El nuevo Plan Hídrico anunciado por el Presidente Andrés Manuel López Obrador no debe ser más de lo mismo, siendo muy sana la decisión de que las presas del Alto Grijalva den prioridad a la protección civil por encima de la producción eléctrica. El Plan debe orientarse por la gestión integral de cuenca y la participación ciudadana. Es esencial oír la voz de las comunidades para el diagnóstico, planeación y ejecución de acciones que permitan la prevención y mitigación de riesgos por fenómenos hidrometeorológicos.
Por Pedro Moctezuma Barragán*
Ciudad de México, 15 de diciembre (SinEmbargo).– Territorio de saqueo colonial, el sureste de México hace 500 años sufre la enfermedad del extractivismo. Tuvo un respiro de cuatro décadas en Tabasco, a partir de la posrevolución, y hasta hace cincuenta años, con un tipo de desarrollo agrícola elogiado por Lázaro Cárdenas como “laboratorio de la Revolución Mexicana”, el cual incluía procesos productivos que mantuvieron cierto equilibrio con los sistemas hídricos. En los setenta a Tabasco se le impuso una política de ganadería extensiva y de explotación petrolera arreciada por el boom López Portillista, en un contexto de crecimiento urbano industrial caótico y de corrupción extendida. Mientras que después de siglos de abandono, a Chiapas se le asignó, en esa misma época, el papel de proveedora de energía eléctrica para el país. En ambos estados se destruyeron los ecosistemas y se rompieron equilibrios sociales como lo demostró el levantamiento zapatista en la Selva Lacandona.
En contraste al paradigma extractivo, el paradigma de gestión de ciclos vitales presente en nuestras comunidades originarias de las cuencas de los ríos Grijalva y Usumascinta evitó lo peor, gracias a formas de gestión basadas en la resiliencia natural y comunitaria. Su cosmovisión regida por la dualidad U’K’ux Ulew (corazón de la tierra) y U K’ux Kaj (corazón del cielo) está enraizada en lo profundo de sus prácticas. Por milenios los mayas lidiaron con la faceta de éste último como Unrakan (el Huracán) tanto en su acepción más destructiva, cuando barrió a la segunda creación de humanos, como la más creativa en la tercera, cuando formó a la humanidad amasando agua y maíz.
Ignorante de una cosmovisión macrohistórica, el capitalismo neoliberal movido por la fiebre de ganancias extraordinarias en ciclos cada vez más cortos ha intentado dar la última vuelta de tuerca al extractivismo, profundizando e intensificando el desarrollismo neocolonial que sustrae materias primas e invade humedales, cuerpos de agua y barrancas, manipulando los flujos naturales mediante grandes complejos hidráulicos y sepultando cauces y lechos con el gris cemento urbano.
Sintomáticamente, la “civilización” al aumentar la presión sobre la naturaleza, manó los gases de efecto invernadero provocando el cambio climático que genera huracanes cada vez más intensos en el océano Atlántico con efectos devastadores sobre los pobladores de Chiapas y Tabasco, que han sufrido meteoros tan graves como el huracán «Stan» en 2005, y el huracán «Eta» hace días.
Las grandes inundaciones durante los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto los hicieron reaccionar con tres planes hídricos sin visión de conjunto, entre 2003 y 2015. Aunque el segundo recibió el nombre de Plan Hídrico Integral de Tabasco, estos no han sido integrales dado que carecen de una visión de cuenca, no diagnostican el origen de las inundaciones, se limitaron a recetas ingenieriles amantes de tubos y presas. Lo más importante es que no tienen sujeto, por ser elaborados verticalmente desde el centro por autoridades y expertos externos sin conocer a fondo los problemas ni abrir el diálogo y los canales de participación a habitantes con cúmulos de experiencias y destrezas. Estos planes dieron preferencia a los residentes urbanos para mitigar daños a la ciudad de Villahermosa, mientras que condenaban a la inundación a la población en su entorno y a las planicies. Por último, los llamados planes hídricos integrales han estado divorciados de los ordenamientos territoriales que divergieron de los mismos en un territorio dominado por la especulación urbana.
En un contexto crítico para la salud humana, la diversidad biocultural y nuestros ecosistemas, la planeación debe derivarse de una legislación centrada en la participación ciudadana incluyente, el respeto a la sustentabilidad y una vocación de equidad. Afortunadamente es la esencia de la reforma al artículo 4º de la Constitución, retomada por la iniciativa ciudadana de Ley General de Aguas (ICLGA). Esta propone pensar desde la raíz la formación de Consejos de Aguas y Cuencas que puedan cambiar el paradigma extractivista, por otro, de gestión de ciclos naturales. Una atribución clave de los Consejos Regiones de Agua y Cuencas propuestos por ésta Iniciativa es la elaboración de Planes Rectores vinculantes.
