Había datos y ejemplos en todo el mundo de gente que superó sin mayor dificultad la COVID-19 y que repentinamente sufría una especie de “regreso” de la enfermedad. No es regreso. Un nuevo estudio publicado por The New York Times y MedRxiv dice que son efectos de largo plazo que no habíamos detectado. Hasta ahora.
Ciudad de México/Nueva York/Madrid, 10 de marzo (SinEmbargo).– Los nuevos estudios sobre los recuperados de COVID-19 están arrojando nuevos descubrimientos un año después. No había manera de saberlo antes, simplemente porque este coronavirus es nuevo. Y los hallazgos de los científicos no siempre son para bien.
Apenas ahora podemos saber que muchas personas que experimentan hoy síntomas de largo plazo por el coronavirus no se sintieron enfermas en absoluto cuando se infectaron inicialmente. O dicho de otra manera: muchas personas que enfermaron levemente ahora están sintiendo efectos de largo plazo. Esto lo sabemos por un nuevo estudio que agrega información convincente al tema, cada vez más importante, del impacto duradero en la salud de la COVID-19.
Algunos de los hallazgos: Los problemas a largo plazo afectan a todos los grupos de edad, incluidos los niños. Se localizaron más de 30 síntomas semanas después: ansiedad, dolor lumbar, fatiga, insomnio, problemas gastrointestinales y frecuencia cardíaca rápida. Los investigadores identificaron cinco grupos de síntomas que parecían más probables de ocurrir juntos: dolor de pecho y tos, o dolor abdominal y dolor de cabeza.
El estudio citado esta mañana por The New York Times (se publica en el sitio de preimpresión MedRxiv y no ha terminado de someterse a una revisión por pares), uno de los primeros en centrarse exclusivamente en personas que nunca necesitaron ser hospitalizadas cuando estaban infectadas, analizó los registros médicos electrónicos de mil 407 personas en California que dieron positivo al coronavirus. Más de 60 días después de la infección, el 27 por ciento, o 382 personas, estaban luchando con síntomas posteriores a la COVID, como dificultad para respirar, dolor en el pecho, tos o dolor abdominal.
Casi un tercio de los pacientes con problemas a largo plazo no habían tenido ningún síntoma de su infección inicial por coronavirus durante los 10 días posteriores a la prueba positiva, encontraron los investigadores, dice.
“Comprender los síntomas de COVID a largo plazo es una prioridad cada vez más urgente para los médicos e investigadores, ya que cada vez más personas informan efectos secundarios debilitantes o dolorosos que obstaculizan su capacidad para trabajar o funcionar como lo hacían antes”, afirma The New York Times.
El mes pasado, el director de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, Francis S. Collins, anunció una importante iniciativa para identificar las causas y, en última instancia, los medios de prevención y tratamiento de las personas que se han enfermado por COVID-19, pero no se recuperan completamente en un periodo de unas pocas semanas.
El estudio es el más grande sobre síntomas a largo plazo publicado hasta ahora, y los investigadores utilizaron registros electrónicos del sistema de la Universidad de California, lo que les permitió obtener información demográfica y de salud de pacientes de todo el estado.
EN BUSCA DE RESPUESTAS
“Tras la devastación, algunas sociedades se transforman para ser capaces de afrontar los retos de un mundo nuevo. ¿Habrán sido suficientes los impactos provocados por la actual pandemia de COVID-19 para una transformación de calado?”, cuestionan en un ensayo Ildefonso Hernández Aguado, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Miguel Hernández y Blanca Lumbreras Lacarra, catedrática de la Universidad Miguel Hernández.
Con su llegada hace un año se confirmaron las continuas advertencias de personas e instituciones sobre la necesidad de preparación y respuesta ante crisis sanitarias, avivadas por la pandemia de gripe H1N1 de 2009 o la crisis del Ébola en 2014-2016. “Lo cierto es que no estábamos preparados. Pero ahora la cuestión que subyace es cómo extraer lo más útil de lo acontecido para encarar el futuro con garantías”, dicen.
“La falta de preparación obedece a múltiples causas. En general, a nivel mundial, existe una escasa cultura de evaluación de riesgo a futuro ante posibles crisis, ya sean por pandemias, por los efectos del cambio climático o por cualquier otra catástrofe. Pero ha habido variaciones sensibles en las respuestas, que se han traducido en distintos resultados. Un análisis de 100 países muestra que aquellos mejor preparados para la emergencia climática también estaban mejor situados para luchar contra la crisis del coronavirus, sufriendo una menor mortalidad”, agregan en este ensayo de The Conversation.