Alejandro De la Garza
19/02/2022 - 12:03 am
Inventando que sueño
«Siempre imbricado de misterio, interpretaciones, literatura y especulación, resulta difícil definir el sueño; nos obstante, la clarificación de las características de sus fases neurobiológicas ha contribuido a su mejor comprensión».
El insomnio parece también ser el sino del escorpión. Recostado da vuelta de un lado a otro de la cama, se agita bocarriba, bocabajo, del lado del corazón, en posición fetal o bien extendido, pero siempre tenso como cuerda de violín mientras repasa los pendientes en la cabeza, como si fuera a resolverlos desde la alta madrugada. Sólo por esta dura vigilia, el alacrán se atreve a “apropiarse” del magnífico título del libro de relatos del maestro José Agustín, para indagar aquí sobre el sueño, el insomnio y sus consecuencias.
La salud mental de las sociedades se ha alterado probadamente durante los últimos dos años a causa de la pandemia. Dentro de esas alteraciones, los trastornos del sueño ocupan un lugar relevante, según los expertos, junto con las afectaciones asociadas a la incapacidad para dormir, como la ansiedad y la depresión (dos caras de la misma moneda), la distracción y la somnolencia diurna, así como la modificación del reloj biológico y los ritmos circadianos (cambios físicos, mentales y conductuales ajustados al ciclo de 24 horas).
Cuando por fin parece conciliar el sueño, una sensación de caída y sobresalto trae al arácnido de vuelta a la vigilia. Ahora lee sobre el término clínico referido a esta sensación: la mioclonía hípnica es un movimiento muscular rápido e involuntario de pocas consecuencias. Igualmente, comprueba en su lectura lo ya experimentado: el alcohol, por sus cualidades hipnóticas, sus efectos relajantes y sedantes, parece ser un inductor del sueño inocuo, cuando en realidad la mayor parte de los estudios relacionan el consumo de alcohol con una menor duración del sueño; es decir, a mayor consumo de alcohol, disminuye significativamente la duración del sueño. En efecto suele ocurrir una caída en un sueño profundo luego de beber un poco en exceso, pero de igual forma, este sueño no es reparador ni prolongado, y tras un par de horas despertamos inquietos, deshidratados y con sed (¡vaya noche de mezcales!).
Por fortuna, el venenoso no fuma (sus vicios son otros), y su lectura le confirma ahora la significativa reducción de los periodos de sueño en quienes padecen tabaquismo, una latencia de sueño más larga (tiempo transcurrido en conciliar el sueño), mayor frecuencia de apneas (pausas respiratorias) y de la cantidad de movimientos durante el sueño, además de una menor calidad de sueño en referencia a los no fumadores.
Por su parte, el consumo de cafeína en bebidas, tan ampliamente difundido a escala mundial, goza de popularidad a causa de los efectos positivos asociados a su consumo moderado: mejora el estado subjetivo de alerta, modifica los tiempos de reacción, disminuye la fatiga y la somnolencia durante el día. No obstante, de acuerdo con estudios científicos, la cafeína aumenta el tiempo de acceso al sueño, disminuye su duración total, aumenta la actividad motora durante éste y disminuye su “consolidación”, como se llama al proceso de consolidación de la memoria (y el aprendizaje) producto del sueño.
Más acá de Freud y el enfoque psicoanalítico, observa el alacrán, los mayores descubrimientos respecto al proceso del sueño en los últimos años corresponden a su neurobiología, es decir sus mecanismos fisiológicos y su sustrato neuroanatómico. Siempre imbricado de misterio, interpretaciones, literatura y especulación, resulta difícil definir el sueño; nos obstante, la clarificación de las características de sus fases neurobiológicas ha contribuido a su mejor comprensión.
En su “Neurobiología del sueño y su importancia”, los investigadores médicos mexicanos Paul Carrillo, Jimena Ramírez y Katia Magaña, sintetizan el proceso del sueño. Dormimos, nos dicen, entre otras cosas, para restablecer o conservar nuestra energía; eliminar los radicales libres acumulados en el día (su exceso incrementa el riesgo de padecer cáncer y otras enfermedades); para regular y restaurar la actividad eléctrica cortical; para regular también nuestra temperatura, metabolismo y sistema endócrino; para activar el sistema inmune y para consolidar la memoria.
Los estudios más recientes, apoyados en el electroencefalograma (EEG), explicitan dos momentos del sueño: el sueño No-MOR (sin Movimiento Ocular Rápido) y el sueño MOR (el más profundo), pero el primer momento incluye un proceso de cuatro fases. La fase uno corresponde a la somnolencia o el inicio del sueño ligero; en ella es muy fácil despertarse, la actividad muscular disminuye paulatinamente y pueden observarse algunas breves sacudidas musculares súbitas. En la fase 2, la temperatura, la frecuencia cardiaca y respiratoria comienzan a disminuir. Las fases tres y cuatro (de ondas lentas en el EEG) son las más profunda del sueño sin movimiento ocular rápido (No-MOR).
Finalmente, el sueño MOR se caracteriza justamente por la presencia de movimientos oculares rápidos, la disminución del tono muscular (con excepción de los músculos respiratorios y los esfínteres vesical y anal), la irregularidad e incluso incremento de la frecuencia cardiaca y respiratoria, y puede existir erección espontánea del pene o del clítoris. Durante este sueño MOR se producen la mayoría de nuestras ensoñaciones, y si despertamos durante esta fase solemos recordar vívidamente el contenido de nuestras ensoñaciones.
El alacrán está hipnotizado con la lectura y quisiera saber quién sueña a quién, como se pregunta Borges ante el espejo, pero insomne se le ha escapado la noche otras vez y, sin beca ni fortuna, debe levantarse y salir a trabajar (tarde y con sueño).
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