Grupos especiales del Ejército mexicano tomaron el control de la seguridad en el poblado de Naranjo de Chila, en el estado de Michoacán, lugar de nacimiento de Nemesio Oseguera Cervantes «El Mencho», líder del CJNG. Trabajan para detectar minas antipersona, luego de la explosión de dos artefactos explosivos en los últimos 20 días.
Por Armando Solís
NARANJO DE CHILA, México, 19 de febrero (AP). — La patrulla entra en el camino de tierra. Los soldados se bajan y empiezan a caminar con cuidado, encabezados por un oficial con un detector de metales. “Pi-pi-piiii” se escucha. Al detectar una potencial mina, regresan, se colocan el equipo antiexplosivos y la desactivan.
La escena podría ser usual en otros puntos del mundo, pero en México no lo era hasta ahora.
Esta semana, las autoridades del estado de Michoacán, en el occidente de México, reconocieron formalmente la primera víctima civil por una mina terrestre: un anciano cuya camioneta pasó encima del rudimentario explosivo colocado en territorio que se disputan el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el grupo criminal local Los Viagras. Pero las víctimas podrían ser más.
Según el militar que hizo la demostración de su trabajo a la prensa, él lleva desactivadas más de 25 minas de este tipo en los territorios donde nació el líder del CJNG, Nemesio Oseguera Cervantes, uno de los fugitivos más buscados por México y Estados Unidos.
Los explosivos caseros pueden ser activados mediante un celular, por la presión o al mezclarse dos sustancias químicas, explicó.
La semana pasada, un vehículo del Ejército quedó inutilizado por un explosivo improvisado colocado en una carretera y diez soldados resultaron heridos, aunque no está claro si a consecuencia de la mina o por otras armas. Ése fue el primer uso exitoso de este tipo de explosivos contra un objetivo militar en México.
Sin embargo, los explosivos a bordo de drones han generado más miedo en Michoacán que las minas, y no es extraño ver tejados de lámina con agujeros por el impacto de esas bombas lanzadas desde el aire.
Las fuerzas armadas ya tienen presencia en municipios que durante meses estuvieron tomados por los cárteles. Los militares dicen que desde que llegaron se ven más personas en las calles, pero en realidad el miedo sigue presente.
Una mujer en una moto que se identifica únicamente como María Mercedes sólo repite que todo está tranquilo.
“Estamos bien, gracias a Dios … es lo mismo, antes estaba tranquilo también, era normal. No puedes hablar ni decir nada tampoco», señaló. Sin embargo, sin dar detalles, dice que ella salió de una comunidad cercana por la violencia.
Michoacán es codiciado por los cárteles de la droga por su puerto marítimo, clave en las rutas del narcotráfico, pero también por la oportunidad de extorsionar a los productores de aguacates y limones, que son amenazados de muerte si no pagan a los grupos criminales.