Necronarrativas en México. Discurso y poéticas del dolor (2006-2019) es una astuta investigación que cuestiona más de una década de violencia sistémica centrada en dos zonas fronterizas: la mítica Ciudad Juárez, denominada en algún momento “la ciudad más violenta del mundo”; y Veracruz, una frontera de mar que en poco tiempo se sumó al “mapa geopolítico de control y dominio”.
Por Angélica Ahuatzin
Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas (Universidad Veracruzana), ha sido becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de ensayo literario y del PECDA en la especialidad de crónica. Sus colaboraciones han aparecido en revistas y sitios electrónicos como La Palabra y el Hombre, Connotas, revista de teoría y crítica literarias, Tierra Adentro, entre otras.
Ciudad de México, 5 de julio (SinEmbargo).- La operación de control se había iniciado meses atrás. La académica manejaba por las calles de una Ciudad Juárez decembrina, una compilación de cantos de ballenas fungía como música de fondo. Los sonidos de la naturaleza y el cielo grisáceo le despertaron cierta melancolía, allá, en lo alto, aviones militares sobrevolaban el horizonte fronterizo inaugurando un estado de vigilancia a causa de la llamada “guerra contra el narco”. Esta imagen fue el preludio a la exploración que Magali Velasco Vargas (Veracruz, 1975) trabajaría por años; se trata de una compilación de ensayos críticos editada bajo el nombre del concepto propuesto para acercarse a la producción literaria de esta época, las necronarrativas:
(…) son discursos en los que leemos sobre las relaciones humanas impactadas por duelos o sufrimientos; también leemos sobre nuestra capacidad de sobrevivencia, de reinventarnos, de continuar en la tensión de eros y thánatos. Lo necro, en su representación poética, incluye la necesidad de romper censuras, de contar a los otros y guardar las memorias colectivas. (p.30).
Necronarrativas en México. Discurso y poéticas del dolor (2006-2019) es una astuta investigación que cuestiona más de una década de violencia sistémica centrada en dos zonas fronterizas: la mítica Ciudad Juárez, denominada en algún momento “la ciudad más violenta del mundo”(p.63); y Veracruz, una frontera de mar que en poco tiempo se sumó al “mapa geopolítico de control y dominio” (p.11). Dividido en dos apartados, el libro se despliega como una cartografía de la memoria atravesada por los duelos compartidos de un país en quiebra a causa del desgobierno. “Las necronarrativas en México comparten temas y preocupaciones recurrentes, como la muerte violenta, el secuestro, la desaparición, el feminicidio, la violación, la no justicia, la desesperanza frente a un Estado que no protege y al contrario, extermina junto con los grupos del narcotráfico” (p.40).
¿De qué manera abordar este enorme archivo? Aquí la pertinencia del concepto y de acotar los registros, hacer lo propio desde cada trinchera. La de Velasco son las producciones literarias, periodísticas y testimoniales que dejaron esos 13 años, pero desde un acercamiento que navega entre lo teórico y la realidad. El libro teje un equilibrio reflexivo acompañado por lo sensorial, en ningún momento se distancia de la entraña poética de la que proviene. La autora no pierde de vista que, antes de la mente, está el cuerpo. No hay duelo si no hay corporalidad(des) que lo sufra(n). El lector recibe en cada uno de sus análisis una lectura profunda de obras de la literatura Juárica (aquella que surge desde el desconocimiento y mitificación de la ciudad misma) y la literatura Juarense (aquella producida por quienes se interesan en el día a día de la ciudad sin ser necesariamente originarios o caer en esencialismos) (pp.104-105).
Entre los títulos encontramos: Perlas a los cerdos, de Alejandro Román (que revive el caso del primer feminicidio llevado a juicio oral de Rubí Frayre y el posterior asesinato de su madre, Marisela Escobedo); Te diría que fuéramos al río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay llanto ni río, de Jorge Humberto Chávez (ejemplo del cambio de temáticas de la poesía juarense); Ellos saben si soy o no soy, de Elpidia García (historias de la maquila y la industrialización de la zona); Los Cuervos, de César Silva (novela que evidencia la época del silenciamiento de los feminicidios); y Oriundo Laredo, de Alejandro Páez Varela (junto con su trilogía de novelas del desencanto y las cicatrices de la ciudad). Sin embargo, esta mención es sólo una pequeña parte de las necronarrativas que se pueden encontrar en cada uno de sus apartados. La autora agrega, además, referencias documentales, datos históricos y del periodismo narrativo, datos teóricos de otras disciplinas humanistas y un anexo visual de fotografías, caricaturas y encabezados de noticias, entre otros archivos.
El primer capítulo contrasta con el segundo debido a una aclaración hasta cierto punto obvia, las necronarrativas en Veracruz se están escribiendo. La marca inicial: la gubernatura del tirano Javier Duarte (2010-2016). Los años aciagos de la creciente inseguridad y el cinismo con que el mandatario intentaba hacer oídos sordos al control de los territorios a raíz de la separación de los jefes del Cártel del Golfo. En un parpadeo, Veracruz se convirtió en un “estado sin ley” (como lo dicta la famosa portada de la Revista Proceso que le valió la vida al fotoperiodista Rubén Espinoza). De este apartado tenemos acercamientos a producciones como El puro lugar (llamado teatral de la ORTEUV que evoca el ataque violento a jóvenes y estudiantes en 2015), México 2010. Diario de una madre mutilada, de Ester Hernández Palacios, (testimonio del terrible asesinato de la hija de la autora) y Temporada de Huracanes, de Fernanada Melchor (una referencia imprescindible de la escritura mexicana contemporánea junto con Aquí no es Miami).
Las Necronarrativas… son una apuesta por la sensibilidad y el respeto que merece cada memoria de dolor; surgen por la intención de forjar un nuevo camino poético que no vea estas producciones como pasajeras o circunstanciales, sino que comience a dotarlas de las revisiones críticas que merecen. Es probable que las necronarrativas en el resto México (al igual que en Veracruz o incluso en América Latina) se estén escribiendo desde hace algunos años y éste sea un paso más para sacarlas del olvido, pues recordemos que, “cuando acontece un daño hay una etapa de silencio por tres obstáculos: la sociedad, el gobierno y la política” (p.32).
El libro de Magali Velasco Vargas se lee con nudo en la garganta, con la voz temblorosa pero valiente de una dignidad que busca ser recuperada, con la esperanza de que ese nudo desentrañe el sentido necesario de la memoria: preservarla; porque sólo de ella y de su constante ejercicio nacerá algo ante este panorama desolador que día a día ofrece manifestaciones de injusticia en todas sus formas. La postura de la autora está clara al citar las palabras de Esther Cohen, especialista en la literatura concentracionaria nazi, “el mayor espacio de resistencia frente a la muerte es la escritura” (p.40). Sin embargo, recordemos que la escritura, por sí sola, no produce ningún efecto si no abre un diálogo entre lectores que persistan en las revalorizaciones, la descentralización de la crítica y las propuestas para nombrar todo este caos de criminalidad, de impunidad y de olvido.
Velasco, M. (2020). Necronarrativas en México. Discurso y poéticas del dolor (2006-2019). San Luis Potosí, México: COLSAN/ Universidad Veracruzana.