El estatus del que goza Del Toro en la industria cinematográfica le ha permitido conseguir lo imposible en un Hollywood dominado por las franquicias.
Por Javier Romualdo
Los Ángeles (EU), 16 de diciembre (EFE).- Después de ganar el Óscar a la mejor película y tras casi dos años de producción, Guillermo del Toro vuelve a desplegar su universo en la gran pantalla con Nightmare Alley, una vuelta al film noir que fascinó a Hollywood en los años 40 y 50.
«Es un género cinematográfico visualmente espectacular. Está, por un lado, emparentado con el cine de horror por el expresionismo alemán pero, por otro lado, exige superficies lujosas y una ambientación delicadísima y detalladísima», comenta el cineasta en una charla con Efe.
El estatus del que goza Del Toro en la industria cinematográfica le ha permitido conseguir lo imposible en un Hollywood dominado por las franquicias; contar con un presupuesto «suficiente (pero nada extraordinario)» y un reparto estelar (encabezado por Bradley Cooper y Cate Blanchett) para rodar una historia muy particular con una factura impecable.
Además de Cooper y Blanchett, Del Toro ha contado en la película con un ilustre elenco de actores, entre ellos Rooney Mara, Toni Collette, Willem Dafoe, Richard Jenkins, Tim Blake Nelson y Holt McCallany.
«Te puedes remontar a La Confidencial o Chinatown, pero no te puedes remontar a muchas más películas que tengan esta ambición de envergadura visual y narrativa», admite el mexicano.
Nightmare Alley, que se estrena este viernes en EU y llegará a otros países durante las navidades, cuenta los vaivenes de Stanton Carlisle (Bradley Cooper), un ambicioso mentalista con gran talento para embaucar que viaja a Chicago dispuesto a vaciar los bolsillos de los más acaudalados.
El argumento adapta la novela homónima publicada en 1946 por William Lindsay Greshan, en la que su protagonista aprende en un circo de la periferia de la ciudad, repleto de personajes en los márgenes sociales, hasta que decide marchar a la capital, donde se rodea de un lujo que encierra otro tipo de brutalidad.
No hay bestias fantásticas ni elementos mágicos como en La forma del agua (2017) o El laberinto del fauno (2006). La tragedia de Nightmare Alley es profundamente humana.
«Hay empatías con películas anteriores mías —asegura Del Toro—. Me encanta la idea de contrastar la familia imperfecta del circo con la perfección del mundo urbano, que es aún más brutal. Porque la imperfección del circo es conmovedora, son gente que sabe que los otros son imperfectos».
La trama da un giro cuando una femme fatale (Blanchett), que trabaja como psicóloga para clientes millonarios, ofrece al mentalista una alianza con la que ambos podrían ganar millones de dólares a costa de sus pacientes.
Desde ese momento una cadena de malas decisiones lleva al protagonista a destinos insospechados hasta que, en palabras del cineasta, «afronta la verdad de lo que es en los dos últimos minutos de la película».
Lo cierto es que la novela ya se adaptó al cine en 1947 bajo la dirección de Edmund Goulding (Grand Hotel), pero resultó en un fracaso comercial para la Fox y cayó en el olvido hasta que el tiempo la recuperó como clásico del género.
«Ninguna de las dos cintas abarca la novela en total. Es un universo enorme. Se necesitarían seis horas y media», aclara el cineasta.
En lo que sí coinciden ambos filmes, como cualquier cinta del noir, es en presentar una sociedad violenta y corrupta, donde todos los personajes ocultan su pasado y están abocados al fracaso.
«Abarca la demagogia, la idea de que nos urge ser vistos, de que nos mientan y nos digan lo que queremos oír. Es una película profundamente actual en ese sentido», concluye Del Toro, siempre dispuesto a analizar el comportamiento humano en los entornos más insospechados.