Guadalupe Correa-Cabrera
22/02/2021 - 12:03 am
Seguridad y un Nuevo Acuerdo Energético en México
Los trágicos eventos climáticos de la semana pasada que afectaron sorpresivamente a la mayor economía del mundo, y sobre todo al corazón energético de la Unión Americana, afectaron también significativamente y, de forma inesperada, a México.
Las nevadas y bajísimas temperaturas registradas en Estados Unidos la semana pasada generaron un desabasto inesperado de hidrocarburos y combustibles; una gran inestabilidad y especulación en los mercados de energéticos; precios altísimos del gas natural, y la pérdida de energía eléctrica en algunas regiones de México y la Unión Americana. La crisis se registra principalmente—y de forma irónica—en Texas, centro neurálgico de la energía de del vecino país y abastecedor clave de gas natural para México. El congelamiento de los pozos petroleros y de la infraestructura de almacenamiento y transporte de gas natural y combustibles en Estados Unidos causaron una grave crisis que se hizo más visible en Texas y el noreste mexicano principalmente, dejando sin electricidad, agua y comida a millones de personas.
Los trágicos eventos climáticos de la semana pasada que afectaron sorpresivamente a la mayor economía del mundo, y sobre todo al corazón energético de Estados Unidos, afectaron también significativamente y, de forma inesperada, a México. Debido a la congelación de los pozos de petróleo y gas en la Cuenca Permian del Oeste de Texas, numerosos proveedores de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) tuvieron problemas para suministrar su producto a los gasoductos que conducen este hidrocarburo a nuestro país.
Los eventos de la semana pasada plantean importantes retos para México y nos invitan a cuestionar el modelo energético que había dominado en el país hasta hace muy poco. La idea primordial era que nuestro país no tenía (ni tendría nunca) la capacidad para extraer—de forma eficiente y a precios competitivos—gas natural para producir electricidad, ni para abastecer al mercado interno de combustibles, principalmente gasolina. La dependencia energética del país en los mercados extranjeros, particularmente el estadounidense, constituía el paradigma dominante. Quien pensara de forma distinta, era catalogado de nacionalista rancio con ideas arcaicas del siglo pasado. El actual Presidente mexicano pertenecía, por supuesto, a esta categoría.
Los principales promotores de la reforma energética durante las administraciones pasadas destacaban los beneficios de importar gas natural y gasolinas aduciendo a la ineficiencia de las empresas nacionales de energía y a las bondades del libre mercado. Al mismo tiempo, facilitaron la construcción de infraestructura para favorecer a las empresas extranjeras—entre la que destacan la construcción de una importante red de gasoductos para abastecer al mercado interno desde los países vecinos del norte. También destaca la aprobación de legislación para permitir la participación de empresas extranjeras privadas en el sector, y así cubrir el faltante en la demanda por energéticos de nuestro país, que irónicamente es rico en hidrocarburos.
Los mismos artífices de la apertura energética en México parecían sugerir que estaríamos mejor sin empresas de propiedad estatal. PEMEX y CFE parecían ser un estorbo para algunos que incluso presidieron estas empresas y contribuyeron a su debacle. Recuerdo hace unos años escuchar a Jesús Reyes Heroles dando una plática en Houston y desdeñando, en cierto sentido, el papel de la empresa que una vez dirigió. Yo interpreté que sus palabras podían sugerir su desmantelamiento eventual. Entiendo perfectamente su sentimiento, dado que cuando él estuvo al frente de Petróleos Mexicanos, el “huachicoleo”, con su pleno conocimiento, comenzó a salirse de control. Comprendo bien entonces por qué ‘Chucho’ desconfiaba de la industria energética de propiedad pública nacional.
Lo que pasó la semana pasada nos enseña varias lecciones que se alejan de esta óptica neoliberal. En primer lugar, se deja al descubierto que en Estados Unidos las cosas no son tan perfectas cómo se pensaba. No se planeó adecuadamente y millones de personas quedaron en la obscuridad, aún cuando ese país abastece de energéticos a muchas otras regiones del mundo. Fue interesante también observar cómo México reestableció el abastecimiento de electricidad antes que Estados Unidos, “echando mano” de sus reservas de diésel y carbón—energías sucias, pero indispensables en los momentos más apremiantes. De hecho, por un breve tiempo, pensé en comparar al sur de Texas y al noreste mexicano con Corea del Norte y Corea del Sur, siendo nuestro país el lado iluminado y no el obscuro.
Por su parte, la especulación en los mercados de materias primas (o commodities en inglés) en tiempos de desabastecimiento por el congelamiento puso en graves aprietos a la economía mexicana. Cabe destacar que nuestro país importa diariamente de Estados Unidos un aproximado de 6 billones (estadounidenses; es decir, miles de millones) de pies cúbicos de gas natural al día. Con la crisis de la semana pasada, dichas importaciones llegaron un mínimo de cerca de 4.4 billones de pies cúbicos (el 15 de febrero). Este fue el nivel más bajo observado desde mayo de 2020, cuando México importó 4.2 billones de pies cúbicos debido a la baja demanda por la pandemia del COVID-19 (fuente: Bloomberg). Dicho desabastecimiento hizo que los precios del gas natural en el mercado internacional llegaran a niveles estratosféricos hace unos días.
