Martín Moreno-Durán
16/06/2021 - 12:05 am
Así traicionó AMLO a Monreal; ¿habrá segunda traición?
Ricardo Monreal ganó fácilmente la Cuauhtémoc, por más de diez puntos de diferencia. Le había cumplido a AMLO. Le entregó a Morena la delegación más pequeña de la ciudad de México, pero la más fuerte en el aspecto financiero. La de mayor fortaleza económica. El corazón capitalino. La joya de la corona.
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A principios de 2015, de cara a las elecciones intermedias, Andrés Manuel López Obrador se reunió con Ricardo Monreal. Le hizo una petición directa, sin rodeos:
-Ayúdame a ganar la delegación Cuauhtémoc, se tú el candidato, y si la ganas, serás el candidato de Morena a la Jefatura de Gobierno en 2018…
Monreal – un político pragmático moldeado en la escuela priista-, aceptó de inmediato. Sin titubear.
¿Qué hizo entonces el zacatecano?
Lo que sabe hacer: trabajo político. Negociaciones. Alianzas.
Para ello, se valió de un mediador: Alejandro Rojas – Díaz Durán, quien logró reunirlo con el entonces jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, y con su principal operador político, Héctor Serrano, poderoso secretario de gobierno capitalino. Monreal les pidió apoyo y dos cosas fundamentales para poder ganar la Cuauhtémoc: que el PRD designara a un candidato débil y sin arrastre, y que le amarraran las manos a los vendedores ambulantes, a los comerciantes, a las fuerzas vivas que ayudaban a definir las elecciones en la capital del país y que, bajo la operación de Serrano, harían ganar seguramente al perredismo.
Mancera y Serrano negociaron y aceptaron. Monreal los convenció.
(Con el paso del tiempo, Monreal ha sido escudo protector de Mancera en el Senado, apoyándolo en asuntos tan espinosos como el derrumbe en la Línea 12 del Metro, por citar alguno. En la praxis política, la alianza Monreal-Mancera sellada en 2015 se ha mantenido para conveniencia de ambos).
Así, el PRD – bajo el dominio de Mancera y de Serrano-, nominó a un candidato endeble para la delegación Cuauhtémoc: José Luis Muñoz Soria, un político de bajo perfil, de pocas luces, que no despertaba entusiasmo ni entre los perredistas ni mucho menos entre los ciudadanos neutrales. Además, Serrano maniató a ambulantes y demás clientela electoral para que no operaran en favor de Muñoz. El morenista debía ser el ganador.
Ricardo Monreal ganó fácilmente la Cuauhtémoc, por más de diez puntos de diferencia. Le había cumplido a AMLO. Le entregó a Morena la delegación más pequeña de la ciudad de México, pero la más fuerte en el aspecto financiero. La de mayor fortaleza económica. El corazón capitalino. La joya de la corona.
Confiado por el triunfo, Monreal cabalgaba tranquilo rumbo a la candidatura de Morena para la Jefatura de Gobierno en 2018, con la enorme ventaja de que López Obrador, desde ese tiempo, encabezaba las preferencias electorales para la presidencia de la República. Harían el uno-dos. De la mano llegarían al poder máximo federal y al capitalino.
Sin embargo, López Obrador tenía otros planes: llevar a su querida amiga, a su consentida: Claudia Sheinbaum, a la candidatura a la jefatura de Gobierno. Y así lo hizo, traicionando a Ricardo Monreal, rompiendo su promesa de 2015.
Cuando Sheinbaum fue ungida como candidata en la CDMX, Monreal enfureció. Se sintió traicionado por AMLO. Y tenía razón: el zacatecano había cumplido con ganar la Cuauhtémoc en 2015, pero López Obrador fue quien no cumplió con su acuerdo político.
Amenazando con abandonar Morena y escuchando propuestas de otros partidos – el PRI incluido- para convertirse en su candidato a la Jefatura de Gobierno en 2018, Monreal fue, finalmente, convencido de quedarse en Morena. Tuvo que ser necesaria la intervención de López Obrador para convencer a Monreal de no abandonarlos y no provocar un cisma político interno, todavía caliente el puñal que AMLO le había clavado por la espalda al preferir a Sheinbaum.
