Tomás Calvillo Unna
10/02/2021 - 12:01 am
Por dónde empezar
La angustia, la confusión, el temor, arraigan y nos impiden recuperar la conversación propia de la vida.
“Sin una limpieza honorable de los partidos y un compromiso total con la ética política, los ciudadanos tendremos que preguntarnos en las próximas elecciones, ¿por qué cartel y por qué poder fáctico tendremos que votar?”
(Javier Sicilia, Zócalo de la Ciudad de México, 8 de mayo de 2011)
Si la muerte está ahí a nuestro lado
desde las primeras horas de vida,
en estos días se nos aparece en cada esquina:
como sociedad estamos enfrentados a una plaga
que carcome el ritmo de la cotidianidad.
Vivimos una experiencia inédita por su magnitud
y las formas culturales con las que contamos;
los lenguajes electrónicos que elaboran cada instante
cargándolo de señales contradictorias.
La angustia, la confusión, el temor,
arraigan y nos impiden recuperar la conversación propia de la vida.
Los poderes económicos y políticos
manifiestan sus límites y debilidades.
Ello refuerza la sensación de fragilidad
de nuestras instituciones
cuyas emblemáticas instalaciones vacías
son la arquitectura de la soledad y el eco.
En medio de todo ello,
continúan los procesos políticos,
la afamada lucha por el poder y la sobrevivencia,
que en el caso de México se suma a su tambaleante democracia;
erosionada desde hace lustros por el crimen
como negocio de los propios partidos políticos,
en una etapa donde se busca transformar
las relaciones de profunda desigualdad.
Los lenguajes de entendimiento están fracturados,
las palabras son astillas
que hieren el sentido de las cosas.
Todo se ha juntado,
y el odio propaga sus estertores,
contaminando aún más, la atmósfera de la nación.
¿Cómo salir adelante?,
cuando la muerte acosa por doquier
y los principales actores se acuchillan unos a otros,
en una competencia por ejercer el mando
de una nave horadada por el tiempo de la banalidad
que se apropió del quehacer público y privado.
¿Como recuperar la dignidad propia?,
que es la huella digital de la palabra comunidad,
por pequeña o grande que esta sea.
Tal vez si se escucha el llamado de lo local,
del saber sostenerse, del no rendirse,
del cuidado que en corto nos tenemos unos a otros,
pueda iniciarse un camino
para reconstruir los espacios públicos
e impedir que los habitantes de este país
vivan con miedo y amenazados por la pandemia
y las plagas del crimen.
En esa resistencia de calle a calle, de barrio a barrio,
de lo local, articulado, sumado,
se puede edificar el carácter de una ciudadanía
que despierta ante el llamado de la emergencia.
¿Por qué no empezar con recuperar esa dignidad de la muerte?,
que subraye el concepto de nación, en sus raíces más sentidas,
al realizar un ritual fúnebre en memoria de los miles de muertos,
que se han ido sin poder despedirlos.
Un ritual donde participen todas las tradiciones religiosas,
Incluyendo las chamánicas,
con sus oraciones y cantos,
con la hondura de su dolor y amor.
Reunidos todos, por un día al menos,
compartir así este misterio de la existencia
y reconciliarnos a través de esos afectos compartidos
por los que han rasgado el velo de la larga noche.
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