Las nuevas propuestas para legalizar el uso recreativo del cannabis deben ir de la mano de los derechos de las mujeres.
Por Carli Pierson
Ciudad de México, 20 de abril (Opendemocracy).– Desde sesiones de «Twerk and Smoke» en Zoom hasta «yoganja» (yoga más hierba), las activistas feministas de México se han unido a la lucha por la legalización de la marihuana.
«La lucha por cambiar la política de drogas en el país será feminista o no será», dice Rebeca Soto, una mujer de 31 años con el pelo negro intenso, un flequillo y un delicado anillo de oro en la nariz. De día, Soto trabaja con una iniciativa del gobierno municipal que ayuda a los consumidores de sustancias a acceder a los recursos del gobierno y de la sociedad civil. Por la noche, la activista de Ciudad de México dirige Feminismo & Flow, el colectivo de cannabis que ayudó a crear.
Desde Chile hasta México, los colectivos feministas de América Latina han liderado la respuesta a la epidemia de violencia contra las mujeres y las niñas en toda la región. Ahora, los grupos que promueven el cannabis se están haciendo un hueco dentro del movimiento.
Este mes, se espera que el Senado de México, la Cámara Alta del parlamento, apruebe la legalización de la marihuana recreativa, un hito para un país que lleva mucho tiempo sumido en la guerra contra las drogas. En marzo, la Cámara de Diputados, la cámara baja, aprobó un proyecto de ley que permitiría a los adultos fumar marihuana y solicitar un permiso para cultivar un número limitado de plantas de cannabis en casa.
La legislación también concedería licencias a los pequeños agricultores para cultivar y vender marihuana. Activistas como Soto afirman que la nueva ley podría cambiar las reglas del juego y aumentar las oportunidades de negocio, especialmente para las mujeres.
También podría desbaratar la delincuencia organizada violenta, que afecta a las mujeres de diversas maneras. La «violencia de pareja» ha aumentado en México en los últimos 20 años, pero también lo ha hecho la violencia relacionada con el crimen organizado que se ejerce sobre el cuerpo de las mujeres, como explica María Salguero, creadora del Mapa Nacional de Feminicidios en México.
La trata de niñas ha aumentado de manera constante desde 2015, al igual que los feminicidios vinculados a la violencia criminal. Los cuerpos de las mujeres son utilizados para enviar mensajes a otros grupos criminales, a personas objetivo y a la sociedad en general, independientemente de la participación personal de las mujeres en actividades delictivas.
El tráfico de drogas también afecta negativamente a las mujeres. Según un informe de la ONG EquisJusticia, «los delitos relacionados con las drogas son la quinta razón más común por la que los indígenas son encarcelados en México» y casi la mitad de las mujeres encarceladas lo están por delitos relacionados con drogas. Las mujeres que están en prisión por el uso o transporte de sustancias como el cannabis o la heroína suelen ser madres solteras, con bajos niveles de educación y mínimo acceso a oportunidades económicas.
Una mala reputación
Soto y yo nos conocimos el año pasado a través de Skype, cuando un amigo me envió una invitación a una sesión digital de «Twerk and Smoke» organizada por el colectivo de Soto. Hemos hablado con frecuencia sobre la intersección del feminismo, el cannabis y la epidemia de violencia contra las mujeres en México.
Me cuenta que hay muchos colectivos feministas como el suyo. «Antes de ser consumidora de marihuana, era feminista y me di cuenta de que había una conexión entre ambas cosas», dice Soto.
Las mujeres curanderas y herbolarias de México han utilizado la marihuana desde que fue introducida en América por los españoles en el siglo XV. Lo hacían con discreción, porque el cannabis llamó rápidamente la atención de la Inquisición española por sus propiedades alucinógenas.
El estigma en torno al uso de la planta creció a lo largo de los siglos. Después de la Revolución Mexicana (1910-20), la prensa, tanto en México como en Estados Unidos, empezó a presentar el consumo de marihuana en términos racistas, clasistas y sexistas. En las películas mexicanas y estadounidenses, la marihuana se asociaba con la prostitución y la locura. La prensa estadounidense culpó directamente a su vecino del sur, describiendo la droga como «hierba asesina mexicana».
