Tomás Calvillo Unna
01/12/2021 - 12:05 am
La escala del paisaje es la mejor enseñanza
Vivimos el repliegue del espacio, que baja su cortina y desconecta los circuitos.
Rendija: la aceleración de los procesos obliga en la política a encontrar las pausas que permitan escucharnos; sin esa posibilidad ganará el ruido y (su contraparte) el grito. Lo que vendrá después será doloroso. Se están rompiendo los puentes del entendimiento, los puños crispados aparecen con más frecuencia, ahora son insultos por doquier, mañana el país tendrá que responder si quiere la guerra o la paz, y no habrá marcha atrás.
Hay voces que se quedan dentro,
como los diablitos
que se roban la luz
adheridos a los cables;
sin advertirlo ahí están,
desviando la atención…
En las arenas movedizas del conocimiento
pocas certezas tenemos;
el visor se empaña,
tantos imponderables
y la velocidad que se despliega:
la elasticidad imparable, y en apariencia impecable,
del tiempo vivo que nos consume.
Somos su hambre, nos inquiere,
aunque pretendamos ignorar y olvidar.
Vivimos el repliegue del espacio,
que baja su cortina
y desconecta los circuitos;
este es el tema ahora
y en la hora.
Pareciera que la Ciencia
sólo busca retrasar el reloj.
La memoria genética
no es únicamente la adaptación biológica,
su incisión trasciende el espectro cósmico
de la experiencia de vida.
Otro tiempo – su consumación –
se vislumbra en el saber
de la renunciación.
Este atisbo es lo único que se tiene,
así de impreciso y frágil;
no alcanza para fórmula matemática
ni para metáfora.
Es un parpadeo de eternidad,
este fragmento suelto;
los azulejos dispersos
de la geometría imaginada
en su continua alabanza,
el trazo de sus figuras,
de las sutiles coordenadas
que apuntan el lugar:
de la aspiración y la inspiración:
su encuentro.
La neblina, cubre la tierra y sus ciudades,
es la piel del silencio;
en esta copa vacía de nuestras manos,
al juntar sus palmas
entendemos de qué se trata.
La sintonía marginada y maltratada
es una tarea pendiente,
escuchar esa vibración intermitente,
lograr su amplitud de banda,
sabernos también un coro vivo,
no sólo el grito y las astillas de su eco.
Esta es la piedra de fundación
el sitio donde el agua cuida sus márgenes
Otra vez la luz se pronuncia
y confirma: nada está suelto.
Desde la contemplación
discernir el abismo del momento.
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