Rubén Martín
02/01/2022 - 12:04 am
Los cimientos de la polarización política
«(…) la polarización política tiene cimientos profundos y no irá hasta que se resuelva en definitiva el destino de la moderna sociedad capitalista. Es una lucha de por lo menos otras tres décadas, según las previsiones de Immanuel Wallerstein y otros pensadores del análisis del sistema-mundo como Giovanni Arrighi».
Chairos vs. fifís en México, pro Trump y anti Trump en EU, Boric vs. Kast en Chile, etc. Confrontaciones semejantes ocurren en otras partes de América, como Brasil o en Europa occidental, como en España e Italia. Hoy la política profesional se dirime en un ambiente de polarización. Se ha culpado de ello a las redes sociales, al consumo de fake news, por ejemplo con la utilización de algoritmos para crear perfiles de votantes como ocurrió en el proceso del Brexit.
Lo cierto es que la polarización tiene cimientos más profundos que las redes sociales, y está anclada en el antagonismo social que define a una sociedad por naturaleza desigual como es el capitalismo y a un periodo histórico tocado por el fin de este sistema socio-histórico en el que la humanidad ha vivido en los pasados 500 años.
Las diversas crisis que atraviesan el todavía hegemónico orden capitalista (social, económico, político, ideológico, sanitario, ambiental) empujan de manera justificada a que existan más opiniones divergentes sobre esos temas: los privilegiados ven ventajas del actual sistema socio-histórico de producción material y de sentido. Si eres millonario, tienes menos riesgos de que te afecte la COVID, la crisis económica, el desempleo, la inflación o la falta de seguridad social. Si eres pobre, se tienen menos posibilidades de enfrentar las adversidades o de plano quedas excluido.
Aunque parezca sacado de manual de materialismo histórico, tu condición de clase te define socialmente, moldea tus percepciones, tu producción de sentido ante la vida y ante el mundo social. En periodos de bonanza y de expansión de derechos para los de abajo (cuando la lucha social lograba más conquistas), el antagonismo social se modera, como ocurrió en el periodo de expansión capitalista en la mayoría del mundo después de la Segunda Guerra Mundial.
En periodos de crisis y cuando los de arriba imponen una guerra contra la expansión de derechos para los de abajo, como ha ocurrido en el largo periodo neoliberal, el antagonismo social se intensifica. Aquí surgen los cimientos de la polarización social. Facebook es el vehículo, no la causa.
Facebook o las redes sociales no son los causantes de la polarización política; la polarización política tiene cimientos profundos y no irá hasta que se resuelva en definitiva el destino de la moderna sociedad capitalista. Es una lucha de por lo menos otras tres décadas, según las previsiones de Immanuel Wallerstein y otros pensadores del análisis del sistema-mundo como Giovanni Arrighi.
En términos sucintos, el moderno sistema-mundo capitalista atraviesa una etapa final que se define por una bifurcación definitiva, según analizó Wallerstein uno de los estudiosos más acuciosos de la moderna sociedad capitalista: o la bifurcación toma el camino de un sistema socio-histórico donde los de arriba imponen un orden de dominación más explotador, autoritario y antidemocrático o la bifurcación es ganada por los de abajo donde se empuja a la construcción de una sociedad donde se someta el orden de la ganancia y el imperio de la acumulación por un sistema social donde impere la democracia auténtica, la solidaridad, la cooperación, lo común contra lo privado, el respeto a la diversidad y la garantía de que todos tendrán la satisfacción digna de todas sus necesidades. Esa es la batalla política definitiva del siglo XXI.
Si ganan los de arriba, podemos estar seguros, la humanidad está condenada a la barbarie y a la extinción. Para preservarnos como especie estamos obligados a derrotar el orden social capitalista con su imperio de la ganancia y la acumulación como prioridad.
Esta batalla definitoria del destino de la humanidad se libra en el campo de las competencias electorales y de la política profesional de modo insuficiente e injusto. El sistema liberal de democracia representativa es una construcción política del sistema capitalista para hacer creer a la población que participando cada tantos años depositando un voto, define el destino de la sociedad en cuestión.
Es de la mayor relevancia recordar que este sistema de “democracia” excluyó a los que no tenían propiedades, a quienes no sabían leer, a los negros, a los comunistas o disidentes y hasta bien entrado el siglo XX a las mujeres. La “democracia” que ha legitimado el orden capitalista ha sido un sistema político que ha privilegiado la opinión de hombres blancos privilegiados que tienen propiedades, letrados, defienden el sistema de explotación y votan a mano alzada para que los demás sepan como votan. La supuesta “democracia” universal, libre y secreta es apenas un instante en la historia del capitalismo. No está de más recordar que las mujeres en Suiza apenas tuvieron derecho al voto en 1971.
Este orden político se ha impuesto como el dominante en los pasados 50 años, y hace creer que el antagonismo social que genera “naturalmente” el sistema capitalista se puede dirimir en la participación electoral. Nada más alejado de la realidad.
El sistema político liberal de democracia representativa, con sus tramoyas electorales, y sus actores como partidos y candidatos, es una puesta en escena que termina por legitimarlo al no permitir a los actores disidentes hacer cambios sustanciales y de fondo.
Por más izquierda que se llamen (liberal, socialdemócrata, comunista, Cuarta Transformación, indigenista, etc.), estas opciones que entran al campo del sistema electoral liberal terminan fagocitadas por orden de dominación capitalista porque se ven “obligadas” a aceptar las reglas del sistema político y económico para seguir participando en el sistema. Es la imposición de lo que llaman la Realpolitik.
Ejemplos: puedes criticar el neoliberalismo pero debes respetar los tratados de libre comercio, puedes pregonar una constitución que otorga derechos a la Pachamama pero permite megaproyectos carreteros que destrozan parques nacionales, etc.
La fuerza política que empuje la bifurcación sistémica hacia un orden social solidario, cooperativo, empático, respetuoso de las diversidades, a favor del bien común y del reparto de las riquezas socialmente producidas no saldrá de una campaña electoral en el orden liberal, que es el orden de los de arriba. Saldrá del empuje y del ingenio de los de abajo. Trastocando el orden impuesto.
Aunque son ejemplos pequeños, podemos ver indicios de un nuevo orden social, distinto al capitalista las sociedades cooperativas y solidarias que se crean en las comunidades zapatistas en Chiapas y en las comunidades kurdas en Rojava que ejercen una en la democracia directa. Pero muchas grietas y fisuras al actual sistema capitalista emergen en cada resistencia ante la dominación, la explotación y despojo en todo el mundo.
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