En la segunda mitad del siglo pasado, el lobo mexicano fue declarado extinto luego de que se emprendió una campaña para acabar con esta especie. Sin embargo, a partir de 1970 se preservaron los últimos ejemplares bajo cuidado humano.
Por Fabiola Sánchez
Ciudad de México, 20 de julio (AP).– Poco antes del mediodía, la tranquilidad del Zoológico de Chapultepec en Ciudad de México se vio interrumpida por los solitarios aullidos de «Rhi», un lobo mexicano de siete años que, como líder de su manada, avisa la llegada de la comida a sus cinco cachorros. El reciente nacimiento de la camada se ha convertido en uno de los más esperanzadores acontecimientos de la comunidad científica, que batalla por salvar de la extinción al mamífero.
Entre tropezones y saltos, los cinco lobeznos, de casi tres meses de nacidos, comenzaron poco a poco a salir de la madriguera secundados por su madre «Seje», de nueve años, para reunirse en la parte alta del albergue con el padre, que los esperaba junto a las piezas crudas de pollo y codorniz que les dejó su cuidador, Jorge Gutiérrez, quien ha atendido a «Rhi» desde su nacimiento y ahora cuida a su familia.
«Es maravilloso. Es algo único lo que estoy viviendo», afirmó Gutiérrez, de 58 años, al hablar de los cinco lobeznos mientras observa a «Rhi», que no cesa de corretear y juguetear de un extremo al otro del albergue al ver de cerca al cuidador que lo saluda con un silbido desde una reja externa.
El nacimiento a finales de abril de la camada de tres machos y dos hembras ha alentado las esperanzas de las comunidades científicas de Estados Unidos y México que desde hace más de cuatro décadas batallan, a través de un programa binacional, para evitar la desaparición del Canis lupus baileyi, una subespecie del lobo gris que fue declarado como extinto en medio silvestre en la segunda mitad del siglo pasado tras una campaña de exterminio que se emprendió contra el animal, señalado de atacar al ganado, que implicó la cacería y envenenamiento de miles de ejemplares.
En México los esfuerzos de recuperación del lobo mexicano son dirigidos por la estatal Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas y la Dirección General de Vida Silvestre de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, mientras que en Estados Unidos el programa está a cargo del Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre (USFWS, por sus siglas en inglés).
Gracias a las acciones binacionales, que comenzaron en la pasada década de los 70 con la captura en el norte de México de siete de los últimos ejemplares para preservarlos bajo cuidado humano, se ha logrado llevar la población de lobos mexicanos a unos 540 individuos, de los cuales 323 están en 56 zoológicos y criaderos de ambos países, indicó el veterinario Fernando Gual, director general de zoológicos de Ciudad de México y uno de los integrantes del comité del programa binacional.
En los estados sureños de Arizona y Nuevo México, en Estados Unidos, se estima que hay 186 lobos en vida silvestre, mientras que una porción más pequeña —unos 40—viven libres en bosques del estado norteño de Chihuahua, en México.
El progresivo aumento de la población de lobos llevó hace dos años a las autoridades mexicanas a pasar a la especie de la clasificación de «probablemente extinta en el medio silvestre» a «en peligro de extinción».
El lobo mexicano, que mide hasta 80 centímetros de alto y tiene un pelaje de color marrón amarillento con tintes negros y grisáceos, llegó a ser avistado en el siglo pasado en el sur y centro de México, pero debido la caza indiscriminada fue desapareciendo de esas regiones y ahora sólo se le puede encontrar en zonas boscosas, áridas y semiáridas del norte del país latinoamericano y en el sur de Estados Unidos.
Las autoridades mexicanas hicieron los primeros intentos de liberación del lobo en medio silvestre en 2011 en el estado norteño de Sonora, pero la iniciativa fracasó debido a que cuatro de los cinco ejemplares liberados fallecieron por envenenamiento. Hasta la fecha se desconoce cómo se dieron los envenamientos y quienes lo realizaron.
Al año siguiente se emprendió una nueva liberación en el estado norteño de Chihuahua, donde se estima que hay en la actualidad una población de unos 40 animales, la mayoría de ellos nacidos en vida libre, indicó el profesor Carlos López, de la Universidad Autónoma de Querétaro, quien agregó que los ejemplares se encuentran en el noroeste del estado.
El equipo de la Universidad Autónoma de Querétaro tiene a su cargo el monitoreo y seguimiento de los lobos que están en vida libre.
Como parte de los planes de preservación se encargó a un equipo del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dirigido por el investigador Enrique Martínez Meyer, un estudio sobre los hábitats más adecuados para mantener las poblaciones de lobos.
Martínez Meyer explicó que a partir de análisis geográficos e informes sobre vegetación y densidad de presas, entre otros elementos, se determinaron cuatro áreas favorables para la liberación: una en la región estadounidense del Mogollón, entre Nuevo México y Arizona, y otras tres en las sierras Madre Occidental y Madre Oriental al norte de México. El estudio está en manos de las autoridades de México para evaluar los próximos sitios de liberación de lobos.
En el Zoológico Chapultepec de la capital mexicana opera desde hace más de una década un banco de recursos genómicos donde se tienen mil 267 muestras de semen, tejido ovárico y ovocitos de 29 especies, entre ellas, del lobo mexicano.
Gual, el director general de zoológicos de Ciudad de México, precisó que el llamado “zoológico congelado” es utilizado por el programa binacional como una reserva para garantizar la supervivencia del lobo mexicano en el futuro y recordó que hace siete años se dispusieron recursos de Chapultepec para la primera inseminación artificial de la cual nació «Rhi».
De pronto el diálogo con Gual se ve interrumpido por el chillido de uno de los lobeznos que juguetea con «Seje», que sostiene en su hocico un trozo de carne para enseñar a sus hijos como alimentarse. El investigador reacciona con una sonrisa a la escena de la familia de lobos y afirma: «cada camada de lobos es una esperanza de vida de esta especie. Es nuestra joya».