En concreto, uno de los puntos que hoy en día más debería conocer la población sobre su microbiota es que afecta mucho a nuestra inmunidad, tan importante en tiempos de COVID-19.
Madrid, 11 de noviembre (Europa Press).- Tenemos microorganismos en todo el cuerpo. En la piel, en los oídos, en la boca, en la nariz, en los pulmones, en el intestino (la famosa microbiota intestinal). Estos suponen hasta dos kilos de nuestro peso total y tenemos millones de ellos.
«De hecho tenemos más microorganismos que células humanas. Integrado en la fisiología del individuo, la microbiota se considera un órgano más, que colabora en el mantenimiento del equilibrio del ser humano con el medio», afirma Blanca García-Orea Haro nutricionista clínica, especializada en nutrición digestiva y hormonal, y con un máster en microbiota humana, con motivo de la publicación de Dime qué comes y te diré qué bacterias tienes (Grijalbo).
En concreto, uno de los puntos que hoy en día más debería conocer la población sobre su microbiota es que afecta mucho a nuestra inmunidad, tan importante en tiempos de COVID-19. «En nuestro cuerpo tenemos microorganismos (bacterias, virus, hongos, parásitos, arqueas y más) que conforman nuestra microbiota. Dentro de estos, los hay ‘buenos’ y ‘malos’, y siempre es preferible que predominen los ‘buenos’ frente a los ‘malos’, porque si la microbiota mala es la predominante no hay nadie que nos defienda, mientras que estos microorganismos buenos son los que nos van a defender frente a patógenos», relata.
Ahora bien, la dietista-nutricionista subraya la forma de potenciar esta «microbiota buena»: «Como están vivos podemos potenciarlos a través de nuestra alimentación, especialmente a través de la fibra procedente de fruta, legumbre, o frutos secos, por ejemplo, aunque también a través de las proteínas del huevo, de la carne o del pescado. Así nuestra inmunidad será mejor y también mejorará nuestra calidad de vida».
Por otro lado, resalta que nadie tiene la misma microbiota que otra persona. «Todos somos diferentes en este sentido, la vamos adquiriendo del ambiente, de la lactancia materna, vamos compartiendo bacterias con quienes vivimos, incluso con nuestras mascotas, aunque también la adquirimos del aire que respiramos, o de lo que comemos, por eso no hay dos microbiotas iguales», remarca, al mismo tiempo que indica que algunos estudios aseguran que la microbiota humana ya se forma desde la gestación.
Aquí llama la atención sobre otro punto que puede influir en nuestra microbiota, y en que descienda esa «microbiota buena» durante esta pandemia, el tema de la higiene excesiva (y necesaria) que estamos primando para evitar la infección por coronavirus. «Ahora mismo somos más limpios que hace años por la COVID-19. Esto también nos afecta y ha hecho que perdamos mucha «microbiota buena» porque estás todo el rato desinfectando. Está bien para no enfermarte de COVID-19 pero así tampoco consigues bacterias buenas», asegura García-Orea.
Aparte de la alimentación, y de la higiene, dice que sobre nuestra microbiota también influyen el ejercicio físico, el sueño, así como la edad, la salud de la boca, la medicación (especialmente los antibióticos), o la ansiedad y el estrés que tengamos, además de los tóxicos ambientales. «Por ejemplo, si tenemos sartenes rayadas hace que esos tóxicos o metales pesados pasen a la alimentación y nos los comemos después», advierte.
A su vez, recuerda que existen «bacterias buenas o amigas», denominadas «probióticas», como Lactobacillus o Bifidobacterium que, además de proporcionar beneficios para la fermentación, ayudan a impedir que otras bacterias malas o patógenas colonicen el intestino.
«Los alimentos fermentados, como el kéfir, el chucrut, el yogurt, o el queso curado contienen probióticos. Mientras que los prebióticos, el alimento de los probióticos o ‘bacterias buenas’ pueden encontrarse en frutas y verduras, como la alcachofa, la achicoria, la remolacha, la cebolla, la calabaza, así como en cereales como la avena y en otros», detalla la nutricionista clínica.
EL EJE INTESTINO-CEREBRO
Por otro lado, hace referencia al importante eje intestino-cerebro y en el que la microbiota juega un papel importante y ejerce de conexión entre ambos: «Conecta las ‘neuronas del intestino’ con las que tenemos en la cabeza, favorece una comunicación bidireccional y por eso sabemos si tenemos hambre o no, si estamos nerviosos. La frase ‘cagarse de miedo’ no es casualidad, ya que vas al baño con diarrea ante un acto importante, por los nervios. La microbiota la tenemos en todo el cuerpo, en todas las mucosas, en los pulmones, en el estómago, lo único es que en el colon es donde más cantidad de microorganismos tenemos».
Según insiste, la microbiota regula el desarrollo y la función del cerebro, por lo que a su juicio es evidente el papel «tan destacado» que desempeña la microbiota en los cuadros de ansiedad, de estrés e incluso en el caso de enfermedades neurodegenerativas. «Más allá de avisarnos cuando nos toca comer, el eje cerebro-intestino influye en el estado de ánimo, en el comportamiento y, por tanto, en nuestro bienestar y en la evolución de determinadas patologías neurológicas», asegura García-Orea.
En definitiva, insiste en que es importante cuidar nuestra microbiota para tener una mejor calidad de vida, y durante esta pandemia, porque influye en nuestra inmunidad.
«Si tú tienes una enfermedad, la alimentación no te va a curar, pero sí favorecerá que sobrelleves la enfermedad con mejor calidad de vida», sentencia Blanca García-Orea Haro.