La soya es uno de los alimentos que desata más debates, frecuentemente se le asocia con el cáncer y la deforestación. Diversos estudios de caso y de control relacionados con la soya y el cáncer de mama han sido alentadores, ya que en aproximadamente la mitad de los estudios, su consumo se asocia con un menor riesgo de padecer este tipo de cáncer, mientras que en el resto no muestra efectos adversos. También se han estudiado poblaciones con las ingestas de soya más altas, como Singapur, Shanghai y Japón, mostrando nuevamente una reducción en los riesgos de padecer esta enfermedad.
Para empezar a hablar de la deforestación, considero importante conocer dónde es que se produce la mayor cantidad de soya. Estados Unidos y Brasil son los más grandes productores de soya en el mundo, representando en conjunto el 69 por ciento de la producción a escala global. Argentina se encuentra en el tercer lugar, abarcando el 11 por ciento.
La demanda de soya ha crecido rápidamente durante los últimos 50 años debido a un incremento en el consumo de carne (especialmente la de pollos) y el aumento en la demanda de biocombustibles y aceites vegetales. Un reporte de la University of Oxford’s Food Climate Research Network in Data afirma que más de tres cuartas partes (77 por ciento) de la soya que se produce a nivel mundial se utiliza para alimentar a los animales criados por su carne y leche. Más de un tercio se utiliza para alimentar pollos y otras aves de corral, una quinta parte para alimentar cerdos, el seis por ciento se destina para animales marinos y el dos por ciento para la producción de carne de vacas y lácteos. Mientras que el 7 por ciento se usa directamente para producir alimentos como la leche de soya, el tofu, la soya texturizada, edamames y el tempeh. La mayor parte del porcentaje restante se utiliza para aceites vegetales, biocombustibles y aceites industriales, como se mencionó anteriormente.
Se estima que la cantidad de tierra utilizada para cultivos de soya a nivel global se ha cuadruplicado desde 1961 debido a un aumento en la producción de 1 mil 200 por ciento. En el caso específico de Brasil, el uso de tierra para producir soya se ha triplicado desde 1980. En el estudio del 2017 publicado en la revista Science llamado «Types and rates of forest disturbance in Brazilian Legal Amazon, 2000–2013» (Alexandra Tyukavina et al.) se analizan los factores que impulsan la pérdida de los bosques en la Amazonía brasileña de manera legal, incluyendo las inundaciones, el cultivo de pastos, incendios forestales, actividad mineras, pequeñas plantaciones, construcción de carreteras, cultivo de soya, etc. Se destacan dos datos: una disminución en la pérdida de bosques desde el año 2000 y el aumento de pérdida de bosques a partir del año 2013.
El estudio remarca una gran diferencia entre la impresionante cantidad de hectáreas utilizadas para crecer pastos que serán utilizados para alimentar a vacas criadas por su carne y la cantidad de hectáreas que se usan para crecer soya. Basándome en este estudio, se desmiente la teoría sobre la soya, ya que todo indica que el principal impulsor de la deforestación de la Amazonía brasileña es la expansión de pastos para la producción de carne de vacas. Estudios realizados por la Universidad de Brasilia y Environmental Research Letters, también concluyeron que el cultivo de pastos están impulsando la mayor parte de la deforestación en la Amazonía brasileña, no la soya como se creía anteriormente.
Entonces, ¿la soya es inocente? La respuesta más concreta es: no. Absolutamente todas las actividades humanas tienen un impacto en el ambiente. A pesar de que los estudios sugieren que la soya no es la principal responsable de la deforestación, tiene impactos directos e indirectos debido al aumento de su producción.
Un área de tierra capaz de producir 100 gramos de proteína proveniente de las plantas puede producir sólo 60 gramos de proteína de los huevos, 50 gramos de proteína de los pollos, 25 gramos de proteína de los productos lácteos, 10 gramos de proteína de los cerdos, y solo 4 gramos de proteína de la carne de vacas. La ganadería no es un sistema sostenible, podemos reducir nuestra huella ambiental drásticamente cambiando nuestra manera de alimentarnos.
La finalidad de este escrito es invitar a la reflexión sobre nuestros hábitos de consumo y las prácticas de la industria alimentaria. Cada acción tiene una consecuencia, no se trata de alcanzar la perfección, sino de realmente tomarnos un momento para conocer más sobre la problemática y las acciones que queremos tomar a nivel individual y colectivo tras conocer información como la que se presentó aquí.