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¿Cómo ocurre el síndrome inflamatorio multisistémico en niños luego de contraer COVID-19?

17/04/2021 - 10:50 am

Los resultados destacaron que los niños con síntomas neurológicos eran más propensos a necesitar un ventilador y medicamentos para ayudar a estabilizar su circulación sanguínea que los niños sin síntomas neurológicos.

Madrid, 17 de abril (EuropaPress).- La mitad de los niños que desarrollaron una grave afección asociada a la COVID-19, denominada síndrome inflamatorio multisistémico en niños (MIS-C), tenían síntomas o signos neurológicos cuando ingresaron en el hospital, según una investigación preliminar publicada este martes, que se presentará en la 73ª Reunión Anual de la Academia Americana de Neurología que se celebra virtualmente del 17 al 22 de abril de 2021. Esos síntomas incluyen dolores de cabeza, encefalopatía y alucinaciones.

«Con este nuevo síndrome inflamatorio que se desarrolla después de que los niños se infecten con el coronavirus, todavía estamos aprendiendo cómo afecta el síndrome a los niños y a qué debemos prestar atención -explica el autor del estudio, el doctor Omar Abdel-Mannan, del University College London en el Reino Unido y miembro de la Academia Americana de Neurología-. Descubrimos que muchos niños experimentaban síntomas neurológicos que afectaban tanto al sistema nervioso central como al periférico».

Para el estudio, los investigadores revisaron los registros de todos los niños menores de 18 años ingresados en el Great Ormond Street Hospital de Londres entre el 4 de abril de 2020 y el 1 de septiembre de 2020, que cumplían los criterios del síndrome inflamatorio multisistémico en niños.

Los niños que desarrollan esta enfermedad deben ser evaluados definitivamente en cuanto a los síntomas neurológicos y los resultados cognitivos a largo plazo. Foto: AP

Había 46 niños con una edad media de 10 años. De ellos, 24 niños tenían síntomas o signos neurológicos que no habían experimentado previamente. Veinticuatro tenían dolores de cabeza, 14 tenían encefalopatía, seis tenían anomalías en la voz o ronquera, seis tenían alucinaciones y cinco tenían ataxia, o alteración de la coordinación. Además, tres niños tenían problemas en los nervios periféricos y uno tenía convulsiones.

Los niños con síntomas neurológicos eran más propensos a necesitar un ventilador y medicamentos para ayudar a estabilizar su circulación sanguínea que los niños sin síntomas neurológicos. Sin embargo, no hubo diferencias en cuanto a la demografía, los marcadores inflamatorios, el tratamiento o los resultados a corto plazo entre los dos grupos.

«Los niños que desarrollan esta enfermedad deben ser evaluados definitivamente en cuanto a los síntomas neurológicos y los resultados cognitivos a largo plazo -recomienda Abdel-Mannan-. Se necesitan más estudios que incluyan a más niños y que hagan un seguimiento de los mismos para ver cómo cambia esta afección con el tiempo y si hay efectos neurocognitivos a más largo plazo».

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