En el juguete están las costumbres, la vida cotidiana y la vida social de un pueblo. Cómo comen, cómo se relacionan, cómo se representan los papeles de hombres y mujeres. Los objetos útiles en la vida cotidiana que se crean en pequeño, desde la canastita hasta el camión.
Ciudad de México, 9 de enero (SinEmbargo).- El juguete artesanal es más elocuente que el juguete industrial porque en su forma y sus materiales está mucho de la vida y la historia de las comunidades donde se hace y se usa. Por lo tanto, cada objeto puede ser interrogado desde diferentes perspectivas y con herramientas de análisis muy diversas.
Se puede reconocer en cada juguete cuáles son las relaciones que tiene el grupo social con el entorno natural. Los materiales de los que está hecho nos hablan de lo que crece ahí, tanto de lo que se cultiva como de lo que puede producir la tierra. Las tierras mismas son determinantes.
En el juguete están las costumbres, la vida cotidiana y la vida social de un pueblo. Cómo comen, cómo se relacionan, cómo se representan los papeles de hombres y mujeres. Los objetos útiles en la vida cotidiana que se crean en pequeño, desde la canastita hasta el camión, venido intempestivamente de afuera, son significativos más allá de lo que representan.
Las creencias, los mitos y los ritos surgen también en algunos juguetes con naturalidad o como reiteración de ritos presentes o pasados, muchas veces olvidados.
Los juguetes son hijos del mestizaje y el sincretismo: sus orígenes son múltiples y merecen ser considerados en cada región de México.
Los animales aparecen con enorme frecuencia en los juguetes. Un universo rico y fascinante a explorar en todas sus variantes que van de la biología a la espiritualidad. De la mascota y la bestia de trabajo al nahual.
El acto de jugar tiene maneras y significados que merecen ser analizados con especificidad y profundidad, con mentalidad abierta y curiosidad verdadera por conocer lo diverso. Entrar en un mundo donde no necesariamente todo es racional y funcional o lo es en grados diversos. Como cuando se habla del “sentido del sinsentido”.
El juguete es parte de un fenómeno más amplio donde entran ocasionalmente la música, la letra de una canción, muchas veces antigua, y las reglas de un juego que crea otro espacio y otro tiempo. Hay incluso juegos y juguetes funerarios, que para la sorpresa y descubrimiento de muchos hemos presentado en nuestro número sobre El arte ritual de la muerte niña.
El análisis estético del juguete no ha rebasado el nivel de ser sólo mencionado para entrar en aspectos específicos de la estética que guía a los artesanos de cada región y hasta de cada taller familiar o personal. Son muchas las estéticas posibles, incluyendo las de la monstruosidad.
Una acción urgente es recorrer completamente el país para trazar una historia cultural del juguete; es decir hacer el recuento exhaustivo del que existe y del que existió. Así como el que podría resurgir. Hay listados valiosos pero insuficientes y uno más completo tendría que incluir necesariamente la reflexión sobre el sentido del juguete y la crítica argumentada de la extinción y probable o improbable renacimiento de algunas piezas.
En esta edición de Artes de México hemos querido, quizá con un tinte de nostalgia, acercarnos de diferentes maneras a este tema.
Proponemos, como siempre en nuestra revista, no abandonar la reflexión y adelantamos un breve texto de Roger Caillois sobre la naturaleza del juego y sus relaciones con el sentido de la vida. Queremos incitar al pensamiento vivo y experimental más que ofrecer interpretaciones absolutas.
Proponemos conocer un juguete fascinante, simple y lleno de misterios desde su nombre mismo: el chintete. Rayo, lagartija y serpiente al mismo tiempo. Nahua y zapoteco. Y mostramos algunos de la colección Ruth D. Lechuga que son especialmente bellos.
En pocas regiones como en la Sierra Tarahumara, los juguetes, creados por los niños muchas veces, están tan vinculados a la práctica comunal de la observación y el silencio. Y las miniaturas pueden ser a la vez juguete y objeto ritual.
Un panorama general del juguete en el país nos es ofrecido por Marta Turok, necesariamente transitando por el lado de la nostalgia. Poemas nuevos y canciones infantiles conviven con gracia en este número. Otra manera de acercarse al juguete es la realizada por Gabriela Olmos: ¿Por qué no aproximarse a la fantasía de un juguetero de Guanajuato reconocido por su habilidad y destreza, como don Sshinda, y a través de la literatura recrear, en conjunto, una realidad paralela y estimulante que nos lleve más allá del juguete? Ella crea un mapa imaginario del juguete donde se produce el placer desinteresado y cuyas fronteras son borrosas, ya que anida en la fantasía.
En cuanto el juguete sea como un poema que toca una dimensión humana profunda y diversa será un antídoto contra las destrucciones de la globalidad, del pirataje voraz y el mercado unificador y destructor de las dimensiones lúdicas de la diversidad. Antes de que se meta el sol del juguete tradicional, ofrecemos este principio de atardecer luminoso para gozar y comprender algunos de los objetos más bellos y significativos que ha dado este país.
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