No es sólo tu círculo de amigos, las mujeres mexicanas en general han decidido tener menos hijos en las última década, lo que ha sido más marcado en las mujeres hablantes de una lengua indígena, según datos del Inegi.
Ciudad de México, 10 de mayo (SinEmbargo).– No es una impresión tuya. Las mujeres mexicanas cada vez tiene menos hijos: en sólo una década la tasa global de fecundidad promedio pasó de 2.86 a 1.88 hijos por cada mil mujeres, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
En el país residen 48.6 millones de mujeres de 15 años y más en 2020, de las cuales 72.4 por ciento tenían al menos un hijo nacido, es decir, son madres (35.2 millones), de este total 7.1 por ciento son hablantes de lengua indígena (2.5 millones). La tasa global de fecundidad es un indicador que refiere el número de hijos que en promedio tendrá una mujer al final de su vida reproductiva.
En particular, la tasa global de fecundidad para las mujeres que hablan lengua indígena fue de 2.85 en 2019, cifra menor a la de 1999 que fue de 4.15 hijos por cada mil mujeres; mientras que para las mujeres que no son hablantes de lengua indígena pasó de 2.76 a 1.82 hijos.
La tasa de fecundidad más alta por edad en 2019 se localizó en el grupo de 20 a 24 años en las mujeres que hablan lengua indígena. Mientras que en las mujeres que no hablan lengua indígena se extiende en los grupos de 20 a 24 y 25 a 29 años, según el Inegi.
Tania Rocha Sánchez, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM, que la decisión de no tener hijos puede estar condicionada por diferentes causas, como las dificultades en materia de salud que algunas mujeres enfrentarían al buscar procrear o los estragos que muchas sufrirían al someterse a tratamientos especializados que, por lo demás, no son accesibles para todas.
Aunque también hay mujeres que toman esta determinación desde su propia historia y el deseo de no ser madres, en algunos casos porque no quieren repetir la vida de aquellas que les antecedieron como abuelas o madres, porque no les atrae el hecho de dedicar su vida al cuidado y la crianza de un hijo o porque dan prioridad a su desarrollo personal y profesional.
“En ocasiones sucede también que una mujer resuelve casarse, pero, con el tiempo, la idea de ser madre no surge en ella como un deseo real: está ahí, pero sin que se den las condiciones para que lo alcance. Y es que el deseo de ser madre no brota de repente, se construye a partir de los aspectos culturales, la historia específica, la subjetividad y la capacidad o habilidad con que se percibe cada mujer, y, por supuesto, del apoyo real con que cuenta para tal responsabilidad. Es decir, el instinto maternal no existe, aunque a muchas personas les cueste trabajo admitirlo”, añadió Rocha Sánchez, de acuerdo con la Gaceta UNAM.
EDUCACIÓN Y PARTICIPACIÓN ECONÓMICA
Las diferencia entre las mujeres de estos dos grupos no sólo es evidente en la tasa de fecundidad también se ven en la tasa de participación económica: las mujeres hablantes de lengua indígena con hijos es de 28 por ciento, mientras que en el grupo de mujeres que no hablan lengua indígena es de 42 por ciento.
«La baja participación económica del primer grupo de mujeres tiene varias determinaciones sociales, sin embargo, la crianza de los hijos se combina con múltiples actividades que son parte de una economía de autoconsumo, como la cría de animales o el cultivo de productos», explica el Inegi.
También el nivel educativo muestra diferencias marcadas: los datos del Censo de población y vivienda 2020 indican que 26 por ciento de las mujeres de 15 y más años hablantes de lengua indígena con hijos no tiene escolaridad; el 62 por ciento tiene instrucción básica (preescolar, primaria o secundaria), 8 por ciento tiene algún grado aprobado en el nivel medio superior y 4 por ciento cuenta con estudios a nivel superior.
A su vez, el 5 por ciento de no hablantes de lenguas indígenas no tiene escolaridad; el 57 por ciento tiene la básica, el 21 cuenta con algún grado aprobado en el nivel medio superior, y 17 por ciento tiene estudios a nivel superior.
«La educación constituye un derecho y resulta trascendental para el desarrollo de la población. A pesar de ello, el rezago educativo en las madres que hablan lengua indígena es evidente», resalta el Inegi.
La situación conyugal no es muy diferente entre ambos grupos. La madres solteras hablantes de una indígena es del 3 por ciento frente al 6 por ciento de las no hablantes de una lengua índígena, el 47 por ciento en ambos casos reportaron estar casadas, en un unión libre se presenta la mayor diferencia el 28 por ciento de las mujeres del primer grupo que viven así fue el y de 22 por ciento en el segundo, 7 por ciento y el 11 por ciento dijeron estar separadas de su parejas, el 1 por ciento y 4 por ciento dijeron estar divorciadas y el 14 por ciento y 10 por ciento dijeron ser viudas, respectivamente,