En este recorrido por las calles de Pekín, las fotografías de Ulises Castellanos nos recuerdan escenarios que podrían haberse tomado en la Ciudad de México, si tan sólo cambiáramos los rostros. Los niños sonríen de la misma manera, los edificios habitacionales también se encuentran repletos y quienes duermen ahí sueñan en un mismo idioma universal.
Por Adonai Uresti
Ciudad de México, 10 de enero (SinEmbargo).- Aquel que ha viajado y regresa siendo el mismo no podría decir que viajó. Cada nuevo pedazo de tierra que tocan tus pies, te reconoce como ciudadano del mundo, caminante en libertad de conocer otras realidades, otras formas de pensamiento, olores y sabores. Pekín no podría ser la excepción, ubicada en uno de los países con mayores tradiciones ancestrales y costumbres que hasta hace no mucho nos eran ajenas, China.
En este recorrido por las calles de Pekín, las fotografías de Ulises Castellanos nos recuerdan escenarios que podrían haberse tomado en la Ciudad de México, si tan sólo cambiáramos los rostros. Los niños sonríen de la misma manera, los edificios habitacionales también se encuentran repletos y quienes duermen ahí sueñan en un mismo idioma universal.
Del caos surge la tranquilidad, y eso está reflejado en esta colección de fotografías. Quienes posan en ellas realmente no están posando, no tienen tiempo para detenerse, alteraría el orden establecido. Son modelos temporales que cambian de espacio conforme se trasladan de un lugar a otro. No podría ser de otra forma.
Se ven hombres y mujeres cansados de andar por la calle después de las agobiantes jornadas laborales. Nos es posible apreciar el ritmo veloz en el que la capital de China se mueve, no permitiéndose un respiro. Es posible pensar en la cercanía que supone vivir en una ciudad como Pekín encontrándonos en México, ambas son ciudades que no se detienen, que duermen poco, que se ven obligadas a romper el pavimento y crecer en el subsuelo, ahí donde se hace imposible encontrar un momento de sosiego. ¿Somos tan diferentes los unos con los otros? Por obviedad, lo somos en esencia, pero por otro lado, y es algo que las fotografías de Ciudad prohibida demuestra, los besos saben igual y tienen el mismo efecto, la gente se amontona en los mercados ambulantes y la Cajita Feliz ofrece las mismas sensaciones a los más pequeños.
Me gusta pensar que conocer otra cultura permite reconocernos como cohabitantes de un mismo espacio que fue dividido al azar. Ciudad prohibida borra los límites culturales y nos traslada a miles de kilómetros para conocer realidades que son igual de válidas que las nuestras, y que tampoco son tan distantes. Tenemos al alcance de la vista una panorámica de lo que encierra una ciudad que persigue su propia cola y se mantiene en equilibrio entre la modernidad tecnológica y las tradiciones ancestrales. Con Ciudad prohibida quedan atrás los estereotipos exóticos que hacían fabular en nuestras cabezas a personajes armados, con vestiduras típicas u hombrecillos fumando opio. En cambio, da lugar a una sociedad moderna y contemporánea que resiste junto a su cultura al cambio global que tampoco tiene freno. El Pekín de Catellanos es el Pekín del ahora, de los viajes en metro, del cansancio laboral, de la moda y la tecnología.
Cualquiera que quiera sumergirse al profundo mar que significa la cultura de Pekín desde un punto de vista contemporáneo podrá encontrar(se) en Ciudad prohibida, siluetas de la modernidad que alcanza incluso a quienes posean las más antiguas tradiciones y ver cómo comparten espacio y tiempo.