CFE compra cerca del 70% de sus requerimientos de gas natural bajo contratos de largo plazo (contratos de futuros) y compra el 30% en el mercado al contado (o mercado spot). El mayor problema estuvo en este último mercado. Sin embargo, la crisis se generalizó, pues Greg Abbott, gobernador de Texas, emitió una orden para prohibir la venta de gas natural fuera del estado. Afortunadamente, las empresas decidieron cumplir con sus contratos, lo cual ayudó a México y la crisis no fue tan grande. En el mercado spot, los precios llegaron a subir hasta un 6,539 por ciento—de entre 2 y 3 dólares por mmBTU (millones de BTUs) hasta los 1,250 dólares en la central o “hub” de OneOK en Oklahoma, o 217 dólares por mmBTU en el hub de Waha en la Cuenca Permian del Oeste de Texas (fuente: Bloomberg).
Derivado de la crisis temporal de la semana pasada, México aprende lecciones importantes. La primera es que Estados Unidos no es un proveedor tan confiable, ni tan infalible como lo plantearon los promotores de la reforma energética hace algunos años. Es también importante diversificar las fuentes de suministro (y no desdeñar por completo a las llamada energías “sucias”; siempre hay que tenerlas “a la mano” por si acaso). Pero quizás lo más importante es recuperar la idea de lograr la independencia energética. Los neoliberales “vendepatrias” que avalaron y lograron la aprobación de la reforma energética—algunos a cambio de jugosos beneficios o espacios en las juntas directivas de las empresas a las cuales favorecieron—parecen no entender el concepto de seguridad energética (How dare you? o ¿cómo se atreven? … como dirá Greta Thunberg). Asimismo, parecen no entender que la seguridad energética va de la mano del concepto de seguridad nacional.
Estados Unidos, con la mano en la cintura, podría dejar en la obscuridad a millones de mexicanos si así lo desea o lo considera necesario. Esto quedó claro con los acontecimientos de la semana pasada. Ahora fue una cuestión del clima, pero así como Trump amenazó en 2019 con aplicar un arancel a todas las importaciones de productos mexicanos si nuestro país no detenía la migración indocumentada en la frontera sur, cualquier otra administración estadounidense podría presionar a México con el tema de los energéticos. En este contexto, es imperativo que nuestro país desarrolle su capacidad para abastecer al mercado de combustibles y al sector eléctrico para prevenir un apagón y evitar que se detenga nuestra economía. Esta es una cuestión de seguridad nacional.
Parecen venir tiempos difíciles. Estados Unidos parece listo para presionar a México aún más en el tema de la energía. Para avanzar su expansión del sector de energías limpias o verdes (que beneficiará a grandes empresas estadounidenses) requiere de la creación, en primer lugar, de un gran acuerdo energético que incluya a toda Norteamérica. El cambio climático y la destrucción del medio ambiente son parte de una realidad innegable. Sin embargo, la transformación de México debe hacerse a nuestro paso y de acuerdo a nuestras necesidades y prioridades; este es un tema de interés nacional. Vislumbro tiempos complicados; la guerra por los energéticos en Estados Unidos y en el mundo entero parece avanzar a pasos acelerados. El Nuevo Acuerdo Verde (o Green New Deal) en un mundo multipolar parece ser mucho más que una serie de buenas prácticas—y políticas responsables—para salvar al mundo y a nuestro medio ambiente. Si no reconocemos esto, ni la importancia de la seguridad energética, estaremos a merced de las peleas y las debacles de los países de los que somos dependientes.
México debería desarrollar capacidad (al interior de México) para abastecer su demanda interna de gas natural para generar electricidad y de combustibles para mover su economía. El tema de la infraestructura, el almacenamiento y el transporte de energéticos es también fundamental. Quizás el proyecto de Dos Bocas nos es mala idea al final. La clave está en su diseño y operatividad eficiente sin actos de corrupción. También el gobierno mexicano deberá evaluar la posibilidad de realizar alianzas estratégicas con empresas mexicanas y extranjeras. Sin embargo, estas alianzas deberán plantearse pensando en México y no en los intereses de unos cuantos burócratas mercenarios o del gran capital transnacional.
El gobierno mexicano país debería tener un plan más concreto y funcional que coloque al país en una situación no tan vulnerable como la actual. México tiene gas y tiene petróleo, pero desafortunadamente tiene también una enorme dependencia en las empresas extranjeras de hidrocarburos. Dicha dependencia se fue construyendo en los últimos años de administraciones neoliberales que no confiaban en México, pero sí en el libre comercio y en el capital extranjero. Los peligros de esta corta visión “vendepatrias” quedaron muy claros la semana pasada. El tema de la independencia y la seguridad energéticas son prioridades y temas de seguridad nacional. Es precisa la construcción de un “Nuevo Acuerdo Energético” por y para México.
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