Las elecciones intermedias de 2021 están poniendo a prueba al gran movimiento de Morena y a la dirección del partido.

Quienes venimos desde hace tiempo buscando la toma del poder para darle uso transformador, volteamos a los lados y vemos repentinamente que nos dicen compañeros personajes que ni en Nochebuena invitaríamos a casa.

Son varias las gubernaturas que se jugarán el próximo junio y, de ganarlas, el movimiento que encabeza Andrés Manuel se fortalecería política y económicamente, a tal grado que estaríamos a las puertas de pensar en la continuidad del proyecto de bienestar que impulsa el Obradorismo; sin embargo, también estaremos en riesgo de que el barco empiece a hacer agua en el 2024.

Es obvia la contradicción interna al frente del movimiento transformador de mediano plazo que representa el Obradorismo cuando se cuenta la cantidad de políticos pragmáticos, algunos verdaderamente impresentables en el ejercicio de sus derechos constitucionales, que empiezan a acuerparse en Morena.

Pero seamos sinceros, ni todos los obradoristas son garantía de honestidad o capacidad transformadora, ni todos los políticos profesionales que vienen de otros partidos son corruptos y deshonestos, no es blanco y negro, sino una enorme gama de grises que se cruza en los extremos; por eso prefiero pensar en el mañana, en el 2024, porque en estos tiempos, y en este país, los días políticos se miden por periodos de tres años y no de 24 horas.

No me preocupa tanto la oposición conservadora ni los aliados centro oportunistas del PRI y el PRD, me preocupan las alternativas que ofrecerá Morena al electorado en ese momento, por eso y para no ser condenado como tibio, desde ahorita me la juego por Claudia Sheinbaum.

Gustavo De la Rosa

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Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.

#Análisis ¬ ¿Es posible que Claudia suba más? Sí: en 2018, AMLO apretó en los últimos 30 días