Durante los primeros meses de pandemia, el Gobierno federal se concentró en calmar los ánimos y hacer hincapié en que México iba bien, que los esfuerzos eran los adecuados y que la COVID sería contenida. Sin embargo, el Presidente de la República se rehusaba a usar cubrebocas pese a que la gente se lo pedía y a pesar de que cada vez eran más los casos confirmados a nivel nacional, incluidos dentro de su Gabinete. También continúo con sus giras, las últimas fueron este fin de semana por los estados de Nuevo León y San Luis Potosí.
–Con información de Efrén Flores y Romina Gándara
Ciudad de México, 25 de enero (SinEmbargo).– El Presidente de México, con 67 años, tiene COVID-19. Según la calculadora de riesgo del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) tiene un nivel muy alto, “para cuadro grave” de la enfermedad, debido a su edad, a su peso y a comorbilidades como el alta presión. Según su propio comportamiento, había tenido suerte.
Andrés Manuel López Obrador ha sido reacio a utilizar cubrebocas y caretas en lugares públicos; no ha suspendido sus giras de trabajo por distintos estados ni siquiera ahora, cuando México se encuentra en el nivel más alto de contagios y de fallecimientos por la enfermedad que causa el SARS-CoV-2. Muchas veces al mes viaja en vuelos comerciales, con gente a su lado.
Incluso una vez aseguró que “no mentir” y “no robar” ayudaban a no contagiarse de coronavirus.
“Estar bien con nuestra conciencia, no mentir, no robar, no traicionar, eso ayuda mucho para que no dé el coronavirus», dijo el Presidente en una rueda de prensa que ofreció en Palenque Chiapas el 4 junio de 2020 cuando fue cuestionado sobre las medidas que tomaba para no contagiarse de coronavirus.
Pero además, su Subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, ha sido señalado por no imponerse al Presidente y urgirlo a tomar medidas de protección. Todo lo contrario. Cuestionado por periodistas, el vocero de la estrategia federal contra la COVID-19 pareció más bien proteger su actitud reacia:
“La fuerza del Presidente es moral, no es una fuerza de contagio. En términos de una persona, de un individuo que pudiera contagiar a otros, el Presidente tiene la misma probabilidad de contagiar que tiene usted o que tengo yo. Usted también hace recorridos, giras y está en la sociedad. El Presidente no es una fuerza de contagio, entonces no tiene por qué ser la persona que contagie a las masas, o al revés”, dijo López-Gatell el 16 de marzo en conferencia matutina con el Presidente.
Otra frase aún más desafortunada: “Aunque [el Presidente de México] pase de los 60 años, no quiere decir que es una persona de especial riesgo. Casi sería mejor que padeciera coronavirus porque él, en lo individual, se va a recuperar espontáneamente y va a quedar inmune”.
México acumula 1 millón 763 mil 219 casos confirmados y se han registrado 149 mil 614 defunciones al corte del 24 de enero, luego una semana en la que se han encadenado tres récords de contagios y muertes diarias.
Con estos datos es el cuarto país del mundo en número de decesos, por detrás de Estados Unidos, Brasil y la India, de acuerdo con la Universidad John Hopkins.
POLÉMICA POR EL CUBREBOCAS
A principios del año pasado, a la par que el coronavirus se abría paso infectando a la población mexicana, la crisis de salud generó una sobredemanda de insumos médicos que causó un desabasto temporal de cubrebocas en el país. Entonces en foros públicos y en conferencias, una pregunta fue reiterada al Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell Ramírez: ¿el uso de cubrebocas sirve contra la COVID-19?
El 28 de febrero de 2020, el país obtuvo una respuesta del subsecretario, quien aseguró que al menos la mascarilla de tela simple es ineficaz para proteger a la gente de infecciones respiratorias como la causada por el virus SARS-CoV-2. En palabras de López-Gatell, “no sirve para protegernos de enfermedades respiratorias, incluido el Coronavirus. […] El cubrebocas convencional, que es este elemento de tela azul que tiene espacios por los que se puede respirar, no sirve”, recalcó.
Lo dicho por el vocero de la Secretaría de Salud en materia epidemiológica fue causa de polémica social, ya que horas antes el Gobierno de México había confirmado el primer caso de coronavirus en territorio nacional, dos personas más habían dado positivo a una prueba de detección, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) había hecho una recomendación a nivel internacional para fomentar el uso de cubrebocas cubriendo nariz y boca, máxime viajando o estando en espacios con otras personas.
Un mes después y pese a las recomendaciones mundiales, era común ver al Presidente de la República en su conferencia mañanera sin usar cubrebocas. Inclusive, el 1 de abril, en un contexto en que la oposición a su Gobierno criticaba la laxitud de las medidas para contener la pandemia y la desaceleración económica que las políticas de contención generaron, López Obrador externó a sus adversarios “que ya le bajen una rayita, porque está la campaña en medios [y] en redes desbordada. Abruman, fastidian, se hacen daño, porque están perdiendo cada vez más credibilidad”.
