Se trata de firmas poco rentables, que no generan empleo, pero sí reciben beneficios y ocupan apoyos económicos que lastran el crecimiento de los países. Las políticas fiscales y monetarias amenazan con zombificar la economía post pandemia.
En 2017, la probabilidad de convertirse en una empresa zombi al año siguiente era del 17 por ciento, la posibilidad de recaída «se ha multiplicado por más de tres durante la última década», aseguran los expertos
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Por Vicente Nieves
Ciudad de México, 4 de septiembre (Economía Hoy).- La crisis económica que ha provocado la pandemia de la COVID-19 ha venido acompañada del mayor despliegue fiscal y monetario en tiempos de paz. Gobiernos y bancos centrales están haciendo todo lo posible para mantener a flote unos tejidos productivos que ya antes de la pandemia contaban con una buena porción de empresas zombi (sobreviven gracias al crédito barato y apenas generan valor añadido).
La dificultad a la hora de discriminar (por parte de las autoridades) si una empresa está falta de liquidez por motivos conyunturales o si es simplemente insolvente podría acelerar la zombificación de la economía, generando miles de empresas poco productivas, que no generan apenas empleo y que acaparan los recursos y el espacio que podrían ocupar otras firmas más sanas. Aunque las empresas zombi muchas veces sobreviven e incluso escapan de esta de esta deshonrosa clasificación, un nuevo estudio del Banco Internacional de Pagos muestra que esas compañías no vuelven a ser sólidas y en muchos casos vuelven a zombificarse, suponiendo un lastre el crecimiento y el empleo de calidad. Un bucle sin fin.
Salir de esta espiral resulta complejo. Dejar espacio a la destrucción creativa parece hoy un proceso demasiado duro (y probablemente poco popular en la sociedad) para las economías desarrolladas, por lo que se está optando, en gran parte, por mantener de forma a asistida a miles de empresas. Christian Sewing, consejero delegado de Deutsche Bank, advertía esta semana de que la aparición en Europa de «empresas zombi» amenaza con convertirse en un lastre para la recuperación de la economía del Viejo Continente.
Sin embargo, este problema no es nuevo, viene de años atrás o incluso décadas. A medida que la tasa de interés neutral (tasa de interés real coherente con el crecimiento potencial sostenible) ha ido cayendo, las empresas zombi han ido ganando terreno en los países desarrollados, logrando además sobrevivir durante años.
Ryan Banerjee y Boris Hofmann, economistas del Banco Internacional de Pagos, han publicado un trabajo en el que «utilizando datos de firmas no financieras que cotizan en bolsa en 14 economías avanzadas, documentamos un aumento en la participación de empresas zombis, definidas como empresas no rentables con baja valoración en el mercado, desde el 4 por ciento a finales de la década de 1980 hasta el 15 por ciento en 2017″. La proporción de empresas zombi se ha multiplicado casi por cuatro en las últimas tres décadas.
Estos investigadores destacan que «estas empresas zombis son más pequeñas, menos productivas, más apalancadas e invierten menos en capital físico e intangible. Su rendimiento se deteriora varios años antes de la zombificación y sigue siendo significativamente más pobre que el de las otras empresas en los años siguientes».
Los investigadores han usado datos hasta 2017, no obstante creen que esta cuestión va a ganar fuerza en los próximos años ante las ayudas de los gobiernos a sus empresas y unas políticas monetarias que cuando ya no podían ser más expansivas han sufrido una nueva vuelta de tuerca.
«El creciente número de las denominadas empresas zombis, generalmente definidas como empresas que no son rentables pero que permanecen en el mercado en lugar de desaparecer por absorción o quiebra, ha atraído cada vez más atención en el debate público. La pandemia de la COVID-19 ha dado más ímpetu a este debate ya que la crisis ejerce graves presiones sobre el sector empresarial que los gobiernos buscan contrarrestar mediante medidas de apoyo a gran escala», señalan los autores.
La OCDE ha advertido en varios documentos sobre el impacto de estas firmas en el crecimiento (lastran en unos 0.5 puntos anuales el crecimiento de la productividad). Sin embargo, pocos o ninguno son los organismos que analizan los «daños» temporales (en empleo y producción) en la economía de dejar caer a estas firmas zombi, lo que se conoce como destrucción creativa, término acuñado por el Joseph Schumpeter en 1942, describe el proceso de transformación económica que «revoluciona» de forma constante las estructuras de funcionamiento productivo, destruyendo los viejos y obsoletos procesos a medida que aparecen nuevas técnicas más eficientes y productivas. Es un proceso evolutivo y competitivo que obliga a las empresas a mejorar o morir. Según Schumpeter, este movimiento es esencial para comprender el funcionamiento del capitalismo.
ANATOMÍA DE UN ZOMBI
Lejos de la destrucción creativa, en las economías avanzadas se ha generado el caldo de cultivo perfecto para la proliferación de las empresas zombi. Volviendo al trabajo de los investigadores del BiS, ello identifican a las empresas zombis por su persistente falta de rentabilidad, es decir, unos beneficios insuficientes para cubrir los pagos de intereses de la deuda; y por su escaso potencial de crecimiento futuro que queda a la vista por la baja valoración de sus acciones, es decir, una relación relativamente baja entre el valor de mercado de los activos de la empresa y su valor en libros.
Estos investigadores llegan a la conclusión de que una vez que las empresas zombi llegan al tejido productivo resulta complejo acabar con esa simbiosis entre dinero barato y empresas débiles. En las catorce economías desarrolladas que se estudian en el trabajo, una gran parte de las firmas zombi logró abandonar en algún momento este estado, lo que hizo pensar a los autores que quizá se estaba magnificando el efecto sobre la economía de estas empresas.
Sin embargo, siguiendo la pista de estaos zombis se puede ver que «siguen siendo débiles y frágiles. Su productividad, rentabilidad, inversión y crecimiento del empleo se mantienen muy por debajo de los de las firmas que nunca han sido zombis. Como reflejo de este desempeño débil, se enfrentan una alta probabilidad de recaer en un estado zombi. En 2017, la probabilidad de convertirse en una empresa zombi al año siguiente era del 17 por ciento, tres veces mayor que una empresa que nunca ha sido zombi previamente. Esta probabilidad de recaída de los zombis recuperados se ha multiplicado por más de tres durante la última década», aseguran los expertos.
PUEDE HABER MÁS ZOMBIS
Desde el BiS, además, advierten que este trabajo podría estar infravalorando la cantidad real de firmas zombi, puesto que solo tiene en cuenta las empresas que cotiza, que suelen ser las menos propensas a «zombificarse». «Siendo más probable que las pequeñas empresas se conviertan en zombis, como sugiere nuestro análisis, entonces el peso económico de los zombis puede ser mayor que el indicado por nuestro análisis. De hecho, entre las pymes que cotizan en bolsa, la proporción de activos, capital y deuda en empresas zombis está entre el 30 y el 40 por ciento».
Finalmente, los autores de informe lanzan un aviso a políticos, banqueros centrales y demás autoridades: «Nuestros resultados subrayan el desafío al que se enfrentan las autoridades al tomar medidas para contener el impacto de la recesión del coronavirus en las empresas. La tarea delicada de encontrar empresas que serían viables en circunstancias menos extremas y, al mismo tiempo, no impedir de forma excesiva el dinamismo empresarial protegiendo a las que ya son débiles e improductivas. La viabilidad de una empresa debe ser un criterio importante para recibir el apoyo del gobierno y del banco central».