Jorge Alberto Gudiño Hernández
10/10/2020 - 12:03 am
Premio Nobel 2020
Más allá de las buenas y malas decisiones que ha traído este galardón, lo cierto es que sirve como una posible guía de lectura.
Lo confieso sin problema: no conozco casi nada de la obra de la nueva ganadora del Premio Nobel de Literatura. Como cada año, estuve al pendiente del anuncio de la Academia Sueca. Sin exageraciones, por supuesto. No me desvelé ni hice apuestas. Tan sólo vi la noticia cuando me desperté. Ya sabía que no había ganado ninguno de mis escritores predilectos. Pese a que soy bastante racional, confieso que me da por creer que mi apoyo es como un lastre para el equipo, el deportista o el escritor en turno. Sé que es una creencia falaz pero de éstas se alimentan varias resignaciones.
Louise Glück, entonces. Poeta norteamericana. Vuelvo a la confesión: hasta el jueves, no la había leído. No me avergüenzo por ello aunque me dedique a la literatura. Hace muchos años que sé que uno no lo puede haber leído todo. Cada que uno elige un libro clausura millones más. Si es el entusiasmo el que nos hace recurrir a una serie de ejemplares del mismo autor, entonces ya no conoceremos a muchos otros. El tiempo no alcanza para todas las lecturas.
No la había leído pero sé bien que eso tiene remedio. Bastará con conseguir sus libros, como en otras ocasiones. La diferencia, quizá, es que Glück es poeta. Eso permitió que parte de su obra comenzara a llenar las redes sociales. Leí, entonces, algunos de sus poemas. En inglés y en español. Quizá los más representativos o, tal vez, los que tenían más a la mano quienes los compartieron.
Cometí una serie de errores de novato. Primero, no los encontré maravillosos. Así que emití un juicio tan irresponsable como sin fundamento en alguna conversación con amigos. A mi desconocimiento se sumaba que, para esas alturas del día, nadie había cuestionado el premio. Algo por demás inusual cuando se trata del Nobel. Más aún, en lugar de que se estuviera hablando de la obra de la poeta, las redes se inundaron de memes sobre Murakami perdiendo, de nueva cuenta, el galardón. Absurdo entre los absurdos: dejemos el festejo para dar paso a la burla.
La noche del jueves me trajo algo de tranquilidad. También un par de libros de Glück. En ellos, algunas maravillas. Soy lector de narrativa pero creo ser capaz de reconocer un buen poema. Reconocerlo no implica dominar todos sus parámetros. Sé, también, cuánto juega la subjetividad a la hora de apreciar una obra artística y cuánto la técnica. No es un asunto de simple apreciación; tampoco de pura academia.
Algunas maravillas, pues. Sin ahondar demasiado, me sorprendieron ciertos giros en el lenguaje. Aquéllos que permitían decir una cosa y significar otra. También ideas geniales resumidas en un par de versos. La potencia de quien sabe utilizar palabras comunes y corrientes, en escenas comunes y corrientes, para darnos un mandoble de sentido del que tardaremos en recuperarnos. Eso sí, lo haremos renovados.
No escribo esto como un intento por justificarme. Sigo sin haber leído a Glück como quisiera. Lo iré haciendo. Ya sin las prisas de la novedad. Tampoco escribo sólo sorprendido por la falta de polémica que nos ha traído esta entrega del Nobel. Más allá de las buenas y malas decisiones que ha traído este galardón, lo cierto es que sirve como una posible guía de lectura. Y vaya que hace falta. En una nota leída al vuelo señalaba que el editor de Glück en español decía sólo haber vendido 200 ejemplares de su obra. Así que es momento de reivindicarnos. Agotemos el tiraje de Pre-Textos y leamos a la nueva galardonada antes de que se nos acabe el impulso propio de las fechas. En una de ésas, consigo levantarme del producto de mis juicios prematuros y hechos a la ligera, y encuentro a una nueva compañera de viaje en su lectura.
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