En la edición número 131 de la Revista Artes de México dedicada a los amuletos, encontramos una variada y amplia información que nos lleva por un camino de asombro, pero también de regreso a nuestras más profundas raíces para hurgar en la historia individual y colectiva.
Por Norma Angélica Cervantes Villalpando
Ciudad de México, 22 de agosto (SinEmbargo).- La portada de este número es, por sí misma, reveladora. La composición de su portada, que se despliega en una especie de mural fantástico, nos presenta una colección de pequeños objetos estratégicamente acomodados sobre un tablero que resalta su diversidad y estética, pero también logra instalar en el lector una idea central: “Un amuleto puede ser cualquier cosa”.
Según se muestra, los amuletos no necesariamente tienen por cualidad la belleza, pero en algunos casos pueden constituir verdaderas joyas de origen natural (animal o vegetal), o producto del trabajo artesanal del hombre. Son receptáculos de fe, depositarios reales de anhelos y esperanzas y, por lo tanto, objetos de poder a los que concedemos la capacidad de cambiar un destino.
En la edición número 131 de la Revista Artes de México dedicada a los amuletos, encontramos una variada y amplia información que nos lleva por un camino de asombro, pero también de regreso a nuestras más profundas raíces para hurgar en la historia individual y colectiva. Los datos, relatos e historias que encontramos en sus páginas nos revelan el sincretismo en el que conviven la conciencia cósmica ancestral y las ideas modernas en torno a estos objetos de protección.
Desde su índice es fácil advertir que el contenido de la revista se despliega en un amplio estudio sobre los amuletos, abordados por los investigadores o escritores desde distintas perspectivas: histórica, social, antropológica y literaria. Los artículos que la integran están ordenados a partir de las creencias en torno a estos objetos: defensoras, sagradas, culturales, veneradas, palpadas y reveladoras.
Es el antropólogo Carlos Zolla Luque quien realiza el estudio más amplio de los amuletos, tres de los artículos de la revista son de su autoría: “Objetos de protección”, “Universalidad y confluencia. Amuletos del mundo” y “El amuleto y el símbolo”, cuya entrega se realizó días antes de su lamentable deceso. Para este autor, el simple concepto lingüístico de “amuleto” es insuficiente para explicar su densidad semántica, simbólica y mágica, se requiere –dice– del análisis cultural, histórico y antropológico. Bajo esta idea nos sugiere una pregunta: ¿Y quién no ha sido supersticioso? Zolla nos habla sobre el poder “apotropaico” (propiciar el bien, proteger del mal) de los amuletos, cualidad que en su concepto no sólo puede adjudicarse a objetos supersticiosos que son identificados como “creencias paganas”, sino también a otros que forman parte de sistemas normativos codificados como los de la Iglesia Católica: medallas, rosarios, crucifijos, reliquias y evangelios, denominados como exclusivos de “la fe verdadera”.
A medida que nos introducimos en el discurso del autor, nos damos cuenta de la necesaria remisión que hace a contextos de la mitología, la religión, la política y la literatura para responder a otras interrogantes: ¿cuál es la razón por la que determinado objeto ha sido seleccionado culturalmente para convertirse en protector?, ¿el amuleto es un símbolo o sólo porta elementos alusivos a los propósitos y deseos de una colectividad?, ¿cuál es el camino que el amuleto recorre para manifestar su efectividad y poder? De todas las ideas que abreva, el autor deja pistas: “El amuleto tiene una gran carga simbólica, tiene presencia en todos los rincones del mundo”, y remata, “El país de los amuletos es toda la Tierra”.
Otro de los artículos corresponde a David Lorente Fernández quien, desde la antropología social, nos habla de los objetos más preciados para los nahuas de la Sierra de Texcoco, el colibrí y la serpiente. El autor indaga ampliamente en la cosmovisión de este grupo para descubrir por qué razón las plumas de colibrí y los cascabeles de víbora son los amuletos más admirados y buscados. Así, nos revela qué cualidades y poderes ostentan bajo la convicción nahua y el efecto que se atribuye al portar simultáneamente estos amuletos que, además de estar provistos de poder, son considerados en ese contexto cultural como objetos ambivalentes que pueden exponer tanto al bien como al mal.
Más adelante, encontramos otro artículo escrito por Antonio Rubial García quien, desde una perspectiva histórica, nos comparte valiosa información, resultado de su investigación sobre las reliquias en el México colonial. Su trabajo básicamente se orienta a resolver cómo es que aparecieron y qué buscó en ellas la sociedad novohispana. Nos aporta interesantes ideas que le llevan a concluir sobre su valor simbólico y su importancia como elemento de cohesión social e identidad colectiva.
De esta manera el autor incide en la fe de la comunidad cristiana que la mueve a buscar la posesión de partes de los cuerpos de los santos, pedazos de hábitos, cartas, flores y otros objetos que estuvieron en contacto con el cadáver, con la finalidad de conseguir bienestar material, espiritual, protección contra enfermedades y fenómenos de la naturaleza.
Alberto Ruy Sánchez continúa este asombroso recorrido con un ensayo en el que aborda la Mano de Fatma, a la que atribuye un lugar muy especial por su evidente poder seductor y por la magia su belleza: “Mano que conjura, bendice y protege”. El autor no sólo nos comparte una leyenda sobre este amuleto, también nos conduce por las diversas manifestaciones que puede tener una Mano de Fatma, ya sea por su forma o material de confección, sin embargo, en cualquiera de sus representaciones detentará un poder para afirmar, transformar, conceder vitalidad y renacimiento, o proteger del mal de ojo o de cualquier otra situación difícil.
Ruy Sánchez nos presenta este amuleto como un objeto vivo en varias culturas a la vez, siendo el número cinco en el que encuentra su gran carga simbólica, no sólo porque puede vincularse con los cinco dedos de la mano, también porque este número ha sido relacionado con otras prácticas religiosas o sexuales que detalladamente explica para dejar clara esta dimensión.
El tema de los amuletos no puede escapar a la prosa poética. Ruy Sánchez con su poema “Amuletos Amorosos” nos hace un regalo: en la magia de sus versos nos permite encontrar una representación más de los objetos de poder, es el amor mismo del ser amado el amuleto que alienta, inflama y protege, el que nos reinventa y nos hace inmortales.
Finalmente, Rafael Vargas, con su poética del amuleto, hace del poema un objeto de protección, a él se confía. Su prosa nos conecta a animales, o partes de ellos, plantas, relaciones y situaciones que forman parte de nuestra cotidianeidad y que, por eso mismo, podemos reconocer e integrar a nuestra vida como verdaderos amuletos, porque forman parte de nuestra cultura: la pata de conejo, el ojo de venado, la medalla, el trébol de cuatro hojas, el listón o la reliquia. Vargas construye con sus versos plegarias, letanías que resuenan fuerte y hondo, que nos permiten entenderlas como una especie de fenómeno clarividente, porque no existe día en que no gocemos de la protección de un amuleto.
En suma, ésta es una edición completa, que recomiendo ampliamente porque analiza con seriedad, claridad, suficiencia y profundidad el objeto de estudio. Las opiniones vertidas provienen de connotados investigadores y escritores que nos llevan de la mano a descubrir la mística de los amuletos y su carácter simbólico, a reafirmar su universalidad y vigencia. Es un ejemplar de gran calidad que nos presenta en sus páginas imágenes de fotografías y pinturas en las que podemos ver las distintas representaciones de los amuletos en diversos contextos culturales y que además puede disfrutarse en un segundo idioma porque también integra en sus páginas una versión en inglés.
