Las mujeres en situación de calle, reconoce Alexia Moreno, coordinadora de la Asociación El Caracol, tienen que elegir cuando están menstruando entre utilizar el poco dinero de su trabajo para adquirir toallas sanitarias o comprar algo de comer.
En México no existe una institución gubernamental a la que las mujeres indigentes se puedan acercar para obtener toallas sanitarias o puedan tener un lugar donde asearse.
Por Cristina Sánchez Reyes
México, 3 de octubre (EFE).- Cada mes, Susana González debe decidir entre comer o comprar una toalla femenina. Ella vive en la calle, lo cual ya considera una de las situaciones más complicadas por las que una persona pueda pasar, pero menstruar, dice, hace mucho más difícil su supervivencia.
«Vivir tu menstruación en la calle es bien difícil», dice a Efe Susana, quien desde hace 24 años vive en situación de calle en Ciudad de México.
Afirma que aunque procura reservar algo del dinero que recibe por la limpieza de tubos en el trolebús de la capital mexicana, en ocasiones es complicado para ella y algunas compañeras conseguir las compresas que les ayudan a gestionar su periodo menstrual.
Las mujeres en situación de calle, reconoce Alexia Moreno, coordinadora de la Asociación El Caracol, tienen que elegir cuando están menstruando entre utilizar el poco dinero de su trabajo para adquirir toallas sanitarias o comprar algo de comer.
En México no existe una institución gubernamental a la que las mujeres indigentes se puedan acercar para obtener toallas sanitarias o puedan tener un lugar donde asearse.
Esto pese a que sólo en Ciudad de México se estima en 6 mil las personas en situación de calle, de las cuales 12 por ciento son mujeres, según las últimas cifras proporcionadas por el Gobierno de la capital mexicana.
De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el número de personas que vivían en la calle hasta el 2011, último año del que se tienen cifras, era de más de 14,9 millones, aunque no se especifica cuántas son mujeres.
Alexia Moreno asegura que este número, debido a la crisis por coronavirus, puede estar aumentando.
SOBREVIVIR O COMPRAR TOALLAS
Las mujeres que viven en la calle tienen que luchar todos los días por sobrevivir y, además, batallar durante su periodo por conseguir toallas sanitarias y un lugar dónde asearse.
Susana señala que durante su periodo acude a baños públicos para lavarse o a veces junta dinero que le alcanza para rentar la habitación de un hotel y poder darse un baño.
En general, dice Moreno, el acceso al agua es uno de los problemas más severos para las personas en situación de calle, pues deben ir a un albergue, o muchas veces la toman de fuentes o espacios públicos.
«(Tienen acceso) en puestos de comida con los que a veces colaboran y les permiten tomar agua y comer o en mercados públicos. Ahora con el tema de la COVID-19 todo está cerrado», manifiesta.
Susana asegura que aunque trata de mantenerse limpia, el estigma es una de las barreras que impide que pueda tener acceso al agua, el cual es primordial en los días que tiene su menstruación.
«De por sí la gente te etiqueta como mugroso (sucio) pero no saben que no es que queramos estar mugrosas, sino que simplemente a veces no hay un lugar donde podamos bañarnos», dice.
Reconoce que en ocasiones, cuando no logra tener acceso a toallas higiénicas, ha recurrido a pedazos de tela para evitar manchar su ropa. Algo que la hace mucho más vulnerables a infecciones y enfermedades más graves.
Moreno considera que las toallas higiénicas siguen siendo artículos de lujo «y entonces son caras y es muy difícil gestionar un proyecto o gestionar un apoyo que pueda permitir que esos productos les lleguen a ellas».
En México, el precio promedio de un paquete con diez toallas sanitarias ronda los 25 pesos (1,1 dólares), el cual no alcanza para un periodo menstrual completo de 3 a 5 días pues diariamente se ocupan entre 4 y 6 compresas.
Susana comenta que, en promedio, diariamente gana entre 70 y 100 pesos (3,1 y 4,42 dólares), a veces un poco más, lo cual le debe alcanzar para comer, asearse y comprar sus diferentes insumos.
«La mayoría trabajamos en el metro pero ya no nos dejan trabajar y la banda tiene que andar buscando el pan y todo», afirma.
FALTA INFORMACIÓN
A decir de Alexia Moreno, la menstruación es todavía un tabú para las mujeres en situación de calle.
Gabriela Olvera Pérez vive desde los 14 años en situación de calle. Tiene cinco hijos, dos son mujeres y aunque asegura que trata de hablar con ellas sobre la menstruación, reconoce que muchas veces no sabe cómo hacerlo.
«Ya les digo que va a llegar cierta edad que les va a llegar su menstruación, que tienen que tener mucha higiene, a diario bañarse», afirma.
Es por ello que la Asociación El Caracol ha creado cursos en los que explican a las mujeres en situación de calle que este es un proceso normal, además de que han promovido iniciativas para que el Gobierno ponga al alcance de manera gratuita este tipo de implementos para las personas más vulnerables.
Moreno destaca la importancia de colocar el tema en las agendas feministas y luego las agendas públicas para empezar a hacer visible que estas mujeres necesitan un acompañamiento diferenciado
«Es evidente que no gozan de los mismos derechos y privilegios que las que tenemos una casa, que tenemos acceso a formación académica y demás», finaliza.