El abordaje al fenómeno migratorio sigue envuelto en la perspectiva de la mitigación, un extremo que perpetúa la tragedia, y que potencia al crimen organizado.
Por Emiliano Castro Sáenz
Ciudad de Guatemala, 21 de diciembre (EFE).- El accidente de tránsito del pasado 9 de diciembre en el sureste de México, en el que fallecieron 56 migrantes centroamericanos y más de 100 resultaron heridos, abre una herida más en el profundo drama de la crisis migratoria de la región.
Para el sacerdote brasileño Mauro Verzeletti, con más de 23 años de trabajo humanitario en Guatemala como fundador y director de la Casa del Migrante, la responsabilidad primordial recae en las autoridades, a las cuales les ruega «poner su mano en la conciencia».
El abordaje al fenómeno migratorio sigue envuelto en la perspectiva de la mitigación, un extremo que perpetúa la tragedia, y que potencia al crimen organizado.
Esa es la perspectiva de defensores de derechos humanos, que piden un enfoque integral que atienda las causas de la migración, esas que llevan cada año a más de 500 mil guatemaltecos, hondureños y salvadoreños a dejar sus hogares en busca de condiciones de vida decentes en Estados Unidos, lejos de la pobreza y la violencia.
EL DOLOR DE LOS MIGRANTES
El año comenzó para Guatemala con duras noticias tras la masacre registrada en enero de 2021 en Camargo, Tamaulipas (norte de México), en la que 19 migrantes guatemaltecos murieron asesinados y quemados por el crimen organizado, apenas a escasos kilómetros de la frontera con Estados Unidos.
De igual forma, el año culminó con un triste final en busca del ‘sueño americano’ para más de 150 migrantes de diferentes nacionalidades, entre ellos un centenar de guatemaltecos, con el accidente automovilístico ocurrido en Tuxtla, Chiapas (sureste de México) del pasado 9 de diciembre.
El accidente, en el que murieron 56 personas y 114 resultaron heridas, revive un escenario dantesco que afrontan los migrantes en el afán de buscar una vida mejor, fuera de sus tierras, en este caso de Guatemala, un país donde el 59 por ciento de la población vive bajo el umbral de la pobreza, según cifras oficiales.
Los migrantes murieron y resultaron heridos cuando el camión en el que viajaban escondidos impactó contra el muro del puente peatonal durante su trayecto por territorio chiapaneco, presuntamente debido a que el conductor perdió el control por viajar a exceso de velocidad.
El sábado, Guatemala recibió los primeros cuatro cuerpos de 10 compatriotas confirmados como víctimas del accidente, mientras que este lunes fueron trasladados a República Dominicana los primeros tres restos de migrantes de dicho país.
Entre los cuerpos retornados el sábado a Guatemala está el de Daniel Arnulfo Pérez Ixlá, un hombre de 41 años y padre de tres hijos que decidió intentar emigrar a Estados Unidos tras ser despedido durante la pandemia de la fábrica de pan donde laboraba.
Feliza Ixlá, madre de Daniel, contó a Efe el domingo que su hijo se «desesperó» ante la falta de oportunidades en el país y «saber cómo llegó a sus oídos que otros se querían ir y se pegó con ellos» para hacer el viaje a Estados Unidos, tristemente interrumpido en México con el accidente.
LA MANO EN LA CONCIENCIA
El sacerdote Verzeletti, que volverá a su natal Brasil próximamente, deja la nación centroamericana con un sueño incumplido y que continúa siendo una pesadilla: ni los Gobiernos de la región, ni los empresarios se han puesto esa «mano en la conciencia» que los lleve a «trabajar por cada persona para que puedan vivir dignamente en su país sin tener que arriesgar la propia vida».
«Siempre he llamado a los gobiernos de la región, desde Canadá hasta República Dominicana, para que realmente cambien la forma de hacer política, porque el migrante no puede ser tratado como un delincuente o un criminal. Son trabajadores que quieren dar una oportunidad de vida o construir un futuro mejor para sus hijos, sus hijas», esgrimió el religioso en una misa oficiada por los migrantes fallecidos.
«Ese es un sueño que está en cada uno o en cada una de los migrantes que salen», subrayó.
A esa situación se suma la niñez no acompañada, los menores ya adolescentes cuyo éxodo inició con fuerza en 2014 y que desde entonces «estamos viviendo con ese drama humano muy serio, pues los niños están perdiendo la vida en la lucha migratoria», según el misionero católico de la orden de San Carlos Scalabrinianos.
Políticas como la de «Quédate en México» promovida por Estados Unidos, con el fin de que las personas esperen la protección internacional fuera de territorio estadounidense son parte de «una política fallida que no da respuesta al drama humano de las personas, porque son seres humanos que están buscando oportunidades», aseveró.
«Entonces (pido) que Estados Unidos también se ponga la mano en la conciencia para que los gobiernos realmente trabajen de una forma distinta», concluyó el sacerdote.