En entrevista con SinEmbargo por su primera novela, el monero Patricio Ortiz compartió cómo fue su incursión en la ficción narrativa con una historia sobre tres amigos que viajan en el tiempo hasta 1994, unos días antes de que sea asesinado Luis Donaldo Colosio.
Ciudad de México, 15 de enero (SinEmbargo).– El monero Patricio Ortiz ha publicado su primera novela Tres amigos, un Maserati y los señores mayas del tiempo (FCE), una ucronía en la que explora un mundo paralelo del año 1994 en el que Luis Donaldo Colosio se salva de ser asesinado en Lomas Taurinas.
“(El 94) fue un momento muy traumático para el país. Como dicen por ahí, ‘haiga sido como haiga sido’ marcó un cambio de derrotero para el país. Quién sabe si para bien o para mal, pero así fue”, compartió el escritor, guionista, ilustrador y monero en entrevista con SinEmbargo al ser cuestionado sobre la relevancia de este año en la historia moderna del país.
En la novela Aristarco, Chuy y Martina, tres amigos inseparables, viajan a Campeche, en donde por azares del destino conocer a un señor maya del tiempo y sin buscarlo terminan en el año de 1994, pero correspondiente a otra realidad que poco a poco es develada en la historia.
Con un estilo mordaz, Patricio describe con puntualidad los recovecos de la política mexicana y teje toda una serie de intrigas en la que sus personajes se ven envueltos y las cuales solucionan con un ingenio que atrapa al lector de principio a fin.
El autor señala que, sin duda, las cosas hubieran sido diferentes si Colosio hubiera sobrevivido y ganado las elecciones de 1994, aunque señala que para él hubiera sido “un Presidente priista más” ya que “sus antecedentes no daban para otra cosa. Sin embargo, hubiera sido distinto”.
“Colosio también murió joven. No dio tiempo a que él mismo echara a perder su carrera y su legado, como sucede con tantos otros políticos y héroes patrios que viven hasta la vejez y ellos mismos acaban con su propio legado. Quizá Colosio está mitificado por el hecho de que lo mataron joven y que fue víctima de poderes oscuros que a todos n
os agraviaron. Es muy fácil ponerlo en el pedestal y hacerlo estatua porque tampoco tuvo tiempo de hacer grandes barbaridades”, compartió al hablar sobre por qué se ha mitificado al excandidato priista.
En cuanto a si seguirá ahondando en el género de la novela, Patricio compartió que tiene en puerta otros proyectos, entre ellos una segunda novela narrativa y una serie de novelas gráficas conjuntas “con un amigo dibujante caricaturista buenísimo para hacer”.
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—Te estrenas en la ficción narrativa con esta primera novela: Tres amigos, un Maserati y los señores mayas del tiempo, antes de entrar en la materia de esta divertida ucronía, cuéntame cómo fue dar este paso de los monos a la ficción narrativa.
—Algo que quizá no es tan conocido, aunque mucha gente me ha leído, es que casi desde que empecé a publicar caricaturas también empecé a publicar textos humorísticos. Siempre me gustó mucho escribir. Estaba muy influenciado por los textos de Woody Allen y de algunos otros escritores de humor; también por Jorge Ibarguengoitia que siempre me encantaban sus novelas.
Entonces empecé a publicar. Por todos lados publicaba historias cortitas de humor absolutamente absurdas. Cuando estuve en El Chamuco siempre publicaba historietas o caricaturas y también algún texto de humor. Cuando estuve en Milenio —como siete años— tuve una columna los sábados que se llamaba “El pescado original”, que siempre eran textos de humor.
Uno de mis autores favoritos es Paul Auster y empecé a publicar cosas que son ficción, pero que están escritas para hacer creer al lector que son realidad. Tengo anécdotas muy divertidas con textos que publiqué y causaron revuelo en su momento. Traía eso desde hace mucho y tenía ganas de escribir una novela. Ya había empezado algo, pero no acaba de cuajar. De repente me llegó esta idea, que es la que está en esta novela. En una caminata me llegó la idea completita, la bajé de la nube y dije que era buenísima para hacer algo.