Durante los primeros meses de pandemia, el Gobierno federal se concentró en calmar los ánimos y hacer hincapié en que México iba bien, que los esfuerzos eran los adecuados y que la pandemia sería contenida. Sin embargo, el Presidente de la República se rehusaba a usar cubrebocas pese a que la gente se lo pedía y a pesar de que cada vez eran más los casos confirmados de COVID-19 a nivel nacional, incluidos los casos confirmados en el Gabinete Presidencial.
Por ejemplo, el día 27 de abril, se dio a conocer que la Secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, había contraído el virus. Ni aún así, a pesar de que ya había gente contagiándose en su circulo cercano de trabajo, el Primer Mandatario aceptó usar cubrebocas y hubo una razón, de acuerdo con lo dicho por el tabasqueño en una conferencia a finales de abril: «No me pongo el cubrebocas porque no me lo recomienda [el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud] Hugo [López-Gatell Ramírez]”.
Aunque el Presidente estaba decidido a no usar cubrebocas, a partir del día 15 de abril de 2020 y por primera vez desde que entraron en vigor las medidas de distanciamiento social en el país, la Presidencia de la República anunció que suspendería las giras de fin de semana por el territorio nacional, ya que la mayor parte de las entidades federativas estaba en semáforo rojo, o bien, con riesgo extremo de contagio de COVID-19.
Poco más de un mes después, el 29 de mayo, AMLO informó que retomaría sus giras nacionales en un contexto en que sólo un estado (Zacatecas) no estaba en semáforo rojo, y en que el país se preparaba para recibir la llamada “nueva normalidad” que iniciaría el 1 de junio de 2020.
El día en que inició la “nueva normalidad”, AMLO se lanzó a Quintana Roo para inaugurar las obras del Tren Maya, que es uno de los proyectos insignia de infraestructura pública del actual sexenio. En el evento se vio al Presidente sin Cubrebocas, mientras que sus acompañantes, entre ellos el Gobernador Carlos Manuel Joaquín González, tenían el rostro cubierto. Dicha situación suscitó una ola de críticas en contra de López Obrador quien era señalado de ser negligente, sobre todo porque la OMS no paraba de hacer un llamado para reforzar el uso de cubrebocas, que era un mecanismo que probaba ser eficaz para evitar la transmisión del coronavirus.
Antes de que terminara junio, el día 29, Hugo López-Gatell tuvo que informar al público que el Presidente no tenía riesgo de contraer coronavirus después de que este último sostuviera una reunión sin usar cubrebocas con el Secretario de Hacienda Arturo Herrera Gutiérrez, quien cuatro días antes anunció haber dado positivo a COVID-19. Incluso, el día 31, López Obrador insistió en que no se pondría cubrebocas pese a que había un rumor de que la oposición buscaba obligarlo a que lo hiciera.
«Estaba yo viendo ayer, no sé si sea cierto, que los del PAN ya presentaron una denuncia porque quieren que yo me ponga cubreboca. Me voy a poner un tapaboca. ¿Saben cuándo? Cuando no haya corrupción ya, entonces me pongo tapaboca”, dijo el AMLO en su conferencia matutina.
El mundo entero lo gritaba: no salgan de casa y si lo hacen, usen cubreboca y careta, no se toquen la cara, usen gel sanitizante y lávense las manos. Pero de acuerdo con el Presidente, no había pruebas de que el uso de cubrebocas sirviera contra la COVID-19. El 24 de julio así lo dijo: «No quiero yo entrar en polémica sobre este tema, si se considerara que con esto se ayuda, entonces lo haría, desde luego, pero no es un asunto que esté científicamente demostrado”.
Para agosto, el Premio Nobel de Química Mario José Molina-Pasquel Henríquez ya había solicitado a AMLO que usara cubrebocas y el 71 por ciento de los mexicanos –de acuerdo con una encuesta de El Financiero– desaprobaba que el Presidente de la República se rehusara a usar cubrebocas en público. Pasaron los meses de septiembre, octubre y noviembre. Hubo gente que decía que no usaba cubrebocas porque ni AMLO ni Donald Trump lo hacían; y AMLO no dejaba de repetir que no tenía que usar cubrebocas si mantenía la sana distancia.
El martes 3 de noviembre de 2020, por ejemplo, el Presidente López Obrador dijo que no se ponía cubrebocas “porque guardo la distancia y porque el doctor me ha dicho que no es necesario si no estoy infectado, que hay que ponérselo para no infectar a otras personas”. Ese mismo día, en presencia del Secretario de Salud Jorge Alcocer Varela y del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud Hugo López-Gatell Ramírez, AMLO refirió que era aplaudible que la gente fuera “muy consciente” de usar cubrebocas en la calle “aun sin saber a ciencia cierta si ayuda o no ayuda”.
Para finales del año pasado, la Presidencia volvió a suspender las giras presidenciales debido a la crítica situación de coronavirus en México, y AMLO continuó diciendo que “el cubrebocas no es indispensable”. Poco antes de anunciar que había dado positivo a coronavirus y aún resistiéndose a usar cubrebocas, otra encuesta de El Financiero arrojó que siete de cada 10 mexicanos reprobaban que el Primer Mandatario no usara cubrebocas en público.
