«Las palabras son ventanas o son paredes»
Ruth Bebermeyer
Los seres humanos somos seres de lenguaje y nuestras palabras pueden crear una cárcel o una ventana. Hoy quiero que lean este artículo como la oportunidad para crear una ventana y que a través de esa ventana podamos terminar con el encierro y sufrimiento en el que hemos confinado a los miles de millones de animales en granjas en el planeta.
Cada año se celebra el día 2 de octubre el día de los animales en granjas y si se dan cuenta no hablamos de animales de granja sino en granjas. Hay 2 cosas importantes que quiero hacer notar de esta sutileza. La primera es que hay ciertas especies que los humanos por razones arbitrarias y por una motivación financiera hemos decidido que su lugar está en las granjas, la idea detrás es el aprovechamiento o explotación de ciertas especies. En las granjas productoras de carne, los pollos, las vacas, los borregos y los cerdos son gestados, criados, alimentados, hacinados, inmovilizados para que ganen peso lo más pronto posible hasta que lleguen a un estándar de “aprovechamiento” para luego ser enviados a los mataderos y que su carne sea procesada para consumo.
Las palabras aprovechamiento y explotación dicen bastante de lo que significan para la agroindustria los animales: para ellos son bienes que tendrán las mínimas consideraciones morales en su trato. Y su trato estará establecido de acuerdo a las consecuencias en la eficiencia de energía y recursos. Estos animales producidos en serie, en masa, como si se tratara de una línea de producción de autos viven atrapados en las granjas.
La segunda sutileza del lenguaje que quiero hacer notar es que cuando en nuestro argot coloquial hablamos de los animales no en granja sino “de granja” usamos un lenguaje que nos enajena, esto es, tomamos una distancia de esos animales, los etiquetamos. No tomamos ninguna responsabilidad de que las vacas, los cerdos, las gallinas, las cabras viven en condiciones de extrema crueldad y sufrimiento porque lo permitimos. Enajenar y separar nos aleja de la compasión, de la reflexión y nos pone en una situación bastante cómoda. Hemos decidido quiénes pertenecen a este lugar y quiénes no. Y honestamente, la diferencia entre una granja de perros que nos parece horrible porque los perros son “animales de compañía” pero los cerdos no, está sólo en nuestro lenguaje, en nuestra percepción y en el orden que hemos creado. Los animales en granjas, opuesto a lo que logotipos, sitios web, etiquetas de productos nos muestran, no viven felices. Viven como pueden en las circunstancias dentro de una granja.
Con poca protección legal, y con poca exposición sobre lo que sucede dentro de las granjas, los animales en las granjas son sometidos a prácticas crueles como cortes de pico o castración sin anestesia, la separación inmediata de las crías y sus madres, la inmovilización dentro de pequeñas áreas de confinamiento, cero acceso al exterior, entre muchas otras prácticas comunes y legales.
Y es así como normalizamos la idea que nos vende por ejemplo, la industria de la leche, y creemos que los seres humanos necesitamos tomar leche de vaca o que las vacas son felices «dándonos su leche» o que la gallina nos da sus huevos o que los cerdos, las vacas, los terneros pertenecen por default a las granjas.
Nuestro lenguaje los etiqueta pero también los puede liberar. Podemos reemplazar el lenguaje que implica falta de elección usando un lenguaje que reconoce la elección. Tu elección puede ser compasiva y así dejarlos fuera de tu plato. Quizás no puedas hacerlo de forma drástica sino paulatina, sin embargo aún así en tu propio proceso y a tu ritmo, también puedes apoyar a las organizaciones que como la nuestra buscan impulsar iniciativas para regular a la industria. Vuélvete una ventana que otorgue luz y compasión hacia ellos.