Ahí fue cuando se me ocurrió ya ponerme a escribir una novela y así lo hice.
—Sin hacer demasiado spoiler, la historia que presentas está como dices “entre la política de ficción y la ficción científica menos ortodoxa”. Un relato de tres amigos —Aristarco, Chuy y Martina— inseparables que se desarrolla en 1994 en un mundo paralelo. ¿Por qué este año es clave para entender el actual acontecer nacional?
—No lo elegí por alguna razón política-histórica particular. Incluso en el mismo libro se explica que acaban ahí por accidente. No es que hayan decidido salvar a Colosio. De eso se trata el libro, lo dice la contraportada. Ellos llegan por accidente al 94 unos días antes del magnicidio en Lomas Taurinas. Ya saben lo que va a pasar y ellos se preguntan qué hacer, si vale la pena salvar a Colosio o no y cómo le harían para salvarlo. Luego viene toda la historia.
No hay ninguna razón en particular por la cual hayan acabado en esa fecha, sino más bien que así se me ocurrió la historia de entrada y me pareció que estaba muy chistoso el ponerlos en esa situación absurda en un momento convulso y de grandes cambios, porque fue el año de los zapatistas, del magnicidio de Colosio y que marcó un momento muy fuerte.
Fue un momento muy traumático para el país. Como dicen por ahí, ‘haiga sido como haiga sido’ marcó un cambio de derrotero para el país. Quién sabe si para bien o para mal, pero así fue.
—¿El magnicidio de Luis Donaldo Colosio fue el parteaguas de nuestra realidad? ¿De haber sobrevivido al atentado, en la realidad, las cosas habrían sido diferentes?
—De que hubieran sido diferentes, hubieran sido diferentes, porque Colosio hubiera sido Presidente y quién sabe qué hubiera hecho. Creo, como muchos otros, que hubiera sido un Presidente priista más. Sus antecedentes no daban para otra cosa. Sin embargo, hubiera sido distinto.
¿Qué hubiera pasado después? Quién sabe, pero, como cualquier evento histórico, me imagino que muchos nos preguntamos qué hubiera pasado si no lo hubieran matado. Lo mismo sobre qué hubiera pasado si no hubiera ocurrido la matanza del 68, si Hernán Cortés no hubiera conquistado Tenochtitlan. Es una materia muy fértil para la imaginación porque nos podemos imaginar cualquier cosa.
—Bajas del pedestal a Colosio y lo colocas entre tus personajes, aunque aclaras que es un mundo paralelo. ¿Por qué crees que se tiene tan arriba la figura de Colosio hasta la actualidad?
—Por la misma razón que se suele poner en un pedestal a los héroes patrios: a casi todos se los echaron a temprana edad. Hidalgo, Morelos, Villa y Zapata murieron jóvenes haciendo lo que estaban haciendo. Colosio también murió joven. No dio tiempo a que él mismo echara a perder su carrera y su legado, como sucede con tantos otros políticos y héroes patrios que viven hasta la vejez y ellos mismos acaban con su propio legado.
Quizá Colosio está mitificado por el hecho de que lo mataron joven y que fue víctima de poderes oscuros que a todos nos agraviaron. Es muy fácil ponerlo en el pedestal y hacerlo estatua porque tampoco tuvo tiempo de hacer grandes barbaridades.
¿Ahorita quién le hace una estatua a Carlos Salinas? Nadie, porque sabemos lo que hizo. Lo mismo con Calderón y casi con cualquier otro Presidente. Pero Colosio no tuvo tiempo de ser Presidente y mucha gente se podrá imaginar las cosas buenas que podría haber hecho. Se me hace muy curioso en este momento —escribí la historia porque se me ocurrió y se me hizo muy chistosa— que ahora que sale el libro, el hijo de Colosio empieza a ser relevante y que podría ser incluso candidato a la presidencia en el 2024. Es interesante esta curiosa coincidencia.
