Diego Petersen Farah
23/04/2021 - 12:02 am
La jauría y el miedo
El silencio por miedo -miedo a caer de la gracia del líder, miedo a perder la posición en la manada, miedo a salirse de las voces del coro- o porque son políticos en edad de merecer, es un síntoma del que las formas autoritarias avanzan.
Sólo el primer perro sabe por qué ladra, dicen en los ranchos. Los mismo sucede en las redes sociales, como demostró la investigación de Rossana Reguillo y el laboratorio de redes SigmaLab del Iteso cuando estudiaron el comportamiento de la red amlovers. Y algo muy similar sucede en el Poder Legislativo donde diputados y senadores son capaces de votar sin cambiar comas, no sólo con abyección sino con el orgullo de pertenecer a la jauría, ladrar sin saber por qué ladran.
¿Cuál es el sentido de prolongar el mandato del Ministro Zaldívar como presidente de la Suprema Corte?, ¿qué quiere o pretende el Presidente López Obrador -y suponemos que también el presidente de la Corte- que sólo pueda hacer él y nadie más? Salvo contadas excepciones, viejos lobos de mar y demócratas convencidos como Porfirio Muñoz Ledo o Pablo Gómez (los conversos suelen ser los más firmes en sus convicciones) la mayoría de los diputados y senadores morenistas van tras el líder de la manada sin cuestionar no solo el rumbo sino las formas del líder. ¿Por qué Zaldívar?, ¿por qué violentar la Constitución? Nadie lo pregunta; todos obedecen.
Pero igual o más delicados que los ladridos de la manada son los silencios de los cercanos. ¿Dónde están Marcelo Ebrard, Tatiana Clouthier y Olga Sánchez Cordero, esos que suponíamos demócratas convencidos y defensores del Estado de derecho en esta discusión que sí es de fondo, que sí implica un cambio en la manera de entender nuestra democracia? No es carrilla, los tres han sido mujeres y hombres comprometidos con la democracia y ahí están sus declaraciones, contundentes, sobre los contrapesos del presidente de los que habló Tatiana previo a la toma de posesión, y la entrevista de también en aquellos días de 2018 de la hoy Secretaria de Gobernación con Carmen Aristegui diciendo que tenía instrucciones precisas del Presidente electo de ejercer un respeto irrestricto entre poderes.
El silencio por miedo -miedo a caer de la gracia del líder, miedo a perder la posición en la manada, miedo a salirse de las voces del coro- o porque son políticos en edad de merecer, es un síntoma del que las formas autoritarias avanzan. El miedo y el silencio se convierten poco a poco en cultura política y van llenando los espacios de poder como un banco de neblina que cae sobre el valle.
Luis Miguel González Márquez suele recordar que donde hay dos que piensan exactamente igual uno sobra. Cuando hay un Gabinete que quizá no piensa igual, pero tampoco piensa o no por miedo no dice lo que piensa, todos sobran. Cuando diputados y senadores defienden su postura con el único argumento de que así nos lo pide el presidente, también sobran.
Si decimos que la democracia está en riesgo no es sólo por la omnipresencia de una sola voz, sino por el silencio cómplice de quienes lo rodean.
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