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Alejandro Calvillo

16/12/2021 - 12:00 am

Entre cigarrillos electrónicos y edulcorantes no calóricos

La industria del tabaco minimiza los daños de los cigarrillos electrónicos y los presenta como una alternativa para que los fumadores inhalen menos tóxicos.

Un Cigarro Electrónico Foto Especial

Fumar tabaco es responsable de la muerte de 60 mil personas y el ingerir bebidas azucaradas de otras 40 mil muertes en México cada año. Dos grandes corporaciones globales de tabaco y dos de bebidas azucaradas controlan el mercado y lo saben.  Varios decenios han pasado desde que la Organización Mundial de la Salud ha recomendado diversas políticas para bajar el consumo de estos productos, sin embargo, el multimillonario cabildeo de estas empresas ha impedido que el conjunto de estas políticas se aplique. Sabiendo que el tiempo está contado, al menos para seguir siendo productos no estigmatizados, las grandes corporaciones reinventan sus productos para mantener sus mercados, sus ganancias, de ahí nacen los cigarrillos electrónicos y los edulcorantes no calóricos.

Desde hace más de 25 años, agencias globales de mercado advirtieron a Coca Cola que debería diversificar su mercado ante la evidencia del daño que provoca el consumo de sus bebidas azucaradas. El Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco, establecido en 2003, marcó la senda para combatir el consumo de tabaco empujando a las dos corporaciones globales, Philip Morris y British American Tobacco, a reinventarse.

Las corporaciones transnacionales responsables, en conjunto, de alrededor de 100 mil muertes anuales en México, la mitad de las muertes reportadas oficialmente por Covid en México en 2020, han respondido a este escenario bajo tres estrategias similares, tanto en tabaco como en bebidas azucaradas: invirtiendo en otros sectores, bloqueando las políticas de salud pública que les afectan y reinventando sus productos.

En la reinvención de sus productos la industria del tabaco se lanza con los cigarrillos electrónicos como una alternativa a fumar tabaco y la industria de las bebidas azucaradas al uso de edulcorantes no calóricos para endulzar sus bebidas en lugar del azúcar. En ambos casos, se trata de mantener el mercado, manteniendo el carácter adictivo de sus productos.

La industria del tabaco minimiza los daños de los cigarrillos electrónicos y los presenta como una alternativa para que los fumadores inhalen menos tóxicos. Sin embargo, la realidad es que el principal objetivo son los menores de edad, es hacerlos adictos a la nicotina a través de una tecnología electrónica que es más atractiva para estas generaciones.

En el registro que desarrolla “Monitoring the Future” (MTF), se señala que entre 2017 y 2019, el vapeo representó el mayor aumento en el consumo de una sustancia desde que inicio ese registro hace más de 40 años, mostrando una preocupación por la adicción a la nicotina que el vapeo ha estado provocando entre los jóvenes. MTF es también conocido como National High School Senior Survey, es un estudio epidemiológico a largo plazo que analiza las tendencias en el uso de drogas legales e ilícitas entre adolescentes y adultos. El crecimiento de la declarada epidemia de vapeo entre los adolescentes se vio frenada por la Covid-19, sin embargo, las corporaciones buscan cómo recuperar su crecimiento. La evidencia demuestra que los cigarrillos electrónicos no son una salida, son una entrada a la adicción a la nicotina que las empresas tabacaleras buscan para tener consumidores de por vida.

Por su parte, la industria de las bebidas azucaradas presenta ahora, como opciones saludables, sus nuevas formulaciones endulzadas con edulcorantes no calóricos (ENC). También, en este caso, el mayor interés está en los niños y las niñas. Un amplio espectro de la población adulta no gustamos del sabor de las bebidas con estos edulcorantes, pero los menores de edad ya han sido acostumbrados al sabor de estos ingredientes. Existen diversos ENC y mucha incertidumbre sobre sus riesgos a la salud. Los estudios pagados por la industria, por supuesto, no encuentran riesgos, como lo hicieron en su momento la industria del tabaco negando los daños del tabaco y la industria de las bebidas azucaradas negando su relación con la obesidad y la diabetes. Sin embargo, existen diversos estudios independientes que hablan de afectaciones provocadas por los ENC a la microbiota intestinal, de alteraciones a la sensación de saciedad induciendo a un mayor consumo de calorías y de provocar descargas de insulina, entre otros efectos. En lo que existe consenso, y es suficiente para que se evite el consumo de estas bebidas con ENC, de forma especial entre menores, es que generan el hábito a hidratarse y alimentarse con productos con un muy alto dulzor.

