Las 56 víctimas mortales de la tragedia ocurrida cuando un camión volcó porque el conductor iba a exceso de velocidad en México es resultado de la creciente imprudencia de los coyotes para esquivar la creciente represión.
Por Manuella Libardi
Washington, 19 de diciembre (OpenDemocracy).– La muerte de al menos 56 centroamericanos en un accidente de camión en México cerca de la frontera con Guatemala la semana pasada destaca el incremento de la peligrosidad del viaje al que se someten los migrantes, incluso en situaciones normalmente menos riesgosas como los viajes a bordo de las mulas.
El camión volcó cuando el conductor aparentemente tomó una curva cerrada a una velocidad excesiva, haciendo que el remolque se estrellara contra un puente peatonal y una construcción. El camión cargaba por lo menos a 160 personas hacinadas en la caja, en su mayoría guatemaltecas, un número absurdo cuando consideramos que un autobús normal tiene capacidad para unas 40 personas, un autobús articulado para unas 60 y uno de dos pisos para unas 80.
Éste ha resultado ser uno de los accidentes más mortales en el contexto migratorio en décadas, pero no fue el único del año. En marzo, una Ford SUV que llevaba 25 migrantes mexicanos se estrelló contra un tractor en California, cerca de la frontera con México, matando a 13 personas. El automóvil tenía una capacidad legal de llevar sólo hasta ocho personas.
OPORTUNIDADES ECONÓMICAS PARA LOS COYOTES
Los riesgos que corren los migrantes en los trayectos entre América Latina a Estados Unidos son diversos, pero las condiciones precarias del transporte figuran cada vez más en la lista. Esto se debe al aumento de la represión en la frontera y a la caída de la migración circular de latinoamericanos en Estados Unidos, que se refiere al movimiento legal de trabajadores temporales que cruzan la frontera para trabajar y luego vuelven a sus países, como explicó Joel Millman de la Organización Internacional para las Migraciones.
Cruzar la frontera de EU se puso más difícil. De esa forma, los coyotes pasan a tomar riesgos más altos para aumentar sus ganancias.
Las migraciones circulares empezaron a disminuir luego de la recesión de 2008-09, cuando la migración mexicana a los Estados Unidos se redujo significativamente, lo que coincide con el aumento de la fiscalización de la frontera implementada por el Gobierno de George W. Bush, como explica American Immigration Council.
Como resultado, cruzar la frontera de Estados Unidos se puso más difícil, dando más oportunidades económicas a los llamados “coyotes”, o contrabandistas que ayudan a los migrantes a ingresar al país de forma irregular. Ante las dificultades añadidas, los coyotes pasan a cobrar más caro, tomando riesgos más altos para aumentar sus ganancias, lo que incluye conducir vehículos inseguros y cada vez más abarrotados de gente, aumentando la posibilidad de accidentes mortales.
“La relación que los migrantes tienen con las personas que los transportan tiende a ser mucho más dura hoy porque están lidiando con una clase de contrabandistas más criminal que la que existía hace una generación. Claramente, eso se refleja en el número de muertes,” explicó Millman.
El precio cobrado por coyotes varía ampliamente, pero los valores suelen oscilar entre los seis mil y los 10 mil dólares, según un estudio del 2019 de Homeland Security Operational Analysis Center.
AUMENTO DE LA PRESIÓN MIGRATORIA Y DE LA VIOLENCIA
Estados Unidos ha experimentado un alza en la migración irregular entre octubre de 2020 y el mismo mes de 2021, ultrapasando los 1.7 millones, un número nunca antes visto desde que el Gobierno empezó o rastrear el fenómeno. Los mexicanos y centroamericanos representan el 78 por ciento de esos migrantes.
Entre 2014 y 2019, más de tres mil 800 migrantes murieron en rutas migratorias en todo el continente, casi tres mil 500 de los cuales en la frontera entre México y Estados Unidos, según las Naciones Unidas.
En el caso de los centroamericanos, su trayecto se hace más peligroso porque tienen que cruzar por zonas tomadas por el narcotráfico no sólo en sus países de origen, sino en toda la ruta a través de México, donde la fragmentación de los cárteles ha intensificado la lucha por territorio y, en consecuencia, la violencia.
Entre septiembre de 2008 y febrero de 2009, nueve mil 857 migrantes centroamericanos fueron víctimas del crimen organizado en México, con por lo menos 198 secuestros reportados, según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México. Cerca de 30 por ciento de los migrantes afirman haber sufrido violencia durante el trayecto, según un estudio realizado entre 2009 y 2015.
Los migrantes son blanco fácil de los cárteles porque no cuentan con ningún respaldo legal o institucional. “No denuncian [los crímenes] porque los amenazan si lo hacen y no saben a quién acudir. La mayoría de los secuestradores tienen vínculos con las autoridades, por lo que es prácticamente imposible que tomen medidas contra ellos. Es el negocio perfecto”, dijo Guadalupe Correa-Cabrera, especialista en tráfico de drogas y migración en la Universidad George Mason en Fairfax a NBC News en octubre.
MIGRACIÓN SANITARIA Y CLIMÁTICA
El proceso se ha hecho más dramático frente a las crisis humanitarias y económicas impuestas sobre los países de América Central por la emergencia climática y la pandemia de COVID-19. América Latina fue la región cuya economía se vio más fuertemente afectada por la crisis sanitaria, lo que ha llevado a muchos latinoamericanos a dejar sus países en busca de oportunidades económicas en otras regiones.
Los años pandémicos también coinciden con la peor temporada de huracanes en la historia registrada. Dos huracanes de categoría 4, la peor siendo 5, asolaron América Central en noviembre de 2020, afectando países que ya sufrían sequías intensas debido a padrones climáticos erráticos en el llamado Corredor Seco desde 2014. Así, el concepto de migración climática se está consolidando como una realidad cada vez más generalizada.
Reverter los efectos económicos negativos de la pandemia tardará años, sino décadas. Además, los gobiernos y líderes mundiales no han hecho lo suficiente para mitigar el avance del calentamiento global. En este escenario, podemos esperar que las olas migratorias de América Central sigan aumentando en años venideros y con ellas la cantidad de ciudadanos dispuestos a arriesgar su vida y las de sus hijos en rutas migratorias predatorias. Para ellos, morir en la carretera está dejando de ser un accidente.