Susan Crowley
30/04/2022 - 12:04 am
Venecia, una bienal con aroma de mujer
«Un buen comienzo, sin duda, es que la inclinación de la balanza coloca a lo femenino en un papel protagónico. El mundo del arte hace a un lado al artista hombre, blanco y occidental».
Las mujeres encabezamos la lista, dominamos, somos las protagonistas. Bailamos entre nosotras y creamos entre nosotras, reímos y nos protegemos y acompañamos, nos escudamos. La comisaria Cecilia Alemani, en equipo con sus curadoras, 213 artistas, 80 participaciones nacionales y 31 eventos a lo largo de la fantástica Venecia, suben al escenario en el que una nueva perspectiva asoma, un mundo narrado por el poder femenino. De esta manera la historia tiene un nuevo inicio, da la vuelta la rueda del tiempo y las “nornas” cantan desde lo femenino al pasado, al presente y muy probablemente al futuro próximo en el que hay mucho por descubrir; nuevas tendencias, géneros, diversidad, apertura, libertad. Gozo en la sensualidad, en la esperanza, lejos de los prejuicios y las imposiciones de un mundo regido por hombres.
Después de dos años y una cancelación, de permanecer en un impasse causado por la pandemia, la Bienal de Venecia remonta. Con un discurso abocado a resarcir al género femenino las gigantescas cuotas pendientes, la edición 59 no deja de ser una razón para recordar que con la COVID-19 y todas sus variantes, el mundo vivió el fin de una era que ha puesto de manifiesto que entre los seres humanos predomina la injusticia, la indiferencia y el abuso de los grandes sistemas económicos y sociales. A punto de iniciar esta gran exposición universal, la crisis Ucrania -Rusia fue el preámbulo de la temida guerra que desató lo que nadie quiere, el odio, la desesperanza, la expulsión de millones de personas, el abandono de ciudades y la pobreza extrema en pleno continente europeo. La guerra de nuevo pone de manifiesto lo poco que hemos aprendido del pasado. ¿Tal vez Venecia pueda ser capaz de reflexionar sobre todas esas cuotas pendientes que Occidente acumula y de las que simplemente parece no hacerse responsable? ¿Las mujeres seremos capaces de superar las envidias y diferencias entre nosotras y unirnos para cambiar el mundo?
Un buen comienzo, sin duda, es que la inclinación de la balanza coloca a lo femenino en un papel protagónico. El mundo del arte hace a un lado al artista hombre, blanco y occidental. Sin pedirle permiso a nadie, las mujeres se toman la responsabilidad de relatar la vida desde la esencia femenina. Una responsabilidad que sin problema acometen y que hace que la luz brote por todos lados.
Los pasillos del Arsenal y del Giardini, además de las exhibiciones por todo Venecia, se han convertido en una especie de gineceo futurista, al mismo tiempo que cantan una imagen surrealista evocada por Leonora Carrington en su cuento The Milk of Dreams. Como en el universo feminista de la artista en el que los hombres pasaron a formar parte de su constelación de mujer autónoma y genial, lo masculino se reduce a ser un simple visitante de la bienal. La profundidad irracional, primitiva, orgánica de las artistas convoca a otra forma de contar la historia. Por cierto, nada nueva.
Antes de ser dominados por lo masculino, el inicio de todos los cultos fue femenino. La imposibilidad del hombre de adentrarse y “aprehender” el misterio de la vida, lo convirtieron en un conquistador que sobajó y robó la verdadera sabiduría. Dominante por naturaleza, encarnó el rol de héroe salvador y fue recluyendo el poder femenino hasta casi desaparecerlo. De centro del universo, liga de la tierra y el cosmos y fuente de sabiduría, la fuerza femenina fue enviada a un exilio eterno. El vínculo mágico, inexplicable, el arquetipo que la hacía diosa fue castigado repudiándola por ser hechicera, bruja. La razón y el intelecto eminentemente masculinos dominaron.
