Diego Petersen Farah
09/07/2021 - 12:02 am
Y del otro lado ¿quién?
Por el lado del PAN, Ricardo Anya, quien ya fuera derrotado en 2018, parece ser la opción más avanzada.
Pocas cosas le gustan más al Presidente como repetir aquello de que la oposición está “moralmente derrotada”. La frase es en sí misma un barbaridad porque en las elecciones no hay triunfos ni derrotas morales, se gana y se pierde con votos, pero en el fondo lo que quiere decir el Presidente es que la razón histórica está de su lado, que él y su movimiento representan la moralidad pública frente a los perversos “conservadores” que son, independientemente de su forma de pensar, todos aquellos que no lo apoyan.
La derrota moral de la oposición sería sólo una metáfora propagandística si no fuera porque realmente no tienen un candidato competitivo; no a estas alturas del partido. Lo que hay es una lista de políticos reciclados o de gobernadores con más o menos dinero para gastar en imagen, pero ninguno que haya logrado construir un liderazgo nacional. Fuera de los partidos circulan algunos nombres de personajes que, más allá de que tengan buenas o perversas intenciones, no tienen una estructura política sólida.
Por el lado del PAN, Ricardo Anya, quien ya fuera derrotado en 2018, parece ser la opción más avanzada. No entremos en valoraciones de si gusta o no gusta, es simple y sencillamente quien tiene estructura, experiencia y sabe lo que está haciendo: mientras otros de desgañitan por figurar, él está en campaña. El presidente del PAN, Marko Cortés, urgido de abrir la baraja destapó a Mauricio Vila, el más presentable de los gobernadores panistas, pero que está lejos de convertirse en un personaje con presencia y reconocimiento nacional.
Parte de la chamba que está haciendo el Presidente para derrotar electoralmente a la oposición moralmente derrotada es evitando que se exista una alianza y le echen montón a su candidato, el que sea. Nadie más interesado en que le PRI tenga su propio gallo, que esa alianza que, a quererlo o no le dio batalla en la elección de junio pasado, no se sostenga. Aunque el peso electoral del tricolor es prácticamente el mismo que el del PAN, alrededor de 18 por ciento, el voto priista está más fragmentado en todo el país y ganó menos distritos (sólo 30, frente a 70 de los blanquizaules). El cachondeo de López Obrador con Alejandro Moreno, presidente del PRI, no es gratuito; necesita que tengan candidato propio, sea el mismo presidente del PRI, el exsecretario de Gobernación, Osorio Chong o Enrique de la Madrid.
Lo mismo está tejiendo el Presidente con Movimiento Ciudadano, a cuyos gobernadores, Enrique Alfaro, de Jalisco, y Samuel García, de Nuevo León, les ha dedicado más tiempo en las últimas dos semanas que en todo lo que va del sexenio. Mantener a MC fuera de la alianza y a Alfaro en la boleta le asegura al Presidente un voto dividido en dos estados claves para cualquiera que aspire a competir en 2024.
Da igual si la oposición está moralmente derrotada; mientras esté electoralmente dividida y con candidatos chiquitos las posibilidades de que Morena repita en la Presidencia, aun con sus chamuscados precandidatos, crece exponencialmente.
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