Alejandro De la Garza
02/04/2022 - 12:03 am
La guerra según Žižek
«Entramos a una nueva fase de la guerra y la política global, asegura el esloveno, en la cual, además del altísimo riesgo de una catástrofe nuclear, estamos en plena ‘tormenta perfecta’ y las potencias parecen sólo reforzar la grave crisis global intensificada por la pandemia y las enfermedades, el cambio climático manifiesto en todas las geografías, la pérdida de la biodiversidad y la reducción de las reservas de agua y alimentos».
El sino del escorpión lee en Project Syndicate el ensayo sobre la guerra entre Rusia y Ucrania del filósofo, teórico y analista esloveno Slavoj Žižek, quien por sus opiniones hegeliano-marxistas con tintes lacanianos ha sido acusado de casi cualquier cosa, desde neoestalinista y postcomunista pragmático hasta rockstar de la filosofía y falso gurú. Con todo, su experiencia socialista y sus reflexiones políticas fraguadas al interior del bloque ex soviético resultan formativas para los occidentales incapaces de “descifrar a Putin”.
Con el sonoro título “De la guerra fría a la paz caliente”, el texto de Žižek vislumbra la reconfiguración del poder mundial a raíz de la invasión rusa de Ucrania, y destaca el desconcierto de los estrategas de la realpolitik por el “impulso atávico de conquista” de Vladimir Putin, desplegado en un mundo regido por la lógica de hierro de los mercados y los intereses nacionales. No obstante, subraya, ese desconcierto occidental parte de un error: olvidar que, bajo el capitalismo global, las últimas formas de lucha política son las guerras étnicas, religiosas y culturales.
Entramos a una nueva fase de la guerra y la política global, asegura el esloveno, en la cual, además del altísimo riesgo de una catástrofe nuclear, estamos en plena “tormenta perfecta” y las potencias parecen sólo reforzar la grave crisis global intensificada por la pandemia y las enfermedades, el cambio climático manifiesto en todas las geografías, la pérdida de la biodiversidad y la reducción de las reservas de agua y alimentos.
Esta guerra, desatada en momentos en los cuales la supervivencia de la humanidad está en riesgo por la crisis ecológica, sanitaria y alimentaria, y todos los esfuerzos deberían dirigirse a enfrentar esas graves y complejas amenazas, ha forzado un cambio en nuestras preocupaciones prioritarias hacia esta nueva crisis política, un nuevo “choque de civilizaciones”, como lo define Žižek basado en el famoso libro de Samuel Huntington.
Se requiere civilizar a nuestras civilizaciones mediante cambios sociales radicales, pero no podemos arriesgarnos a una nueva guerra para impulsar esos cambios, pues implicaría el fin de esas civilizaciones como las conocemos y el probable surgimiento de pequeños grupos autoritarios esparcidos por el mundo. Tampoco podemos albergar muchas ilusiones porque, en un sentido básico, “la Tercera Guerra Mundial ya ha empezado, aunque por ahora se luche mayormente a través de proxies”, insiste Žižek en un duro upper cut al lector. Ante ello, continúa, los llamados abstractos a la paz no son suficientes, porque todos han puesto como pretexto buscar la paz, tanto Putin como Ucrania, Europa y Estados Unidos, lo cual nos lleva de nuevo a esa “paz caliente” del capitalismo global en crisis, basada en las constantes guerras locales.
Žižek señala sin miramiento cómo Rusia invade, ataca civiles, desplaza a millones y, con todo, muchos llaman primero a entender la complejidad de todo el proceso de la guerra. “Claro, existe una gran complejidad en el fenómeno, pero eso no justifica lo hecho por Rusia”, subraya. Putin aprovechó la incredulidad de Occidente ante su anuncio de acciones bélicas para “desnazificar” Ucrania, y las apoyó en su filósofo de cabecera, Alexander Dugin, quien afirma con relativismo:
“La posmodernidad enseña que la llamada verdad es cuestión de creer. Nosotros creemos en lo que hacemos, creemos en lo que decimos. Y esa es la única manera de definir la verdad. Así que nosotros tenemos nuestra muy especial verdad rusa que ustedes necesitan aceptar”.
La siguiente pregunta, pergeña el alacrán, sería ¿cuál es la verdad de la gente en Siria, en Ucrania, en Afganistán? ¿acaso no pueden ellos escoger también su propia verdad? Esas verdades no importan al Kremlin ni a las grandes potencias y sus esferas del poder: son escenarios de guerras menores donde los grandes poderes disputan sus intereses. Desde ese punto de vista, no hay una guerra, sino una intervención militar especial para pacificar Ucrania y sus provincias —Rusia ha insistido en ello. Pero la guerra en efecto sucede cuando los “grandes jefes”: Rusia, China, Estados Unidos, no acuerdan los límites de sus esferas de influencia, abunda el filósofo.
En cuanto a Europa, el Ministro ruso Sergei Lavrov fue duro: la única solución conjunta es la desmilitarización de los países europeos. El analista ruso Dmitry Evstafiev lo resume así: “Es claro que Rusia no percibe a Europa como socio. Rusia tiene tres socios: Estados Unidos, China y la India. Para nosotros, Europa es un trofeo para ser dividido entre nosotros y los estadunidenses”.
Brillante, provocador, Žižek no deja de sorprender al alacrán, incluso cuando apunta la gravedad de apoyar una “pacificación” rusa de Ucrania, porque esto intensificaría al creciente predominio ruso y empeoraría la confrontación en plena nueva crisis del capitalismo global, con sus sacudidas y reacomodos mundiales.
Como posible salida útil, Žižek propone una especie de nueva “no-alineación” de los países ajenos a estos conflictos, pero no una no-alineación neutral frente a la guerra, sino en el sentido de cuestionar la noción completa de “choque de civilizaciones”. El nuevo no alineamiento debe ensanchar el horizonte, asumir una lucha global y diversificada, más allá de las esferas de poder, pues debe estar contra la rusofobia y por igual apoyar a los rusos opositores a la guerra.
Si los conflictos étnicos, religiosos y culturales son las formas de lucha alentadas por este agobiante capitalismo global, la “paz caliente” en efecto sustituirá a la guerra fría, barrunta, no sin ansiedad, el venenoso.
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