Lilith, la primera mujer, creada a la par de Adán, la que abandonó el paraíso por resistirse a yacer debajo de él y que exigió ser tratada como igual fue considerada el lado oscuro de la luna, la mujer vampiro, mitad deidad, mitad humana, la que se ocultó en la noche, una semilla de la humanidad que convino a los hombres perder. En plena cultura griega, Medea la sanguinaria y rabiosa heroína trágica, fue la última mujer elegida por los dioses para subir al Olimpo y se le concedió permanecer entre ellos por ser capaz de ejercer la autoridad, como los hombres, sacrificando a sus hijos en venganza por la deslealtad de Jasón. Las mujeres romanas tuvieron el poder y la habilidad de tejer la intriga política del gran imperio. Fueron ellas las que abrieron las catacumbas de sus casas para erigir al primer cristianismo, salvaron el culto y lo renovaron facilitando que se convirtiera en religión de estado.
A pesar de que se tache a la época medieval de misógina, la presencia de las mujeres es muy significativa. Plenas de sabiduría, conocedoras de los secretos del amor y la poesía, cultivadoras de los oficios, eran las encargadas de conservar los bienes adquiridos por los hombres en las guerras. La compositora Hildegard Von Bingen llenó de música a Europa, la reina y poeta Eleonor de Aquitania y la guerrera mística Juana de Arco son ejemplos de vidas fascinantes.
Conforme la historia se vuelve a contar, la presencia femenina en el arte gana terreno. La poeta Vittoria Colona y la pintora Sofonisba Anguisola, contemporáneas de Miguel Ángel y muy admiradas por él, en el barroco Artemisa Gentileschi.
A inicios del siglo XX Hilma Af Klint y en medio del machismo neoyorkino la obra espléndida de Georgia O´Keeffe, Joan Mitchell, más adelante Hellen Frankenthaler y Agnes Martin. Las eternas parejas durante años apenas mencionadas, pero de las que hoy se sabe que eran verdaderas bombas de energía y talento, Natalia Goncharova (pareja de Vladimir Larionov), Annie (esposa de Joseph Albers), Lee Krasner (mujer de Pollock), Sonia Delaunay (pareja de Robert) que más allá de ser víctimas o resentidas ante el poder artístico de sus parejas, desarrollaron un estilo propio que hoy está siendo por fin valorado.
Con artistas como la afroamericana Simone Leigh ganadora rotunda por el pabellón de USA con su propuesta llena de significado y de comprensión del tema La leche de los sueños; Cecilia Vicuña recompensada por su trayectoria con el León de Oro. La mejor exposición nacional al pabellón de Gran Bretaña de la artista Sonia Boyce con el título Expresándolo a su manera y en el que se retoman las historias de las mujeres afrodescendientes en el Reino Unido. La mención especial a Francia y Uganda debido a la calidad de sus propuestas.
En Venecia se considera la posibilidad de distinguir a lo femenino, un paraíso ya no tan perdido, en el que lo no Binario se convierte en una voz necesaria. Un campo fértil, como la tierra que es la primera diosa, como los primeros cultos de la humanidad que son a las deidades femeninas.
La leche de los sueños se convierte en fluido que alimenta, arropa y derrama su grandeza sin prejuicios. Como en una danza de la vida, ritual, fresca y deleitante que deja a un lado la racionalidad y el juicio masculino para adentrarse en diversas capas en las que no solo vive el poder de la mujer. Habitadas por todas aquellas minorías que hoy resultan mayorías y a las que debemos estar atentos, no solo como acto de justicia, sino por el deleite que otres mundes nos ofrecen. La diversidad llena de cosmogonías inexploradas de una riqueza increíble, orientaciones, culturas, identidades, géneros.
Venecia abre un voto para las artistas mujeres que, a bocanadas, llenan los mercados del arte, galerías, museos, ferias; también nos invitan a vivir las apasionantes narrativas hoy colocadas en las mesas de novedades de las librerías, a disfrutar del cine creado por mujeres que saben contar las historias desde otros sitios llenos de riqueza, intimidad, intuición, sueños rotos lo mismo que reivindicaciones necesarias. Mundes que asoman hoy y que en cuanto son escuchados asombran por su autenticidad y valor, por su poder y también por el sufrimiento y arrojo que se requiere para dejar los estereotipos y asumirse valiosos más allá de los designios masculinos.
Dicho lo anterior, cabría preguntarse, hasta qué punto, esta preeminencia de lo femenino responde al sentido de culpa de las instituciones culturales que imponen una nueva línea de lo políticamente correcto para subsanar prácticas deleznables de lo anteriormente “políticamente correcto”.
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