LAS GIRAS DE AMLO
El Presidente Andrés Manuel López Obrador, aun durante la pandemia, ha continuado viajando en vuelos comerciales a sus giras de fin de semana por estados de la República para supervisar la entrega de programas de Bienestar y el avance de los megaproyectos insignia del sexenio como el Tren Maya, la refinería Dos Bocas y el Corredor en el Istmo de Tehuantepec.
En ocasiones se le ha fotografiado usando cubrebocas dentro de los aeropuertos o en los aviones, donde la gente suele intentar acercársele a saludarlo o a tomarse una foto. Al inicio, se le vio saludar, incluyendo a la madre del narcotraficante Joaquín «El Chapo» Guzmán Loera, y besar a los asistentes durante los actos masivos.
Solo decidió suspenderlas en vísperas de la fase 3 del 15 de abril al 1 de junio del año pasado, esto es, menos de tres meses. Pero, aún en Semáforo Rojo en nueve entidades y con máximos históricos en casos activos y fallecimientos en las últimas 24 horas, este mismo fin de semana viajó a municipios de Nuevo León y San Luis Potosí para supervisar los programas de Bienestar y la inauguración de una obra de la Guardia Nacional.
«Tenemos que seguir adelante. Ya se ven las lucecitas que indican que vamos a salir del túnel en que nos metió la pandemia, que causa tanto dolor, tanto sufrimiento y que, al mismo tiempo, nos afectó la economía. Pero vamos hacia adelante, ya se está reactivando la economía, ya se están recuperando los empleos», dijo el sábado desde Linares, Nuevo León.
El 28 de febrero, un día después de que se registró el primer caso de COVID-19 en México, el Jefe del Ejecutivo salió de gira a los pueblos indígenas de Tabasco. Argumentó, frente al Subsecretario de Salud Hugo López-Gatell, que no podía cancelarlas porque durante la influenza de 2009 «se exageró» y se prohibió incluso que se llevaran a cabo reuniones. Lo criticaron entonces, evocó, porque hubo un acto en la plaza.
«Me tocaba ir a giras, porque le teníamos que pedalear; era de trabajar todos los días, informando, orientando, como predicadores, como demócratas, todas las plazas públicas», dijo en aquella conferencia matutina cuando la pandemia recién llegaba a América Latina. «Bueno, yo padecí un infarto, me atendieron pronto y bien, y miren, aquí estoy».
Casi un año después, el país enfrenta un segundo repunte de contagios desde octubre, el cual se agudizó en diciembre y enero derivado de las reuniones y viajes durante el periodo conocido como Guadalupe-Reyes.
El 16 de marzo de 2020, aún en la fase 1 de la pandemia, avisó que sería López-Gatell quien le indicaría cuándo debía cancelar las giras. «Hay todo un plan, él me va a decir ‘no es conveniente que se reúna con mucha gente o ya no debe de ir a estos actos”, dijo.
A finales de marzo, ya en la fase 2, se le insistió en preguntarle si continuaría viajando. Justificó que de lo contrario generaría desempleo. «Aprovecho de una vez para mis malquerientes, para decirles que voy a supervisar obras que estamos llevando a cabo, porque detenerlas significa desempleo, afectar la economía de la gente», afirmó. Sin embargo, a diferencia de febrero, enfatizó que no habría concentración y entre los no más de 100 presentes se guardaría distancia.
«Decirle a la gente, en este caso de Bahía de Banderas [Nayarit], que va a ir adelante un equipo recogiendo sus peticiones. Todas van a ser atendidas; ofrezco disculpas. Y esto lo siento, me duele no poder saludar de mano, abrazar y besar, no lo puedo hacer por la sana distancia. No lo vayan a tomar a mal», informó en su conferencia matutina. El 30 de marzo, cuando se declaró la emergencia sanitaria a nivel nacional, López Obrador insistió que le dolía no poder dar la mano ni abrazar, «pero por las medidas estoy procurando guardar sana distancia y voy a seguirlo haciendo, pero hay casos en que no puedo», confesó.
Fue hasta el 15 de abril, una semana antes de declararse la fase 3 en el país, cuando el Presidente informó que se cancelarían sus giras de trabajo fuera de la Ciudad de México para evitar la propagación de contagios.
«La próxima gira que haga, una vez que pase la emergencia, va a ser a las seis refinerías para definir, junto con Octavio Romero, director de Pemex, y con Rocío Nahle, el aumento en la capacidad de refinación de cada una de las seis refinerías», afirmó.
Pero las retomó sin que «pasara la emergencia» en el Semáforo Naranja a inicios de junio. Viajó a la Península de Yucatán para dar banderazo a las obras del Tren Maya, pese a los amparos de comunidades indígenas en algunos tramos. De entonces a la fecha, solo canceló una gira a Nayarit para atender las inundaciones en Chiapas y Tabasco, y el 22 de diciembre por el Semáforo Rojo en el Valle de México.