El estigma se mantiene hoy en día, especialmente para las mujeres. En la cultura machista de México, las mujeres que consumen drogas y actúan de formas tradicionalmente percibidas como malas costumbres, son vistas como «chicas malas». Esto ha contribuido a la normalización de la violencia sexual y de género en el país. Según Soto, las mujeres que son detenidas por posesión de marihuana se enfrentan a agresiones sexuales o violaciones. Algunas incluso desaparecen.
LA NUEVA LEY Y LAS MUJERES
En una anodina casa de una sola planta de Xalapa, capital del estado mexicano de Veracruz, conocí a la doctora Paulina Mejía Correa. Dirige Divinorum Boutique Herbal, un negocio de cannabis terapéutico. La marihuana para usos terapéuticos ya es legal en México, pero sigue siendo un gran tabú. Correa, doctora en ecología tropical, habló conmigo en la sala que utiliza para ofrecer masajes y otras terapias con cannabis.
La marihuana se ha utilizado durante cientos de años en el parto, para el dolor menstrual y para la depresión posparto, me dijo. El cannabis «es una planta de uso ancestral, especialmente para las mujeres». Correa explicó que las mujeres tienen más receptores de cannabinoides -que los científicos han identificado por desempeñar importantes funciones en el cuerpo y el sistema nervioso, incluyendo la regulación del estado de ánimo, el apetito, el dolor y las funciones inmunológicas-, por lo que el cannabis tiene un efecto diferente en las mujeres en comparación con los hombres.
Los activistas afirman que la nueva ley para legalizar el cannabis recreativo ayudará a arrebatar a los cárteles de la droga el control de la producción y el suministro de marihuana, y abrirá un espacio para las mujeres empresarias como Correa.
Según Soto, la nueva ley supondrá más oportunidades para las mujeres en una industria que ha estado controlada en gran medida por los hombres. Podría ayudar a las agricultoras de «comunidades remotas e indígenas que han sido de las más afectadas por la guerra contra las drogas», añadió.
La ley propuesta trata de abordar algunas de las desigualdades establecidas en el sistema. Dice que, durante los primeros cinco años, al menos el 40 por ciento de las nuevas licencias de cultivo de cannabis se reservarán para los indígenas, los ejidos y otras comunidades agrarias marginadas. Sin embargo, no se menciona ninguna disposición específica para las mujeres.
LA NUEVA LEY ABRIRÁ ESPACIO PARA EMPRESARIAS
Zara Snapp, cofundadora del Instituto RIA de Ciudad de México, que aboga por la justicia social, afirma que la nueva legislación es un paso en la dirección correcta.
Sin embargo, las tres mujeres que entrevisté señalaron las ambigüedades de la nueva ley que podrían afectar negativamente a las mujeres. Por ejemplo, prohíbe el consumo de marihuana delante de menores, lo que afecta directamente a las mujeres, ya que éstas suelen encargarse del cuidado de los niños.
Tanto Soto como Snapp están trabajando para reformar la ley propuesta desde una perspectiva de género. Quieren que se despenalice la posesión y que se elimine la prohibición de consumir delante de menores.
Reiteran la importancia de liberar a las mujeres encarceladas por delitos menores relacionados con el cannabis, así como de darles acceso a la rehabilitación y a las oportunidades económicas. Éstas podrían estar en el recién legalizado sector del cannabis, ya que las mujeres suelen participar en el cultivo, el envasado y el transporte de la marihuana.
Snapp también forma parte de la junta directiva de ReverdeSer, una ONG que trabaja por una política pública socialmente progresista en materia de drogas. Destaca la propuesta de reservar el 80 por ciento de las licencias de cultivo para el sector social (comunales, ejidos o pequeñas propiedades y sociedades cooperativas) y el 50 por ciento de todas las licencias para las mujeres. Asimismo, «el 50% de las personas empleadas en la industria deben ser mujeres».
Esta propuesta es apoyada por colectivos feministas como Mujeres Forjando Porros y Forjando Luchas, al que pertenecen tanto Soto como Snapp. Desde el empoderamiento de las mujeres a través de pequeños negocios hasta la seguridad de las mujeres, la legalización de la marihuana es una parte integral de la lucha feminista, explicó Soto. La legalización «ayudaría [a las mujeres] a acceder y utilizar la planta y la flor sin poner en riesgo su seguridad, su libertad o su salud, o la de las personas a las que cuidan», dijo.