Rubén Martín
05/12/2021 - 12:00 am
4T, a la mitad del camino
No es de izquierda un gobierno que continúa una guerra informal que sigue sangrando los hogares de millones de mexicanos y que no prioriza el combate a las desapariciones y el respeto por la vida.
Tras casi dos años de pandemia, el presidente Andrés Manuel López Obrador volvió a reunirse con sus seguidores en una concentración masiva en el Zócalo de la Ciudad de México, en ocasión de sus tres años de llegada a la presidencia de la república. En la plancha de la plaza principal de la capital el presidente dio un discurso, que algunos comentaristas calificaron como el mejor de los tres años de gobierno de la Cuarta Transformación, y en el que hizo un balance de su administración.
Como es usual en los gobernantes que rinden informes, el mensaje de López Obrador pinta un paisaje optimista, en el que sostiene que se han cumplido las principales metas y que otras están en vías de cumplirse.
Como López Obrador es un presidente que manda mensajes todos los días en sus conferencias de prensa, en su discurso a sus simpatizantes del pasado 1º de diciembre no hay mensajes desconocidos. Más bien resumió lo que viene diciendo a lo largo de su mandato: resalta los programas sociales, critica a los gobiernos neoliberales que destrozaron los servicios públicos de salud y educación, y subraya los megaproyectos en curso que cambiarán el destino de regiones enteras del país, como el sureste, con las obras del Tren Maya y el Corredor Interoceánico con la vía férrea que unirá los puertos de Coatzacoalcos, en Veracruz y Salina Cruz, en Oaxaca.
López Obrador no podía dejar de hablar de la pandemia que paralizó al mundo en el año 2020 y cuyas consecuencias sanitarias y económicas no dejan de sentirse. Pero lo hizo sin autocrítica y más bien en un tono triunfalista al sostener que ha habido un buen manejo de la crisis de salud provocada por el Covid.19 y que la economía va en franca recuperación.
En este punto recordó uno de los puntos más elogiados de su administración: el aumento al salario mínimo de hasta 65 por ciento, alza que no ocurría en tres décadas, según enfatizo. Y presumió también la recuperación de 1.3 millones de empleos perdidos durante la pandemia. El presidente presumió también el manejo de las finanzas públicas de su gobierno, con una hacienda que ha aumentado la recaudación y no ha contratado nuevos montos de deuda pública.
López Obrador dedicó varios párrafos para justificar su apoyo en las fuerzas armadas tanto en labores de combate a la inseguridad, como en otras labores de orden civil. Según el presidente “Las acusaciones de que estamos militarizando al país carecen de toda lógica y de la más elemental buena fe”, desestimando las críticas que muchas organizaciones civiles y sectores de la sociedad han hecho ante el creciente papel que juegan las fuerzas armadas en el gobierno de la Cuarta Transformación. Lo hizo reiterando su argumento de que “los soldados son pueblo uniformado”.
Siendo parte central de su narrativa política, López Obrador dedicó una parte importante de su discurso a asegurar que en su gobierno se ha desterrado la corrupción y que gracias a eso se han ahorrado un billón 400 mil millones de pesos, dinero que ha servido para financiar programas sociales y los principales proyectos de su gobierno.
Todo este recuento le sirvió para afirmar que se sentaron “las bases para la transformación del país”. Según López Obrador el proyecto político que propuso al llegar al gobierno ya está en marcha y será irreversible.
En la parte final envió un fuerte mensaje político. López Obrador dijo que contra lo que sugieren los “publicistas del periodo neoliberal”, su gobierno no pretende situarse al centro el espectro político, sino que se define claramente de izquierda.
Pero la realidad contradice pasajes centrales del discurso de López Obrador. Contra lo que sugiere su lema político, la pobreza no sólo no ha disminuido en el actual gobierno, y la concentración de la riqueza y las desigualdades siguen siendo una realidad lacerante en el país.
Varias de sus afirmaciones de combatir el extractivismo (como el fracking) y evitar devastación ambiental, se contradicen en la realidad. Lamentablemente las políticas económicas extractivas siguen provocando múltiples conflictos socioambientales y conflictos políticos por despojo.
El presidente dijo en su discurso del 1º de diciembre: “Es oportuno recordar que mientras estemos en el gobierno no se permitirá el ingreso de maíz transgénico; no se usará fracking para la extracción de crudo; no se otorgarán nuevas concesiones mineras; no se sobreexplotarán los mantos acuíferos; no se permitirá la tala de selvas y bosques; no se autorizará la instalación de basureros de desechos tóxicos o peligrosos; no se permitirá operar a ninguna empresa que no tenga planta de tratamiento de aguas negras; no se permitirán violaciones a la norma de calidad del aire ni cualquier actividad que dañe la salud, destruya el territorio o afecte el medio ambiente”.
Basta ver las denuncias de las redes organizadas que defienden el territorio y el medio ambiente para refutar el discurso presidencial. Justo hace un año activistas, académicos y legisladores de Europa y Estados Unidos llevaron a cabo el llamado Toxi-Tour México que implicó un recorrido por los principales “infiernos ambientales” del país como el corredor industrial de El Salto-Ocotlán por el río Santiago en Jalisco y el Río Atoyac en Tlaxcala, entre otros. En esos “infiernos ambientales” las empresas externalizan todos sus desechos envenenando agua, tierra y aire y enfermando alas poblaciones asentadas alrededor.
Por su parte, la Alianza Mexicana contra el Fracking ha denunciado a lo lago del sexenio, que cada año se destinan un presupuesto para esta actividad extractiva. Solo para el 2022, se destinarán 15 mil millones de pesos, que representan un incremento de 219 por ciento respecto al gasto de este año.
Quizá la afirmación menos sostenible del discurso de López Obrador es que el suyo sea un gobierno de izquierda. O curiosa izquierda que se respalda como ningún gobierno en los militares, favorece la inversión privada y los tratados de libre comercio y que cumple con el sueño de la geopolítica de Estados Unidos de convertir a México en su frontera sur y en llevar a cabo megaproyectos de infraestructura que el país del norte proyectó desde hace varias décadas, como el Tren Maya y el Corredor Transístmico.
El gobierno de la Cuarta Transformación es el que más ha contribuido a la contención migratoria y López Obrador tiene el récord con 228 mil personas detenidas de enero a octubre de este año, en tasas superiores a las que dejaron sus antecesores Vicente Fox, Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto (Animal Político, 3 de diciembre 2021).
No es de izquierda un gobierno que continúa una guerra informal que sigue sangrando los hogares de millones de mexicanos y que no prioriza el combate a las desapariciones y el respeto por la vida. A tres años de su llegada al poder, el gobierno de la llamada Cuarta Transformación tiene más parecido al nacionalismo priista y su programa de economía mixta. Un proyecto de izquierda auténtico tendría qué proponer una crítica a la moderna sociedad capitalista, propósito ajeno al actual gobierno de López Obrador.
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