La sustitución del azúcar por edulcorantes no calóricos más que una alternativa saludable de combate al sobrepeso, la obesidad y la diabetes, es una alternativa de las corporaciones para mantener el control del mercado y sus ganancias, al igual que lo es el cigarrillo electrónico frente al cigarrillo tradicional. Las bebidas con ENC pueden tener un impacto en reducir el peso con un control médico muy personalizado, lo cual implica una asesoría individual sobre hábitos de consumo, es decir, los resultados se obtienen con una asesoría profesional que va más allá de simplemente sustituir un producto con azúcares con uno con ENC. A escala poblacional, el uso de ENC no tiene ningún impacto en la reducción de sobrepeso y obesidad, es decir, en sociedades en las que ha bajado el consumo de azúcares (de caña, remolacha o jarabe de maíz de alta fructuosa) y ha aumentado el consumo de productos con ENC, no se ha presentado una reducción en los índices de sobrepeso y obesidad. Lo que ocurre es que al mantener y desarrollar el gusto por bebidas y alimentos extremadamente dulces, sea con azúcares o ENC, la persona buscará lo dulce en todas sus formas. Este gusto/hábito/adicción, o como quiera llamarse, por lo dulce, representa el mayor deterioro de los hábitos de alimentación en la llamada dieta occidental y se asocia directamente a las epidemias de sobrepeso, obesidad y diabetes.

La alianza que desarrollan grupos políticos con estas corporaciones, las puertas giratorias que llevan a funcionarios, al dejar sus cargos, a trabajar para ellas o viceversa; la influencia de instituciones financiadas por estas empresas en las políticas de salud para bloquear cualquier iniciativa que afecte sus intereses, son algunas de las estrategias que siguen para mantener sus productos con presencia dominante en el mercado, sin importar a los graves daños que generan sobre la salud de la población.

En al actual gobierno, en la actual legislatura y, en el propio poder judicial, se ha dado un reacomodo en estas relaciones de las corporaciones con el poder político con el fin de continuar capturando las políticas públicas e, incluso, beneficiarse de ellas. Hay que recordar la Cruzada Nacional contra el Hambre en la que Nestlé y Pepsico aparecieron como grandes beneficiarias, la creación del Observatorio Mexicano de Enfermedades no Transmisibles por parte de la Secretaria de Salud en el que estaban sentadas las refresqueras y chatarreras evaluando las políticas de salud, los acuerdos de la SEP con Coca Cola y Pepsico para entrar a las escuelas con programas para promover “estilos de vida saludable”.

No fue por arte de magia que nos convertimos en los mayores consumidores de refrescos y comida chatarra en América Latina, que nuestros niños llegaron a los primeros lugares en sobrepeso y obesidad y que tenemos una de las mayores incidencias en muertes por diabetes. Llegamos a esta situación por un contubernio entre las autoridades de salud con las corporaciones, contubernio al que se sumaron otras dependencias como la Secretaría de Educación Pública, Agricultura y, al frente, la Secretaría de Economía. Los mismo ocurrió en el poder legislativo y en algunos ministros de la Suprema Corte. Fue un coro muy bien coordinado y financiado.

A pesar de que en este gobierno se ha marcado una distancia desde la Secretaría de Salud con estas corporaciones, en otras áreas de la administración existen fuertes voces aliadas a esos intereses, que actúan también como un coro muy peligroso.

Alejandro Calvillo
Sociólogo con estudios en filosofía (Universidad de Barcelona) y en medio ambiente y desarrollo sustentable (El Colegio de México). Director de El Poder del Consumidor. Formó parte del grupo fundador de Greenpeace México donde laboró en total 12 años, cinco como director ejecutivo, trabajando temas de contaminación atmosférica y cambio climático. Es miembro de la Comisión de Obesidad de la revista The Lancet. Forma parte del consejo editorial de World Obesity organo de la World Publich Health Nutrition Association. Reconocido por la organización internacional Ashoka como emprendedor social. Ha sido invitado a colaborar con la Organización Panamericana de la Salud dentro del grupo de expertos para la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia. Ha participado como ponente en conferencias organizadas por los ministerios de salud de Puerto Rico, El Salvador, Ecuador, Chile, así como por el Congreso de Perú. el foro Internacional EAT, la Obesity Society, entre otros.
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