El Alcalde de Mariúpol, Vadym Boychenko, reclamó este jueves un «alto el fuego duradero» de «al menos un día» para intentar la evacuación de los civiles refugiados en la acería de Azovstal y aseguró que la ciudad «es ucraniana», al ser cuestionado sobre si los rusos la controlan.
Moscú, 21 abr (EFE).- La ciudad ucraniana de Mariúpol, cuya toma por el ejército ruso fue anunciada hoy tras varias semanas de brutal asedio, estaba marcada en rojo por los generales rusos en sus planes de conquista del Donbás desde antes del inicio de la actual campaña militar en Ucrania por su importancia estratégica.
«Las Fuerzas Armadas de Rusia y las milicias populares de la República Popular de Donetsk han liberado Mariúpol«, anunció hoy el Ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, al reunirse con el Jefe del Kremlin, Vladímir Putin.
Con casi medio millón de habitantes, el principal puerto en el mar de Azov ya se convirtió en 2014 en símbolo de la resistencia al avance prorruso, carácter irreductible que ha vuelto a demostrar en los dos últimos meses.
Sólo el martilleo constante e indiscriminado de la artillería y aviación rusas, que ha destruido casi la totalidad de su paisaje urbano, ha hecho que la ciudad inclinara la rodilla.
Según el Ayuntamiento, varios miles de personas han muerto durante el sitio de la ciudad, donde aún permanecerían unas 100 mil personas.
AZOVSTAL, EL ÚLTIMO REDUCTO
El ejército ruso habría eliminado a más de cuatro mil defensores en la batalla de Mariúpol, a lo que hay que sumar a los casi mil 500 soldados que se rindieron.
Mariúpol puede estar tomada, pero en las «catacumbas» de la acería Azovstal aún resisten varios miles de combatientes ucranianos, que se niegan a deponer las armas y a entregar las llaves de la ciudad.
Según Moscú, unos dos mil soldados ucranianos, incluidos 500 heridos, resistirían bajo tierra en condiciones inhumanas y sin apenas posibilidad de comunicarse con sus superiores.
También les acompañarían un millar de civiles, de acuerdo con Kiev, motivo por el que los atrincherados se dirigieron al Papa Francisco en un grito de auxilio.
BATALLÓN AZOV
Hace ocho años, en esa ciudad se formó el Batallón Azov, la agrupación ultranacionalista ucraniana más odiada por la máquina de propaganda rusa.
La «desnazificación», uno de los argumentos esgrimidos por Putin para invadir el país vecino, tenía por objetivo, entre otros, a los miembros de dicho grupo.
Según Shoigú, Kiev convirtió la ciudad desde 2014 «en un fuerte bastión y refugio para los nacionalistas radicales ucranianos. Esta es prácticamente la capital del Batallón Azov».
Como entonces, los miles de efectivos del Batallón Azov -unos ocho mil, según Moscú- les han puesto las cosas muy difíciles a las tropas rusas y milicias rebeldes.
El bombardeo de una maternidad y del teatro de Mariúpol, en cuyo sótano se encontraban unas mil 500 personas, demostraría la desesperación rusa, aunque Moscú acusó al batallón ultraderechista de volar el edificio.
Eso explicaría el ensañamiento del ejército ruso con este puerto, cuyo control permitirá a las tropas rusas centrarse ahora en hacerse con el dominio de toda la región de Donetsk.
Ante la falta de avances sobre el terreno, Moscú envió a las temidas unidades chechenas lideradas por el líder de la república de Chechenia, Ramzán Kadírov, enemigo declarado de los Azov.
CORREDOR HASTA CRIMEA
Mariúpol es un objetivo clave para el tendido de un corredor terrestre entre Rusia y la anexionada por Moscú península ucraniana de Crimea.
Con la caída de la ciudad, los rusos tienen el camino libre para hacer realidad su plan estratégico. Con ese fin, tres días antes de la invasión Putin reconoció la independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk.
Los crónicos problemas de abastecimiento de Crimea, principalmente de agua, convierten en fundamental que Moscú se haga con el control de esa franja de territorio en las regiones de Donetsk, Zaporiyia y Jersón.
En estos momentos, las fuerzas rusas controlan prácticamente toda la costa, incluido el puerto de Berdiansk y la ciudad interior de Jersón, donde Moscú intenta introducir el rublo como moneda de pago de las pensiones.
UN MAR INTERIOR
A partir de ahora, Ucrania ha perdido la salida al Azov, que Rusia quiere convertir en un mar interior desde que se anexionó Crimea en 2014.
La excusa es garantizar la seguridad de la península y, en particular, del puente que tendió en el estrecho de Kerch para romper el aislamiento del territorio.
Esta situación amenaza con bloquear el comercio de mercancías de Ucrania, que tendría que trasvasar todo el trasiego al puerto de Odesa en el mar Negro.