La libertad creativa era total y sus condiciones claras: debían respetar la cuarentena de sus países, usar el equipo que tuvieran en casa, ubicar la historia en el presente y no contar con nadie a quien no tuvieran autorizado ver.
Cannes (Francia), 15 jul (EFE).- Siete directores unidos por su amor por el cine y por las restricciones de los respectivos confinamientos por la pandemia. Con esa premisa, la película The year of the everlasting storm, estrenada en Cannes, llega como una antología audiovisual del impacto de la covid en nuestras vidas.
El iraní Jafar Panahi, la chilena Dominga Sotomayor, el tailandés Apichatpong Weerasethakul, el singapurense Anthony Chen y los estadounidenses Malik Vitthal, Laura Poitras y David Lowery unieron su creatividad para firmar una obra que ensambla sus distintos cortometrajes.
La libertad creativa era total y sus condiciones claras: debían respetar la cuarentena de sus países, usar el equipo que tuvieran en casa, ubicar la historia en el presente y no contar con nadie a quien no tuvieran autorizado ver.
«No es una película sobre la pandemia, sino en la pandemia. No es una recreación. Estábamos cruzando su peor momento y es un documento a través de la mirada de siete directores que, aunque no estábamos comunicados ni sabíamos qué estaban haciendo los otros, tiene muchos elementos en común», contó a EFE Sotomayor este jueves.
La directora (Santiago de Chile, 1986), que se había mudado a la casa en la que viven su madre y su hermana, hizo una ficción con ambas como protagonistas.
«Es una película familiar. Fue un proyecto súper libre. Fue una linda experiencia acordarme de los primeros tiempos en los que hacía cortos con muchas restricciones. Darse cuenta de que uno puede hacer una película con tan poco me ilusiona», señaló.
The year of the everlasting storm ha sido proyectada en la 74 edición del Festival de Cannes, que se celebra desde el día 6 y hasta este próximo sábado.
Entre sus siete cortos, donde no faltan las omnipresentes reuniones por Zoom, hay tres piezas de no ficción, entre ellas la de Panahi, para quien no fue la primera vez que tuvo su casa como único escenario.
En 2011, estando en arresto domiciliario, realizó Esto no es una película, en la que contaba a su amigo Mojtaba Mirtahmasb la historia que quería haber filmado y cuyo guion no había sido aprobado. Sus protagonistas son esta vez su madre, su mujer, su hija y su iguana Iggy.
Chen, que en 2013 ganó la Cámara de Oro a la mejor ópera prima de Cannes por Ilo Ilo, sí se alejó de su día a día para hablar del desgaste del confinamiento y del teletrabajo en una joven pareja con un hijo pequeño.
«Me emociona lo adaptables que hemos tenido que ser. Creo que (la pandemia) cambiará la manera en la que hacemos cine. Es una suerte tener este registro de esa época al lado de directores a los que admiro tanto», sostuvo Sotomayor, conocida por «De jueves a domingo» (2012) y «Tarde para morir joven» (2018).
En plena incertidumbre por la pandemia, justo después del estallido social contra el modelo neoliberal en Chile, ella no tenía previsto filmar nada porque «cuando suceden cosas tan grandes en tu país y en el mundo lo creativo pasa a un segundo lugar», pero aceptó porque le gustó la invitación.
Cada uno reaccionó con lo que pudo, pero sus respectivos enfoques terminaron encontrando un punto en común: «La crisis nos mostró la fragilidad de la vida, la cercanía de la muerte y lo importante de acercarse a lo esencial. La resiliencia cruza todos los cortos», concluyó Sotomayor.