Las mujeres resisten desde distintos espacios. Aunque es común ver las muestras de enojo en las calles, también en la ciencia, la academia y el deporte se libran batallas contra el machismo. En el marco del 8 de marzo, seis mujeres contaron sus historias a SinEmbargo sobre lo que han tenido que enfrentar para ocupar y defender sus espacios de trabajo en esas áreas.
-Con información de Romina Gándara
Ciudad de México, 8 de marzo (SinEmbargo).- De manera recurrente se piensa que las situaciones de machismo del que son víctimas las mujeres se deben a un entorno en el que faltó la educación, pero no es así. Aún en las áreas académicas y profesionistas, el acoso, los estereotipos de género y el abuso de poder son violencias que las mujeres deben enfrentar en su día a día.
Seis mujeres contaron sus historias a SinEmbargo en el marco del Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Se trata de científicas, deportistas y activistas, quienes coinciden en que estar en la posición que han logrado, no fue sencillo y el mayor obstáculo que tuvieron fue ser mujeres.
En sus trabajos minimizaron sus opiniones por esa razón; asumieron que ocupan un rol de asistencia y no de protagonismo en los puestos altos; hubo “chistes” por su apariencia o acoso; batallaron contra la educación que les dictó cómo debe ser una «buena mujer». Pero al mismo tiempo, esas circunstancias se convirtieron en lecciones para sobrevivir y algunas de ellas se traducen en la importancia de rodearse del apoyo de otras mujeres, de la entrega, perseverancia y lucha.
Coincidieron en que las alienta la fuerza del movimiento de las mujeres y el feminista que impulsa a todas a no quedarse calladas, a luchar y hacer nuevas alianzas.
A continuación presentamos seis perfiles de mujeres que inspiran con su trabajo; que son reconocidas por su labor y que fueron pioneras en sus respectivas industrias.
La doctora Silvia fue la primera mujer mexicana que obtuvo un doctorado en Astronomía. Ese simple hecho habla de su exitosa carrera; más con la lista de investigaciones en las que ha participado y los reconocimientos internacionales que le han hecho, pero al hablar de su trayectoria, ella señala que uno de los mayores obstáculos que tuvo fue la educación que tuvo desde pequeña, esa que dicta que una mujer debe ser buena ama de casa, buena madre y buena esposa.
«Considero que no he tenido obstáculos en mi carrera, pero ha sido más difícil por mi propia formación, por lo que me enseñaron en casa, por lo que mis padres me enseñaron que yo tenía que realizar y cumplir la expectativa familiar. Fui formada en una familia tradicional donde me enseñaron que tenía que ser una buena ama de casa, una excelente cocinera, que toda mi casa estuviera hermosa y ser una buena esposa, una madre abnegada, etcétera. También me enseñaron que si yo quería salir adelante lo hiciera, no me pusieron ninguna traba, pero las metas que tenía eran inaccesibles: yo tenía que ser la mujer perfecta porque era lo que yo aspiraba», relata en entrevista.
Comparte que su mayor problema ha sido ella misma por esa formación y le preocupa que así siguen enseñando a muchas niñas: «la educación de las niñas es muy diferenciada con los niños. Los educan muy diferente y eso es muy serio, grave y perjudica a ambos, porque a unos los hace inútiles, cada vez más machistas y a las niñas las enseñan a cuidar al hermano, al hijo, a tender la cama, a llevarles el plato, a calentar la comida, lo cual me parece absurdo y fuera de lugar».
Ese factor, ya en su carrera profesional continuó siendo un reto, «mi actividad profesional ya tomada más en serio demandó mucho tiempo, esfuerzo, dedicación, mucho desgaste. Eso combinado con todas las otras expectativas resulta que no se puede. […] ¿Cómo lo he hecho? Dejando a un lado esos aspectos. Poniéndole menos atención de la que mi madre hubiera esperado […] Tuve oportunidades de lograrlo, tuve apoyo, pero es tremendo porque una depende del apoyo doméstico».