La ICLGA sienta las bases para que, de ser aprobada una Ley General de Aguas (LGA), se coadministre el agua en el territorio, se defienda el derecho humano al agua y saneamiento, se aprueben solo obras hidráulicas fundamentadas en planes consensados, se cuente con mecanismos para el respeto de los sistemas comunitarios autónomos de agua como sujetos de derecho y se de sitio a la participación ciudadana. Asimismo legisla para respetar y reconocer los derechos de los pueblos indígenas sobre las aguas en sus territorios y su representación junto con ejidos y comunidades en instancias de planeación y toma de decisiones sobre el agua en el territorio, partiendo de asambleas y formas de planeación transformativa comunitaria enraizada en sus cosmovisiones. La Iniciativa Ciudadana plantea la Declaratoria de Cuenca en Extremo Estrés Hídrico como instrumento de defensa de las cuencas que sufren inundaciones, saturación urbana, y otros perjuicios. Además promueve una nueva etapa de leyes estatales del agua, alineadas a la LGA.
Una Ley General de Aguas integral haría posible incorporar la ciencia y la tecnología a la gestión de las cuencas Grijalva-Usumacinta, con énfasis en la reducción a la vulnerabilidad al riesgo de desastre; impulsaría las labores y las obras de infraestructura producto de la convivialidad y el diálogo entre saberes; promovería el monitoreo y la alerta temprana; así como la restauración hidrológica forestal de causes, el manejo de aguas de tormenta en áreas con pendientes pronunciadas, además de la reforestación y la conservación de suelos con estrategias de retención y filtración en cuenca alta y media.
El nuevo Plan Hídrico anunciado por Andrés Manuel López Obrador no debe ser más de lo mismo, siendo muy sana la decisión de que las presas del Alto Grijalva den prioridad a la protección civil por encima de la producción eléctrica, el Plan debe ir más allá y orientarse por la gestión integral de cuenca y la participación ciudadana. Es esencial oír la voz de las comunidades para el diagnóstico, planeación y ejecución de acciones que permitan la prevención y mitigación de riesgos por fenómenos hidrometeorológicos. Dentro de los actores en ésta gesta están las universidades y centros de investigación del sureste del país con décadas de experiencias acumuladas. Está además el Movimiento Indígena del Pueblo Creyente Zoque en Defensa de la Vida y el Territorio (ZODEVITE) que se ha movilizado con logros e iniciativas. Ambos colaboran a construir sujetos para el cuidado de la naturaleza.
Al mismo tiempo que la naturaleza se manifiesta con vientos huracanados, las comunidades muestran capacidad de resiliencia y de acciones desde abajo, valiéndose de sus propias fuerzas. Fermín Ledezma nos narra como en la cuenca alta del norte de Chiapas el saber local, la cooperación, el tequio y las redes familiares hicieron renacer la vida comunitaria colectiva, y están permitiendo reconstruir viviendas, reparar redes dañadas, restablecer el servicio de agua, reconstruir caminos con la solidaridad en especie venida casi de inmediato de comunidades vecinas y desde otros centro de población zoque. Las comunidades afectadas circulaban en Facebook y en Whatsapp mapas interactivos con fotografías georeferenciadas y videos grabados con teléfonos celulares elaborados por el Centro de Lengua y Cultura Zoque, junto con música y poesía propias.
En la cuenca baja de Tabasco, varias comunidades se organizaron animadas por el incansable José Jiménez para enfrentar los estragos de la inundación asesorados por GeoComunes y Agua Para Todxs, para georeferenciar los azolves de ríos y drenes provocados por rellenos industriales que impedían el flujo de las aguas o para identificar muros de contención dañados, en un mapeo que abarca los municipios Centro, Cunduacán, Jalpa de Méndez y Nacajuca, principalmente chontales. Involucrado a organizaciones civiles y autoridades municipales exigen que su mapeo sea tomado en cuenta para priorizar soluciones.
La cohesión comunitaria, la vinculación entre múltiples participantes y la planeación transformativa pueden germinar políticas público-comunitarias que mitiguen inundaciones y deslaves y le den nuevo rostro y corazón a las cuencas.
*Universidad Autónoma Metropolitana y Agua para Todxs