológica.
Algunos evacuados de edad avanzada lucían exhaustos a su llegada. Algunos más jóvenes, sobre todo las madres que tranquilizaban a sus bebés y a otros niños, se veían aliviados.
“Estoy muy feliz de estar en suelo ucraniano”, comentó una mujer que sólo proporcionó su nombre, Anna, y llegó al centro con dos niños, de uno y nueve años. “Sinceramente pensamos que no saldríamos de allí”.
Un pequeño grupo de mujeres llevaba letreros con mensajes escritos en inglés en los que pedían que también se evacuara a los combatientes de la planta siderúrgica.
La llegada de los evacuados fue una inusual buena noticia en este conflicto de casi 10 semanas en el que han muerto miles de personas, ha obligado a millones a huir del país, ha arrasado pueblos y ciudades, y ha cambiado el equilibrio de poder posterior a Guerra Fría en el este de Europa.
“En los últimos días, viajando con los evacuados, he escuchado a madres, niños y abuelos hablar del trauma de vivir día tras día bajo un incesante ataque y del miedo a la muerte, y con una extrema falta de agua, alimentos y saneamiento”, dijo Lubrani. “Hablaban del infierno que han vivido”.
Además de las 101 personas evacuadas de la planta siderúrgica, 58 se unieron a la caravana en un pueblo de las afueras de Mariúpol, dijo Lubrani. Unas 30 personas que salieron de la planta decidieron quedarse en Mariúpol para tratar de averiguar si sus seres queridos estaban vivos, comentó Lubrani, y añadió que un total de 127 evacuados llegaron a Zaporiyia.
El ejército ruso dijo anteriormente que algunos de los evacuados optaron por quedarse en las zonas bajo poder de los separatistas prorrusos.
Alrededor de una decena de evacuados estaban enfermos o heridos, ninguno de ellos en estado crítico, según Pascal Hundt, director de la oficina del Comité Internacional de la Cruz Roja en Ucrania.
Tsybulchenko rechazó las acusaciones rusas de que los combatientes ucranianos no permitían a los civiles salir de la planta. Señaló que los soldados ucranianos les dijeron a los civiles que eran libres de irse, pero que arriesgarían sus vidas si lo hacían.
“Comprendimos claramente que bajo estas armas asesinas no sobreviviríamos, no lograríamos ir a ninguna parte”, dijo.
Mariúpol ha llegado a simbolizar el dolor humano infligido por la guerra. El asedio de dos meses de Rusia al estratégico puerto del sur de Ucrania ha dejado a civiles atrapados con poca o nada de comida, agua, medicinas o calefacción, mientras las fuerzas de Moscú convertían la ciudad en escombros. La planta, en particular, ha paralizado al mundo exterior.
Después de fracasar en su intento de tomar Kiev, la capital, en las primeras semanas de la guerra, Rusia retiró algunas de sus fuerzas y se centró en la región industrial del Donbás. Mariúpol se encuentra en esa zona y su caída privaría a Ucrania de un puerto importante, liberaría tropas rusas para combatir en otros lugares y permitiría a Rusia establecer una conexión terrestre con la península de Crimea, la cual se anexaron en 2014.
Pero hasta ahora, los soldados rusos y sus fuerzas separatistas aliadas parecen haber conseguido apenas pequeños avances en su ofensiva en el oriente de Ucrania.
La resistencia ucraniana se ha visto considerablemente reforzada por las armas occidentales, y el primer ministro británico, Boris Johnson, anunció una ayuda militar de 300 millones de libras (375 millones de dólares), que incluye radares, aviones no tripulados y vehículos blindados.
En un discurso pronunciado a distancia ante el parlamento ucraniano, declaró que la batalla era «la hora más gloriosa” de Ucrania, repitiendo las palabras de Winston Churchill durante la Segunda Guerra Mundial.
“Sus hijos y nietos dirán que los ucranianos enseñaron al mundo que la fuerza bruta de un agresor no cuenta para nada contra la fuerza moral de un pueblo decidido a ser libre”, aseveró Johnson.