“¡No!, te vas a morir de hambre”, son las palabras que Laura escuchó de joven cuando externó que quería estudiar Biología. No les hizo caso y, aunque ciertamente no fue biología como tal, estudió ingeniería bioquímica. Siguió su sueño, hizo una carrera en ciencias y “no, no me he muerto de hambre”, platica.
Ahora como una reconocida científica en México, está al frente del equipo de biotecnología que desarrolla una vacuna contra la COVID-19 en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Laura es la mayor de cuatro hermanas y se dice afortunada porque creció en un ambiente familiar donde no se percibió alguna diferencia en género o limitación. Incluso en su etapa académica tampoco lidió con obstáculos por su condición de género, pero ya en el ámbito profesional sí encontró estas diferencias y estereotipos.
Comparte que uno de los principales aspectos que las mujeres tienen que lidiar es la minimización por su género, pues cuando se ven en estos espacios se asume que ocupan cargos de menor jerarquía. “Hay personas que han llegado a la oficina pensando que yo soy la secretaria del otro investigador que es hombre, pero nunca ha pasado que alguien piense que el investigador hombre es mi secretario”, narra.
Laura detalla que este tipo de experiencias le ocurren con menos frecuencia a ella, debido a que con el tiempo ha destacado, pero justo uno de los principales retos es para aquellas empiezan y no son tan conocidas: “De entrada piensan que una es la secretaria —que debo de decir que esos trabajos son muy dignos y extraordinarios—, pero a lo que me refiero es que siempre se asume que las mujeres somos el personal de apoyo y no las protagonistas […] eso sucede cada vez menos, pero no debemos olvidar que eso no significa que no sean retos que están ahí y sobre todo para las mujeres jóvenes”.
La doctora no tiene miedo a decir que es exitosa, pues aclara que el éxito está en la satisfacción personal y no en el reconocimiento exterior. Además, explica que sus logros se deben a su entusiasmo en todos los proyectos: “Soy alguien muy entusiasta, siempre pienso en el vaso medio lleno, en cómo vamos a construir y qué vamos a hacer. Creo que eso es lo que me ha permitido hacer cosas que yo misma me he sorprendido”, compartió.
Ser investigadora es un trabajo muy demandante, confirma la especialista, sin embargo, invita a las mujeres interesadas a no tener miedo a seguir una carrera científica, porque además de que es un campo sin fronteras, es una labor que deja muchas satisfacciones.
El futbol es pasión y la pasión en el futbol no es exclusiva del género masculino; futbolistas mexicanas lo han dejado en claro y entre ellas se encuentra Andrea Rodebaugh, exjugadora nacional, exentrenadora de la Selección Nacional Femenil sub-17, exdirectora técnica del equipo Xolas de Tijuana y actual consultora técnica de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA).
Andrea es considerada pionera dentro de la nueva etapa del desarrollo del futbol femenil a nivel mundial. Aunque esa rama ya cuenta en los últimos años con un poco más de respaldo de las instancias oficiales, ella aclara que el futbol femenil ha existido en México desde los 60, pero los campeonatos no eran oficiales ni respaldados por la FIFA.
Rodebaugh expone que el derecho de las mujeres a jugar es una batalla ya ganada, pero ahora el reto es luchar porque también puedan vivir del deporte y hacer una carrera, más allá de un partido y de ser jugadoras, de ganar posiciones no sólo en la cancha sino en puestos como arbitras, entrenadoras, y sobre todo en cargos directivos.
“Mi generación luchó por el derecho a jugar, lo que queríamos era jugar. Eso ya se ganó. Hoy día sigue la lucha, pero ahora por tener la posibilidad de mantenernos dentro del futbol después de concluir nuestra etapa activa en cancha”, señala.
Para Andrea un factor clave de su éxito ha sido la perseverancia, pero además de eso, está el estudio y la preparación académica, no sólo en el campo.
