Gainbourg, en el papel de una mujer recién separada, con dos hijos adolescentes y una muchacha de la calle acogida en el trastero de la casa -Noée Abita-, es la principal transmisora del sentimiento de vulnerabilidad y la melancolía, tanto cuando ríe como si llora.
Por Gemma Casadevall
Berlín, 13 de febrero (EFE).- Una eternamente melancólica Charlotte Gainsbourg completó hoy con Les passagers de la nuit la ronda francesa de la Berlinale, un festival dominado numéricamente por producciones del país vecino y al que el cine español se incorporará mañana, en la recta final de la lucha por los Osos.
«La nostalgia es mi lenguaje cinematográfico de adopción», afirmó el director francés Mikhaël Hers acerca de su película, donde todo apunta a ese factor, desde la música hasta las voces radiofónicas que se escuchan o las imágenes de archivo que intercala a la ficción.
Gainbourg, en el papel de una mujer recién separada, con dos hijos adolescentes y una muchacha de la calle acogida en el trastero de la casa -Noée Abita-, es la principal transmisora del sentimiento de vulnerabilidad y la melancolía, tanto cuando ríe como si llora.
«Es un personaje en busca de la felicidad, aunque no sabe exactamente cómo alcanzarla o hasta qué punto ello implicará nuevas sacudidas en su vida», explicó la actriz francesa.
Una Emmanuelle Béart masculinazada es su jefa en el programa radiofónico nocturno donde trabaja y por el que deambulan invitados, o pasajeros de la noche desvalidos. «La radio tenía por entonces el monopolio de la noche», explicó el director parisino.
Entre esos personajes necesitados de ternura estará Talulah, la muchacha a la que deja entrar Gainsbourg en su casa, sin calibrar sus posibles efectos en el hijo que quiere ser poeta o sobre ella misma.
Hers lanza su cámara por el París de los 80, partiendo de la victoria electoral del socialista François Mitterrand, en 1981. Retrata la euforia de esa noche y reproduce la estética de entonces, hasta adoptar para su película un tono deliberadamente descolorido, a imagen de las fotos de entonces.
Su película redondeó la nutrida presencia del cine francés -o francófono, si se le suman el filme la canadiense «Un éte comme ça», de Denis Coté, aún por descubrir- entre el total de 18 aspirantes a los Osos del festival.
Había abierto la ronda, el pasado jueves, un Peter von Kant donde François Ozon convierte en drama de celos y dominio entre dos hombres homosexuales las Amargas lágrimas de Petra von Kant, de Rainer Werner Fassbinder.
No tiene el factor transgresor que, en 1972, supuso la historia de amor lésbico filmada por el fallecido director alemán, pero se recibió como un tributo del francés a su «hermano mayor» cinematográfico.
De Francia llegaron también las necesarias dosis de estrellato intrínsecos a todo festival -como Juliette Binoche y Vincent Lindon, pareja de lujo al frente de Avec amour et acharnement, o Valeria Bruni Tedeschi, en «La Ligne», un film que se atreve a plantear la figura de una hija como brutal maltratadora de su madre-.
Incluso algo de francés tenía la película de la alemana Nicolette Krebitz A E I O U – A quick alphabet of Love-, una historia de amor entre una actriz de 60 años y un adolescente que de robarle el bolso de un tirón pasa a ser su alumno, en clases de dicción interpretativa.
Ella es una sesentona de cuerpo joven, elegante, agria e inteligente. Él, un talento teatral por pulir, con el que pasa del Berlín donde viven a un casino de la Costa Azul.
LA MÁS HERMOSA HISTORIA DE AMOR CHINA
El cine asiático conmovió en esta jornada de domingo con Yin ru chen yan – Return do dust-, dirigida por Li Ruijun, que convierte en una historia de amor y respeto lo que arranca de un matrimonio concertado por la familia entre dos desventurados: una mujer estéril e incontinente y un agricultor que empieza a ser demasiado viejo para seguir solo.
Juntos levantarán de la nada un hogar, lo que en la China rural consiste en convertir el fango en ladrillos, secarlos al sol y construir la casa sobre un solar que tal vez se lleve poco después la excavadora, por orden de los planes estatales y la expropiación forzosa.
Era la tercera película de la jornada, pero logró encontrar su espacio y tocar la fibra en una Berlinale «comprimida» en seis días, en lugar de los diez habituales.
LA RECTA FINAL ESPAÑOLA
El jurado presidido por el director estadounidense M. Night Shyamalan repartirá el miércoles sus Osos. Al cine español le corresponde entrar en liza en la recta final. Mañana lunes se estrenará Un año, una noche, de Isaki Lacuesta y con Nauel Pérez Biscayart en el papel protagonista. Le seguirá, el martes, Alcarràs de Carla Simón.
La directora (Barcelona, 1986) llega a esta Berlinale tras haber ganado el premio a la ópera prima en su edición de 2017 con Estiu 2017. Lacuesta (1975, Girona) lo hace con una producción hispano-francesa, que parte del trauma del atentado yihadista contra la sala parisina Bataclán.