Rubén Martín
13/12/2020 - 12:04 am
Pandemia de irresponsabilidad
Ante esta pandemia de irresponsabilidad política y en el escenario de una segunda peligrosa ola de contagios, no cabe la desidia desde la sociedad.
A lo largo de toda esta extensa cuarentena, el responsable de la política sanitaria nacional Hugo López Gatell presumía como un logro de su manejo en México, que en nuestro país no había saturaciones hospitalarias ni personas atendidas en parques o en las calles, como sí ocurrió en otros países cuando enfrentaron el pico de contagios, incluso en naciones de primer mundo como Estados Unidos e Italia.
Pero las tendencias de contagios que se observan en estas dos primeras semanas de diciembre, más las tendencias de comportamiento casi generalizado de los habitantes de las grandes urbes, presuponen que hacia finales de diciembre y especialmente en los dos primeros meses del año, México enfrentará la situación más crítica y caótica del sistema sanitario nacional desde que se notificó el primer caso de COVID-19 a fines de febrero de este escalofriante 2020.
La semana pasada se han registrado los casos diarios de mayor contagio: el viernes fueron 12,253 para acumular 1,229,379 casos en todo el país y se registraron 693 muertos para un total de 113,019 fallecimientos.
En el tablero de información mundial sobre coronavirus que ofrece la Universidad Johns Hopkins, se registraron hasta el sábado 12 de diciembre 71.4 millones de contagiados y 1.6 millones de fallecidos a causa del SARS-CoV-2. México aparece en el treceavo lugar de países con más casos reportados, pero ocupa el nada honroso cuarto lugar por el número de fallecidos.
Y las cosas vienen a peor como lo reconoció en la conferencia vespertina el subsecretario de Salud, López Gatell el pasado viernes: «En este momento ya superamos el punto máximo de julio y la tendencia sigue siendo ascendente», dijo.
No sólo tendremos más casos que en el verano, sino que esta segunda oleada de contagios llega en el contexto de una sociedad cansada de la cuarentena y de la restricción de actividades, con un sistema de salud saturado y probablemente desbordado, con personal médico exhausto presionado física y mentalmente, y lamentablemente en medio de otra pandemia: la de la irresponsabilidad.
En efecto, a juzgar por el comportamiento de la clase política nacional, de una clase empresarial omisa e irresponsable, y de una parte importante de la sociedad que no respeta las medidas sanitarias básicas indicadas, las cosas empeorarán en las siguientes semanas.
Por un lado, los que todavía niegan la enfermedad y de otro quienes no cumplen o cumplen mal las medidas sanitarias básicas de usar cubrebocas, guardar distancia y lavarse regularmente las manos. Se podría decir que contra la ignorancia de quienes niegan que exista esta enfermedad no se puede hacer nada. Pero a la ignorancia se le combate con información.
Justo en este momento de la segunda ola de contagios, mucho más agresiva que la primera y eventualmente más mortal, hacen falta medidas de contingencia más intensas y masivas. Buenas campañas de información explicando la enfermedad y su agresividad, las secuelas que deja, la separación dolorosa de quienes enferman y sus familias; así como de la necesidad de respetar las medidas sanitarias esenciales serían de gran utilidad en este invierno crítico que se avecina.
Pero también se debe de cuestionar la irresponsabilidad de la clase empresarial y de los sectores privilegiados del país que en los días de mayores contagios se reúnen en fiestas masivas sin disimulo y hasta con cinismo, como la boda de 300 personas de la sobrina de Carlos X. González en Malinalco. O las fiestas con decenas de personas en salones cerrados que presume cínicamente el empresario Ricardo Salinas Pliego, convertido en uno de los hombres más ricos de México y del mundo gracias a las concesiones de bienes que eran públicos. Son muestras de irresponsabilidad que deberían ser sancionadas, al menos social y políticamente, para tratar de evitar que se repitan.
Pero la gran carga de culpa en esta situación de grave crisis sanitaria recae en la clase política gobernante. Ningún partido, ningún gobierno se salva de esta grave irresponsabilidad, empezando por el presidente Andrés Manuel López Obrador reticente siempre a usar el cubrebocas; el gobernador de Jalisco Enrique Alfaro Ramírez saliendo a cenar y beber el martes 8 de diciembre, justo en el pico más alto de contagios en el estado; o de la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, que se hace bolas para tratar de justificar por qué a pesar del aumento de contagios, no se declara el semáforo rojo en la capital; o de las contradicciones del subsecretario López Gatell por no imponer, mediante los instrumentos legales del Consejo Nacional de Salud, una sola política sanitaria para todo el país y que respete el semáforo sanitario anunciado.
En una situación de la peor emergencia sanitaria en el México contemporáneo, lo sensato es que la clase gobernante respondiera a esta crisis de manera coordinada y cooperativa para dar la mejor respuesta a la población, maximizar los escasos recursos públicos, atender lo prioritario y respetar la salud de la población por encima de sus disputas políticas.
En lugar de eso, hemos visto las mismas respuestas y actitudes mezquinas de la clase política profesional: poner por delante sus intereses personales y partidistas, antes que las necesidades de la población.
Lo más miserable en esta pandemia de irresponsabilidad de la clase política, es que muchos actores han aprovechado la emergencia sanitaria para tratar de mejorar su imagen y mejorar su ranking como futuros candidateables.
Así tenemos que los gobernadores de Partido Acción Nacional (PAN) están tratando de “demostrar” que sus gobiernos lo están haciendo mejor que el gobierno nacional; o el gobernador de Jalisco embelesado porque su política de contrastación de la política sanitaria de López Obrador, le ha aumentado algunos puntos en sus ratings de popularidad. O al gobernador de Michoacán, el perredista Silvano Aureoles, que ha gastado cientos de miles de pesos en redes sociales para promocionarse. O la publicidad en televisión del gobernador priista del Estado de México, Alfredo del Mazo.
Ante esta pandemia de irresponsabilidad política y en el escenario de una segunda peligrosa ola de contagios, no cabe la desidia desde la sociedad. Desde abajo se debe exigir a la clase política que se hagan cargo de sus responsabilidades y se enfrente la emergencia como la peor crisis sanitaria en la historia reciente del país.
Pero eso no bastará. Hay que salir de esta emergencia, pero no aspirar a volver a la vieja normalidad capitalista de la sociedad del consumo y la explotación de bienes y mano de obra. Si no se cuestiona, se replantea y se critica la sociedad capitalista que nos ha traído hasta esta grave emergencia sanitaria, creeremos que con las vacunas estaremos curados y que hacia mediados de 2021 las cosas se acercarán a la anterior normalidad. Pero no debemos olvidar que justo la “anterior normalidad” es justamente el problema. Entre tanto podríamos empezar por cuestionar la irresponsabilidad de la clase política.
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