María Fernanda Tejeda es la mejor y la más reconocida bartender de México. Está satisfecha y contenta de su éxito en el camino dentro de la industria coctelera, un mundo considerado “de hombres”.
Su cara se llena de orgullo cuando habla del trabajo sororo para luchar contra la cultura machista dentro de las barras y para brindar ayuda, así como acompañamiento a mujeres que han padecido y sufrido agresiones dentro de la industria.
“Mafer”, como es conocida, empezó a los 20 años de edad, cuando era estudiante de arquitectura. Entró al concurso Word Class México y ganarlo le abrió las puertas en el mundo licorero. El arduo trabajo que había desempeñado por años rindió frutos en la industria.
Aunque concluyó su carrera como arquitecta, el amor por la coctelería fue más grande. Sin embargo, en ese mundo no todo fue fácil y enfrentó muchos sinsabores. A lo largo de 11 años, ha vivido desagradables experiencias de acoso, de maltrato por su condición de género y ha visto que sus compañeras han pasado por situaciones igual de complicadas e incluso más difíciles.
“Es difícil porque hay muchísimas barreras que te vas a encontrar de por medio. Siempre va a haber un patán, un macho super nefasto que va a trabajar contigo, que vas a tener que ir contra la corriente y que seguramente te van a tocar muchos días de mal sabor de boca. Es parte de nuestro mundo, de nuestra cultura en México, en Latinoamérica: tener que luchar un poco más porque eres mujer y esa es la realidad”.
Decidida a luchar por condiciones más equitativas y más seguras, «Mafer» junto con una compañera impulsaron en México “mapadebarmaidsmx”, un sitio y una red de apoyo entre las mujeres en las bebidas y gastronomía.
Comparte en entrevista que su éxito y reconocimiento como bartender se debe a lo mucho que trabaja. Ahora, ella quiere incidir en búsqueda de mejores condiciones y principalmente en que haya espacios seguros para las mujeres que quieran trabajar en la coctelería, incluso no sólo para las trabajadoras, sino para las clientes.
Sandra Ramírez es científica de origen colombiano; toda su carrera la ha realizado en México. Habla motivada de sus investigaciones y su desarrollo profesional, pero es consciente de que fue privilegiada y que aún muchas mujeres, aunque quieran, no pueden aspirar a estudiar algo que les guste.
Sandra, a pesar de lograr su doctorado en Química y haber realizado distintos posdoctorados, tuvo que enfrentar y ser testigo de violencias, como chistes por su aspecto físico por parte de otros científicos y académicos, aún en espacios donde el tema central debía ser la química orgánica.
“Yo siempre me vi como científica, quizá de chica no entendía bien y siempre decía que medicina, pero ya en la preparatoria vi Química y dije que era lo mío y pude estudiarla, pero la verdad es que esa no es la realidad de muchas mujeres y en ese aspecto, tengo un privilegio porque yo soy de un pueblo muy pequeño de Colombia que se llama Calarca y sí tengo conciencia de que muchas de mis compañeras de la prepa, muchas desde muy jóvenes se casaron, hicieron familia y no tuvieron muchas oportunidades de hacer una licenciatura”, cuenta.
Ya en la carrera de Química, observó que aunque hay un buen número de mujeres estudiando, en las estructuras de poder casi no hay presencia de ellas, generando una especie de embudo para acceder a esos espacios.
En ese mismo entorno, le tocó sufrir a maestros que hacían burlas a las mujeres sobre su aspecto físico cuando no eran “femeninas”; a las que según ellos sí lo eran, los chistes eran sexualizantes. “La estructura académica nos sigue poniendo en unos roles y expectativas ridículas y eso se mete a tu psique”.
“En el posgrado, a medida de que vas avanzando en la academia, tu interacción con los académicos es más cercana, en la licenciatura los grupos son grandes, pero ya luego del trabajo de grado o cuando estás trabajando en un laboratorio ya activamente, te toca escuchar comentarios de profes jactándose de que ‘ya llegará la temporada de negociar notas [calificaciones] en el baño’”, agrega.
