Tomás Calvillo Unna
01/09/2021 - 12:05 am
El anzuelo del tiempo
Se puede domar al tiempo, y descifrar la aparición de la realidad.
La realidad es la gran falacia del tiempo,
está sometida,
es su meticulosa y elaborada ilusión.
El tiempo es el mago por antonomasia,
inigualable e inalcanzable, extraordinario
en su acto estelar: nuestra desaparición.
Sus artificios una y otra vez nos asombran,
incluso suele ejercer su poder de hipnosis,
y nos engatusa con sus diestros movimientos.
Solo tenemos una oportunidad
para descubrir su genial don, no obstante
lo olvidamos y preferimos entretenernos
en sus múltiples trucos que nos apasionan,
al grado de arriesgar en juegos de azar
la propia vida.
Gran seductor sabe cuándo
y dónde engullir nuestras posibilidades
para no despertar y liberarnos,
o al menos intentarlo,
de su espectáculo que día a día despliega
y nos involucra.
Nos invade sin dejar resquicio,
ni en los sueños permite sorprenderlo.
No hay muralla que lo detenga,
es probable que nunca la haya habido.
Y a pesar de todo ello,
algo nos dice que tenemos una rendija
que ignora, donde se derrumba sin más;
y desaparece al igual que nosotros.
Se puede domar al tiempo,
y descifrar la aparición de la realidad.
Dónde está, dónde estamos:
las preguntas así
responden a ese destello luminoso
que nos absorbe y retorna a la vez.
El hielo de la muerte
se resquebraja desde adentro;
es el filo cortante del recogimiento,
la vasta hondura del corazón,
su acallado latido.
En ese interruptor, el tiempo se fuga;
y nosotros azorados nos descubrimos;
no hay nada,
pero de una u otra manera respiramos.
Lo inestable se disipa;
el tiempo se entierra.
Sabemos, en otro lenguaje,
que somos parte de un tejido atómico.
El espacio se enaltece en su quietud.
Es el lugar donde tocamos
con nuestra frente
la superficie que nos sostiene.
Lo que sucede no lleva una cuenta.
Nada tomas, nada dejas.
Pareciera una larga espera
pero es una lección contundente.
El yo se borra, el nosotros se borra.
Singular y plural no se distinguen,
expresan lo mismo.
Así quedamos, así estamos.
Lo que es, es, sin sumas, ni restas.
La elasticidad de la conciencia
contrasta con el rigor
de nuestras convicciones,
es su propia naturaleza.
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