Aunque su dirección fue renovada en julio y su presupuesto aumentó 12 por ciento en los dos últimos años, la situación precaria del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía de la Secretaría de Salud mantiene al personal médico y a familiares en una constante frustración y desesperación desde hace meses. Y a los pacientes, ante la falta de insumos y citas, entre la vida y la muerte.
Ciudad de México, 4 de octubre (SinEmbargo).– Frente a la puerta de Urgencias del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía «Manuel Velasco Suárez», al sur de la Ciudad de México, una familia luce desesperada. Su familiar, de 59 años, llegó con convulsiones esa madrugada. Se las controlaron, pero aunque tenía crisis por la diabetes, lo dieron de alta porque necesitaban la cama para otro paciente.
«Está de la chingada», dijo uno de sus familiares. En la calle hay una funeraria y una casa renta baños y cuartos. Otros prefieren dormir en sus autos, sentarse en bancos, cubetas o el suelo mientras esperan informes. «Primero nos dijeron que si no venía convulsionándose, no lo podían atender. Y dicho y hecho. Por qué no los reciben antes de que pase. Ahora, no pueden atenderle el azúcar».
Otro familiar afirmó molesto que lo estaban «echando sin que la ambulancia haya llegado». Recordó que hace ocho años, aunque ya tenía diabetes, lo atendieron bien hasta darlo de alta. Entre medicinas y ambulancia llevaban 6 mil pesos gastados. El cobro de medicamentos se basa en un estudio socioeconómico.
Su familiar, sedado, esperaba adentro. El área de Urgencias, como reflejo de la falta de presupuesto incluso para mantenimiento, tiene una parte inundada con cubetas. El personal les comentó que, aunque lo más prudente era esperar la ambulancia contratada (que «ya venía, ya venía»), también podían llevárselo en su camioneta. Les recomendaron trasladarlo de la sureña Alcaldía Tlalpan a un hospital en la vecina Alcaldía Milpa Alta, porque «todo está colapsado por la COVID-19».
El director del Instituto de Neurología, Miguel Ángel Celis López, fue destituido en febrero pasado, luego de las irregularidades detectadas por la Secretaría de la Función Pública (SFP). La supervisión sorpresa se realizó luego de que médicos y enfermeras del Instituto enviaron una carta al Presidente Andrés Manuel López Obrador para denunciar falta de medicamentos y material especializado. Un mes antes, la Secretaría de Salud reveló que era el único Instituto que se negó a adherirse al Instituto Nacional de Salud para el Bienestar (INSABI).
«La empresa [Phoenix Farmacéutica, contratada por 650 millones de pesos de diciembre de 2017 a noviembre de 2020] no abastece la totalidad de medicamentos necesarios para la atención a pacientes, resaltando la falta de medicamentos controlados básicos para la atención quirúrgica y áreas críticas como terapia intensiva, intermedia, recuperación y hospitalización», escribieron. «[El director] se ha conducido de manera dolosa para afectar el buen funcionamiento del Instituto en detrimento de la salud de los pacientes».
La empresa con sede en Jalisco no aparece en la lista de empresas sancionadas o inhabilitadas de la SFP. El personal médico también denunció en la misiva amenazas de despido, amonestaciones verbales sin fundamento y excesivas, así como violencia de género dentro del Instituto.
Por la pandemia, se han cancelado las consultas externas. Pero al menos hasta 2017, últimos datos abiertos actualizados y antes del coronavirus, el Instituto registró 58 mil 60 consultas, un 70 por ciento menos que en 2016 con 99 mil 168 citas otorgadas. De 2013 a 2016 la tendencia fue de más de 90 mil consultas al año.
En la Puerta Dos, donde entran y salen pacientes con bastón o en silla de ruedas, una mujer llegó al mediodía para saber algo sobre su hijo internado, quien hace unos días se cayó en el baño. «Me dijeron que no había medicamento. No sé ni cuál sea», afirmó. Dentro de su auto, otra mujer comentó al policía de recepción que venía por tercera vez, a ver si esta vez lograba la cita.