Desde la perspectiva de Sandra, es necesario trabajar para abolir las maneras en que los hombres y las mujeres son socializados en el patriarcado “porque nosotras nacimos en este siglo y ha habido avances, pero es contrastante ver que hay avances en legislación y teoría, pero seguimos viendo que los medios de comunicación siguen bombardeando a niñas con que tienen que jugar con bebés, cocinitas o vestidos de princesas […] En muchos puntos de mi carrera yo tuve que escuchar a muchos profes diciéndonos que las mujeres para qué estudiábamos si finalmente todas nos íbamos a casar e íbamos a ser amas de casa. Este comentario no sólo se lo escuché a un profe, lo sigo escuchando hasta el día de hoy en la academia. Ha sido un comentario de siempre”.
María Antonieta ha sido defensora de los derechos de mujeres y jóvenes desde que estudió en la UNAM. Durante los últimos 14 años trabajó para la Federación Internacional de Planificación Familiar y fue Directora de la Oficina de Enlace ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en la agenda de derechos sexuales y reproductivos y equidad de género. Es decir, tiene más de 20 años de experiencia en temas relacionados con los derechos, la salud sexual y reproductiva.
Durante este tiempo de trabajo, en el que ya pasó por distintas oficinas de alto renombre, asegura que uno de los problemas que más persisten para las mujeres en el trabajo es el acoso y a la par, que su voz es minimizada.
“En mi caso, lo que yo hacía era incidencia política con tomadores de decisiones tanto en México como en otros países y vi esta normalización en cuanto a la violencia hacia las mujeres. Nuestras voces son muchas veces minimizadas con la idea de que la agenda política es mucho más importante. En mi trayectoria trabajando temas de derechos sexuales, de libertad sexual, se asume que eres presa fácil para temas de acoso y violencia, con invitaciones a cenar, ‘te agarro la pierna’ o ‘si quieres que te reciba vamos por un trago’. Sigue siendo una de las prácticas normalizadas en el entorno político, que son situaciones que ponen en peligro e incomodan a las mujeres”, cuenta en entrevista.
A lo largo de estos años, María Antonieta lidió en varias ocasiones con la violencia de “los favores sexuales”, pero al mismo tiempo, encontró respaldo en otras mujeres.
“Mi fortaleza es pertenecer a un movimiento sólido, que es el movimiento amplio de mujeres, el movimiento feminista que ha sido mi escuela, mi casa. En este movimiento conocer a un grupo maravilloso de mujeres diversas que me acompañaron, me cobijaron, me enseñaron. Gran parte de lidiar con los temas que tienen que ver con machismo es precisamente construir movimiento en el que nos cuestionemos, crezcamos y al mismo tiempo donde nos acompañemos. Yo he tenido la fortuna en mi trayectoria de tener mentoras increíbles, generosas, pacientes. Eso ha equilibrado. Eso te da fortaleza cuando tienes que enfrentar cualquier discriminación o espacio donde te sientas acosada o en peligro”, comparte.
Ipas es una organización enfocada en la legalización del aborto, el acceso de las mujeres a servicios de atención integral del aborto, los servicios de anticoncepción y la salud reproductiva. Tras la llegada de María Antonieta a la dirección regional, comenzó una nueva forma de trabajo: “A mi llegada a Ipas establecimos un modelo de liderazgo compartido; la idea es co-gestionemos. Es crear una visión diferente de organizaciones más horizontales, donde todas tengamos la oportunidad de crecer y de tener exposición. Mi escuela y mi impulso ha sido el movimiento feminista, porque el feminismo te demanda un pensamiento crítico de las estructuras de poder […] El feminismo significa que no sólo impulsemos a las que rompen el techo de cristal, también las que están en el suelo pegajoso. Tener prácticas que cuestionen las formas tradicionales de ejercer el poder”.