Por María Fernanda Rivero Benfield, Coordinadora de Comunicación de Sin Fronteras

Fue una de las primeras preguntas que me realizó el primer profesor de la maestría de derechos humanos. Me cayó como balde de agua fría. Si no existen, ¿qué hago aquí?, me pregunté. Me hubiera ido al máster de marketing digital, me dije.

Después de esa pregunta, el profesor empezó a bombardear con autores y filósofos que se cuestionaban lo mismo y que señalaban que los derechos humanos no funcionaban y que simplemente eran una invención con buenas intenciones.

La autora que más me llamó la atención fue Hannah Arendt, víctima del holocausto judío, y que señalaba que los derechos humanos son un logro histórico pero que arrastraban un grave problema: “En el momento en que los seres humanos carecían de su propio gobierno y tenían que recurrir a sus mínimos derechos, no quedaba ninguna autoridad para protegerles ni ninguna institución que deseara garantizarlos“.

La concepción del «derecho a tener derechos», que nos habla Arendt, sostiene que los derechos solo son garantizados si nos encontramos bajo el marco legal de un Estado-nación, pues así lo muestra, por ejemplo, el escenario de la Segunda Guerra Mundial, ya que fue la situación de apátrida que poseían los judíos lo que permitió al movimiento totalitario aniquilarlos. ¿Les suena conocido? A mi sí, me recuerda a todas esas  personas que se encuentran en estaciones migratorias esperando que alguien los ayude a acceder a sus derechos porque ya no son ni de aquí ni de allá.

Hoy, Día Internacional de los Derechos Humanos, no pretendo decirles que no existen, porque sería incongruente el haber estudiando dos años de maestría y trabajar en una organización que lucha por los derechos humanos, pero eso sí, les aseguro que no están siendo aplicados y que nos falta mucho para lograrlo.

Hoy no hay mucho que festejar, pero sí por exigir. Hoy los derechos humanos de las personas migrantes y refugiadas están supeditadas a tener un papel, una CURP, y que aún obteniendo estos papeles se convierten en ciudadanos de segunda, con una restricción en letras pequeñitas donde el Ejecutivo puede decidir aplicarles el artículo 33 constitucional, sacarlos del país y restringir su entrada sin previo aviso, sin réplica y sin importar que su vida corra peligro.

El cumplimiento de los derechos humanos es tarea de todas las personas, no solo de abogad@s y personas que estudiaron leyes. Es importante que se convierta en un tema que se aborde de manera interdisciplinaria, porque se requiere creatividad para garantizar, respetar, proteger y promover los derechos humanos. Quizá suene a utopía, pero como decía Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía. Para eso, sirve para caminar”. Caminemos a un mundo sin fronteras donde los derechos sean para todas las personas sin importar el pedazo de tierra en donde les tocó nacer.

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