—Insistiré en un punto. En realidad son pocas las ucronías que se han escrito en México, recientemente Omar Nieto publicó El Juego Secreto de Moctezuma (Harper Collins), que tiene un antecedente con un cuento de Héctor Chavarría en la Crónica del Gran Reformador. Ambas transcurren en el México Prehispánico, una ventana en la cual te has asomado con tu colección México antes de ser México (Grijalbo), ¿cómo resististe llevar tu historia al 94 y no a esa época en la que has centrado tus estudios?
—Es algo curioso. Regreso a Paul Auster, este autor que he citado, que dijo que las historias les llegan a las personas que están listas para contarlas. El hecho es así. Salí a dar una caminata al jardín y en media hora tenía la historia de principio a fin, con personajes, con algunos hechos importantes de la novela. La historia me dio mucha risa. Entonces no hubo una reflexión o debate sobre a dónde los voy a llevar, si los pongo en el México prehispánico. Ya que tenía todo eso la empecé a desarrollar.
También algo que pasó fue que se me ocurrió esta historia precisamente antes de hacer México antes de ser México, o sea, estaba estudiando sobre los mayas, a los cuales los llamaban los señores del tiempo por su extraordinaria capacidad para el manejo de las matemáticas y cálculos astronómicos. Estaba inmerso en ese mundo cuando se me ocurrió esta historia. Entre un libro y otro, en el transcurso de hacer el tomo II, pensé que también era una buena pausa para dejar descansar un rato ese tema y dedicarme a otra cosa. Hacer ahora una historia de ficción, dedicarme a la narrativa, escribir mi primera novela y hacer una pausa en estos otros libros que, aunque son de humor y tienen caricatura, también requieren de más estudio y no es tan lúdico como la novela. Esa es la razón.
—¿Hay algún personaje con el que te identifiques más? Uno de ellos es de Veracruz como tú. ¿Tienes algún álter ego?
—Los tres personajes son como una amalgama de muchas personas, particularmente varios amigos míos. Físicamente a Aristarco me lo imagino como a un amigo, pero su personalidad tiene un poco de la mía, pero también de varios amigos conjuntados. Chuy está basado en un amigo que se llama Chuy precisamente. Pero su personalidad no es exactamente igual y algunas de las historias que cuenta son historias que me contó ese amigo, pero están trabajadas y modificadas.
El personaje de Martina está también basado en algunas amigas e incluso en algunos personajes de series cómicas que me gustan mucho. Son una amalgama que fui trabajando. Lo que costó un poco más de trabajo fue separar a los personajes y darle a cada uno su personalidad. Chuy y Aristarco de repente se me hacían muy parecidos y con el transcurso de las páginas empecé a encontrar la personalidad de cada quien, y los empecé a distinguir. Pero creo que de esos dos personajes ambos tienen un poco de mi propia personalidad.
—Por último, Patricio, ¿seguirás explorando esta línea de la ficción narrativa o qué sigue?
—Sí, el escribir esa novela para mí fue un proceso muy placentero, increíblemente enriquecedor. Podría estarme una hora platicando sobre todo lo que me pasó. Fue muy mágico. Se me queman las habas por empezar la siguiente novela. Ya tengo la historia y el nombre.
Ahorita estoy trabajando en otro proyecto que también es narrativo, pero no voy adelantar nada porque no quiero echarlo a perder. Es un proyecto con un amigo dibujante caricaturista buenísimo para hacer una serie de novelas gráficas conjuntas. Escribiría y él dibujaría. Después de eso empiezo la nueva novela y empiezo el nuevo tomo de México antes de ser México. Acabo de terminar el tercer tomo y empiezo por el cuarto. Ahí voy a ir combinando narrativa con mis libros de historia, novelas gráficas y caricaturas.
No podemos salir ni a la esquina, entonces me pongo a chambear. No hay ninguna fecha ni plazo para entregar nada. A todo hay que darle su tiempo. Por ejemplo, esta novela me llevó como cuatro años que saliera: un año de escribir, un año de descansar, un año de corregir, un año de proceso editorial. El tomo III de México antes de ser México estoy apunto de entregarlo y ese va salir este año. Los demás así como vaya terminando los voy ir entregando, pero no tengo en este momento ningún plazo. Espero que sea rápido.