Rubén Martín
07/02/2021 - 12:04 am
La suma de todas las crisis
La pandemia desnuda la crisis del actual sistema social capitalista cuya lógica de reproducción en la búsqueda incesante de ganancias pone al planeta en crisis por la explotación y expoliación de tierras
Almendra Orozco Barranco, historiadora y maestra en Ciencias Sociales, publicó el 3 de febrero en su cuenta de Twitter un hilo relatando las dificultades a las que se enfrentó su familia tras contagiarse sus padres de COVID-19 a fines de diciembre pasado en Guadalajara. La pandemia hizo que su padre perdiera la vida y que su madre continúe con secuelas severas.
La académica de la Universidad de Guadalajara (UdeG) detalló brevemente las dificultades que enfrentaron ella, su hermano y hermana al cuidar a sus padres para conseguirles desde oxímetro hasta tanques para oxigeno, los medicamentos y el duelo suspendido en tiempos de pandemia.
Le pedí a Almendra Orozco que compartiera su testimonio en el programa «Cosa Púbica 2.0« que conduzco en Radio UdeG. Su testimonio es muy impactante y doloroso (aquí se puede escuchar). El 20 de diciembre de 2020, Almendra Orozco recibió una llamada de su hermano para avisarle que su mamá, Rosaura Barranco Martínez de 63 años, tenía síntomas de COVID-19, por lo que había decidido aislarla en casa. Apenas atendían a su mamá cuando tres días después el padre, José Everardo Orozco Mendoza de 60 años, manifestó síntomas del contagio. A los pocos días el padre agravó su cuadro y requirió oxigenación.
A partir de entonces, los hermanos Orozco Barranco enfrentaron una odisea que no hubieran imaginado. Se enfrentaron a la necesidad de buscar tanques y concentradores de oxígeno y lo que esto implica: buscar los lugares donde se vende, el encarecimiento, la angustia de escuchar “me queda un último tanque, a ver si lo alcanza”, de la falta de medicamentos, de la incertidumbre de saber si podrían encontrar cama en el Hospital Civil de Guadalajara (del sistema público) porque era impensable en un hospital privado. Enfrentaron la dificultad emocional de mantener contacto con su padre a distancia cuando ya estaba internado y luego la angustia de esperar por un espacio en cama para intubarlo, la espera al final fue infructuosa porque antes llegó la crisis final. El descanso no llegó para Almendra Orozco y sus hermanos, pues el duelo con el padre no pudo ser completado sino después de un mes: dos semanas para incinerarlo y dos semanas para que les entregaran el acta de defunción.
A la par del duelo interrumpido del padre, mantenían la atención a la madre, quien finalmente sobrevivió a la COVID-19, pero entró a lidiar con las secuelas: alta coagulación que la pone en riesgo de sufrir una trombosis. El riesgo se puede mantener a raya con un medicamento caro, Enoxaparina, pero que se encuentra agotado en todas las farmacias de Guadalajara. Almendra y sus hermanos se convirtieron en expertos en buscar medicamentos. Lo buscan en otros municipios del estado e incluso en otras ciudades del país. Pero sin éxito. En este momento su madre está estable pero con el riesgo de agravarse si no se encuentran las medicinas adecuadas. Entretanto, la necesidad de brindar lo necesario para cuidar la salud de los padres contagiados desangra la economía familiar: los tanques, el oxígeno, los medicamentos, las consultas, los traslados, dejar de trabajar ha costado decenas de miles de pesos.
Al reflexionar sobre esta odisea, Almendra dice que el peregrinar continúa, con desazón y miedo. Y lanza preguntas: “¿Y qué podemos hacer mientras tanto? ¿Quién nos puede dar respuestas?”. Pero claramente las respuestas no las están dando los gobiernos, sea del nivel o del color que sea. Quien diga que está dando respuestas a esta catástrofe que representa la pandemia, es un demagogo.
Comparto en extenso el relato de Almendra Orozco porque revela de modo dramático el rosario de dificultades que enfrentan cientos de miles de familias en todo México para salvar a sus contagiados, lamentablemente muchas veces sin éxito.
La odisea de la familia de Almendra Orozco se revela como un cuadro social donde convergen todas las crisis, no solamente la sanitaria provocada por la pandemia. La necesidad de salvar a una madre, un hermano, una esposa, un hijo contagiado, enfrenta de súbito a cada familia a múltiples crisis. La de la pandemia en sí misma con su lógica de reproducción de acelerado contagio; la crisis de un sistema de salud devastado décadas atrás por políticas de austeridad y privatización; la crisis de la miseria política que tiene a los gobernantes presumiendo quién lo hace mejor en lugar de buscar cooperativamente cómo lo hacen menos mal entre todos; la crisis emocional que la pandemia va a dejar por años a las personas afectadas por la incertidumbre, el miedo, la angustia de no saber o tener los medios para cuidar a los suyos y a sí mismo; la crisis de un sistema social que tiende hacia la desigualdad que hace que algunas familias desangren su economía para salvar a sus contagiados, mientras otras siguen viajando a Vail, Colorado ,a esquiar despreocupados de contagiarse y de contagiar a muchos más a su regreso; la crisis de un orden mundial desigual que concentra las vacunas en los países ricos mientras que condena a los países pobres a tener vacunas hasta dentro de dos o tres años.
Por eso la pandemia es la suma de todas las crisis, no solamente una crisis de salud. La pandemia desnuda la crisis del actual sistema social capitalista cuya lógica de reproducción en la búsqueda incesante de ganancias pone al planeta en crisis por la explotación y expoliación de tierras, bosques y aguas que producen los ambientes donde se producen los contactos de nuevos virus con poblaciones humanas generando nuevas epidemias de modo interminable. Es la crisis de un sistema que busca ante todo el lucro y la ganancia y no el cuidado de la vida, y mucho menos una vida digna.
De la dura experiencia de Almendra Orozco y su familia se dibuja al mismo tiempo un posible horizonte de salida: la defensa de la vida por las propias familias organizadas, la sociedad organizada, que de forma solidaria y cooperativa se compartan conocimientos, tanques, medicinas, alimentos, información, grupos de duelo, apoyos económicos y todo lo necesario para salir de esta pandemia. Esperar a que nos salven los gobiernos y el mercado es seguir reproduciendo la cuarentena hasta el infinito.
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