En julio, cinco meses después del cese, el Secretario de Salud Jorge Alcocer Varela nombró al Doctor Ángel Antonio Arauz Góngora como nuevo director del Instituto Nacional de Neurología para el periodo 2020-2025. En su discurso de bienvenida, el Doctor aseguró que el Instituto «cuenta con recursos médicos, académicos y de investigación, los cuales serán el incentivo para enfrentar la problemática por la que está pasando actualmente el Instituto».
Al presentar su programa de trabajo en el Auditorio del Centro Académico, reconoció que se debe eficientar el gasto y optimizar los recursos financieros y humanos. En atención médica, «el problema con la farmacia subrogada y los insumos se debe a la mala trazabilidad de los recursos y pérdidas».
Ante ello, y a contrareloj de los pacientes que esperan poder ser atendidos, planteó a corto plazo la revisión de convenios y contratos de insumos, y realizar las denuncias correspondientes; conciliación estricta de la deuda; implementación de un sistema automatizado para el control de todos los insumos; actualización con base en ejercicios por costeo; y gestión de recursos.
Sin embargo, a dos meses de su llegada, continúa la falta de material. «Fui con la Dirección. No tengo insumos y no me resuelven», lamentó un médico del INNN.
Los residentes y doctores intentan atender con donaciones que reciben de medicamentos de algunos laboratorios o de personas que perdieron a familiares y se los donaron.
SinEmbargo solicitó una entrevista con la dirección del Instituto para conocer avances en su programa de trabajo y posibles sanciones a la empresa proveedora, pero no obtuvo respuesta a través del área de comunicación social de la Secretaría de Salud, actualmente acéfala.
EN ESPERA DE RADIACIÓN
Durante junio, su tío tuvo que ser trasladado del sureste del país al área de Urgencias del Instituto de Neurología por un tumor cerebral. Aunque, después de mucho esfuerzo y presiones, lograron que fuera operado, necesita quimioterapia y radiación como tratamiento. Es octubre y sigue esperando ante la falta del equipo. El medicamento debe conseguirse en el exterior: 10 cápsulas por 26 mil pesos.
«Ya se quitó el tumor, pero no hay para cuándo vaya a poder tener la radiación. Nos dicen que está cerrado, que no se puede agendar por la pandemia porque el personal de riesgo no está trabajando o porque no tienen recursos, que las máquinas no están funcionando y están en pláticas con el proveedor», dijo una familiar. «No puede ser que con un tratamiento él pueda tener calidad de vida, pero por una cuestión interna del Instituto o cuestiones presupuestales, no puede ser atendido y nos tenemos que esperar a ver si el tumor vuelve a salir».
«Es muy triste. No hay insumos ni medicamentos, las cirugías son mínimas y solo en casos de extrema urgencia, porque no tienen material ni siquiera para poder suturar y las citas con especialistas para hacer estudios están cerradas», enlistó la familiar, por lo que, le han comentado los doctores, se sienten frustrados ante la falta de presupuesto pese al cambio de la dirigencia hace tres meses.
Ella también se ha sentido frustrada, impotente y preocupada. Pero decidió moverse (solo a través de palancas) para conseguir la resonancia antes de que fuera tarde. «Por la vía natural seguiríamos esperando la cirugía. La resonancia me la estaban mandando para diciembre. Ha sido desgastante. Muchos familiares no han podido tener acceso a ningún estudio ni consulta porque todo lo tienen cerrado», lamentó.
Para la cirugía de extracción del tumor, realizada en agosto, le pidieron un depósito que debía quedar cubierto dos días después de su ingreso. En su caso fueron 10 mil pesos, pero vio que otra persona dejó 15 mil pesos.
«Antes de la cirugía de mi tío estuvieron parados casi 15 días. No había ni una sola operación por falta de materiales. Y ahora [con la nueva dirección] uno de los doctores me dijo que en el caso de cirugía el paciente paga materiales o el residente termina comprándolos para entrar a quirófano», expuso.
Después de la operación, necesitaba otra resonancia y tuvo que volver a suplicarla, para poder acceder al oncólogo y continuar con el tratamiento.
«Es una frustración muy grande porque no está en tus manos. Es un derecho universal el acceso a la salud y estamos hablando de un tumor que necesita ser controlado y que tendría solución, pero por cuestiones del Instituto, que no tiene insumos, no tiene acceso a radiación y no tenemos a dónde más ir», dijo.