Monreal metió la cabeza en la hielera, se enfrió, y decidió seguir al lado de AMLO. Pidió varias posiciones para él y su grupo político: ser senador y desde ahí buscar el liderazgo de la Mesa Directiva – que consiguió tras desplazar a Martí Batres, uno de los radicales de izquierda con mayor cercanía al grupo de Claudia Sheinbaum-, y obtener puestos dentro del gobierno de la 4T que también le fueron concedidos.
Con el discurrir de los meses, Monreal ha sido un aliado invaluable para AMLO, aunque en el trayecto, haya tenido que tragar sapos, como aquel que para calmar los odios en Palacio Nacional tuvo que lanzar bajo el amago de “regular las redes sociales” a las que López Obrador y su equipo comenzaban a atacar al ser suspendidas en Twitter tres cuentas apoyadoras abiertamente de la 4T. Ante las críticas recibidas por un evidente intento de censura contra la libertad de expresión, Monreal tuvo que recular y quedar como el villano de la película. Finalmente, la descabellada propuesta fue enlatada.
Hoy, la batalla dentro de Morena por la candidatura presidencial ha estallado.
Marcelo Ebrard – aliado de Monreal- está fulminado por la tragedia en la Línea 12 del Metro. El domingo pasado, The New York Times lo acabó de noquear.
Claudia Sheinbaum está tocada de muerte por dos asuntos: su innegable negligencia durante el proceso de mantenimiento fallido en la Línea 12, y por haber perdido el control de la ciudad de México en las elecciones del pasado 6 de junio, incluida la estratégica Alcaldía Cuauhtémoc que seis años antes había ganado Monreal. Fue una derrota que le dolió en el alma a AMLO, a Morena y a la izquierda. Perdieron, nada menos, que su principal bastión y plataforma política para lanzarse por la presidencia en 2024, tal como ocurrió en 2006, 2012 y 2018. Esa fuerza ya no la tienen. En la CDMX empezó su historia. Y en la CDMX podría terminar.
Con Ebrard y Sheinbaum en declive, prácticamente descartados ¿quién debería ser el tercero en el turno al bat para ser favorecido por López Obrador con la candidatura presidencial de Morena en 2024? Por importancia política, por utilidad legislativa y por cercanía personal, sería Ricardo Monreal. Sin embargo, parece que el zacatecano no está – una vez más- en el corazón de López Obrador, ocupado – todavía- por la figura de su amiga Claudia Sheinbaum.
En política, la forma es fondo:
El lunes pasado, AMLO acusó de nuevo a la prensa y a sus enemigos de intentar dividir a su gobierno con la tragedia en la Línea 12. Dijo, textual:
“Quieren poner a pelear a Marcelo con Claudia, ellos quisieran eso, quisieran que se pelearan Marcelo, Claudia, Tatiana (Clouthier), Juan Ramón De la Fuente, Esteban Moctezuma, etcétera, etcétera, etcétera…”.
Es decir: López Obrador – tal vez de forma deliberada o posiblemente de manera inconsciente- mencionó a quienes trae en la cabeza como posibles candidato o candidata de Morena a la presidencia de México: Sheinbaum, Ebrard, Tatiana, Juan Ramón, Esteban Moctezuma. Una baraja amplia. Pero en ningún momento mencionó a Ricardo Monreal, uno de sus principales operadores políticos y quien servicios más que valiosos le ha prestado a AMLO.
Monreal no está en la imaginaria sucesoria de AMLO para 2018.
Monreal no fue incluido en la lista del lunes pasado.
¿Viene la segunda traición de AMLO contra Ricardo Monreal?
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“Yo no me descarto (como candidato presidencial)”, dijo el mismo lunes Ricardo Monreal al periodista Carlos Loret de Mola durante su noticiario radiofónico. Y más: “Arrancar desde ahora sería iluso. Podrían irse al abismo”, advirtió Monreal.
Lo cierto, es que López Obrador ha utilizado políticamente a Ricardo Monreal y lo ha traicionado sin ningún pudor. Esa es la historia. Ese es el hecho consumado.
Monreal quiere ser candidato presidencial de Morena en 2024. Cree haber hecho méritos suficientes. Pero tiene un problema: AMLO no lo quiere como candidato. No está en el corazón del tabasqueño.
Así que no nos sorprendamos si López Obrador le clava un segundo puñal por la espalda a Ricardo Monreal.
Ya lo veremos.
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